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La evolución acelerada de la economía plantea importantes retos para las compañías, que deben rápidamente adaptarse a los entornos cambiantes para asegurar su supervivencia
Hacia la década de 1940, Joseph Schumpeter destacaba que el impacto de las empresas en la economía va más allá de los ya bastante documentados beneficios en la generación de empleo, el crecimiento económico y el incremento de los flujos de divisas internacionales a través de las exportaciones. Schumpeter, casi como un oráculo de nuestros días, hablaba de la “destrucción creativa” como motor de la evolución no solo de la economía, sino de la sociedad.
La destrucción creativa es ese proceso en donde la innovación renueva los modelos de negocio que a nivel macro terminan modernizando la economía, mediante el desplazamiento de aquellas compañías que no se logran adaptar a las nuevas condiciones del mercado y el surgimiento de nuevas empresas. La destrucción creativa permite la movilidad de la acumulación del capital (algunos empresarios se quiebran y otros aparecen) y la renovación del trabajo pues las personas deben, al igual que las empresas, adaptarse a nuevos productos, servicios, formas organizacionales y modelos de negocio. A este proceso lo denominó la economía evolutiva.
La economía global, impulsada por esta destrucción creativa, ha venido aumentando su velocidad a través de los años. Estamos en una era en la que este proceso evolutivo se ha acelerado de manera vertiginosa. Las compañías crecen y se convierten en competidores globales en años, cuando antes se tardaban décadas. Para ejemplificar esta velocidad, basta con encontrar que la capitalización de mercado de Nubank es de US$36.000 millones a 10 años de su fundación, mientras que Bancolombia, después de 148 años de su fundación, alcanza US$7.000 millones de dólares. Esto implica que el neobanco crece su valor en promedio 32 veces más rápido cada año que su competidor local en Colombia.
Esta evolución acelerada de la economía plantea importantes retos para las compañías, que deben rápidamente adaptarse a los entornos cambiantes para asegurar su supervivencia. Las grandes empresas, han venido incorporando en su cultura corporativa el intraemprendimiento, que en general busca incentivar el desarrollo de nuevos proyectos, nuevas unidades de negocio o nuevos modelos de negocio dentro de una estructura empresarial existente. Siguiendo con nuestro ejemplo vemos como Bancolombia ha reaccionado exitosamente a los retos planteados por las fintech con su plataforma digital Nequi. Por su parte, las Pyme tienen el reto adicional de conseguir recursos para financiar ese intraemprendimiento y por supuesto, los emprendedores y sus startups tienen la ventaja de que cada vez hay un ecosistema más robusto que les brinda ayuda, pero al mismo tiempo, se encuentran con un mercado más saturado e hipercompetido en donde sobrevivir y crecer es más difícil.
A los retos derivados de la economía evolutiva, las empresas deben sumar los nuevos requerimientos sociales, que implican el cambio de paradigma de la simple rentabilidad financiera a la sostenibilidad organizacional, concepto que implica que además de la primera, las empresas deben dar cuenta de la sostenibilidad social, entendida como su capacidad de mejorar la calidad de vida de sus distintos grupos de interés como empleados, proveedores, clientes e incluso la comunidad donde opera y la sostenibilidad ambiental, que implica que se encamine a disminuir e incluso tener un impacto positivo en el medio ambiente.
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