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En el ranking anual que saca Supersociedades Ecopetrol lideró con $84,9 billones. Sectores como el de hidrocarburos y servicios públicos, predominaron
Vista como un todo, la humanidad obtuvo un logro histórico cuando superó la pandemia, por supuesto con efectos colaterales que se han ido superando, pero que ya dependen más de lo que haga cada nación que de la crisis sanitaria en sí misma.
Gracias a una resiliencia global pocas veces vista debido a su alcance y propagación, hemos resurgido con nuevos ímpetus hacia una sociedad más justa y equilibrada y con establecimiento empresarial fortalecido tras haber mostrado su resiliencia y solidaridad en momentos dramáticos y determinantes para las naciones.
Esperemos que la lección no se olvide ni que se diluyan los ánimos de sobreponernos a las dificultades e ir más allá.
En medio del contexto pandémico y del desconfinamiento, las empresas asumieron buena parte de la carga para mantener a flote la economía, procurar el mayor empleo posible y adaptarse de forma rápida a las nuevas condiciones que llevaron, inclusive, a fortalecer modalidades como el teletrabajo, trabajo en casa y trabajo remoto que hoy ya están debidamente reglamentadas y dejaron de ser excepcionales para integrarse a la productividad nacional.
La coordinación público-privada que se produjo durante los meses de pandemia dio resultados: el reporte de la Superintendencia de Sociedades con los resultados de las mil empresas más grandes del país indica que, pese a la incertidumbre y a las condiciones adversas, mantuvieron su solvencia y registraron en 2021 un aumento del 17,8% en el PIB nominal.
Un sector empresarial sólido es pilar de la economía y de la sostenibilidad del país. Hay que propiciar las condiciones para que sea más robusto.
La resiliencia, además de la capacidad que tienen las personas para recuperarse de situaciones adversas, supone también el fortalecimiento de la voluntad, el aprendizaje de la experiencia y el aprovechamiento de las oportunidades.
Tal vez por ello el mejor regalo de ese encierro del 2020 fue haber tenido el tiempo y la posibilidad de descubrir lo que realmente es importante para nosotros, de valorar el mundo que tenemos y la injerencia negativa que estamos haciendo en él, de ponderar que la felicidad no depende de lo que tenemos sino de lo que somos, de fortalecer el espíritu de solidaridad, de comprender que ante un enemigo invisible tan poderoso todos somos igual de vulnerables.
Los seres humanos somos propensos a olvidar, a no asumir como propias las experiencias del pasado, por lo que debemos esforzarnos para recordar siempre que el mundo es vulnerable, que debe cambiar sus prioridades, revisar los procesos productivos, los hábitos alimenticios, la salud y la educación y preocuparnos de manera más propositiva y sincera por el desequilibrio social, la inequidad y la marginación.
Las ganancias que lograremos de ese confinamiento no pueden ser flor de un día, ni olvidarse sin antes haber hecho cambios positivos. Debemos incorporarlos en nosotros y en nuestro entorno.
Uno de los efectos más preocupantes de la pandemia ha sido el aumento de la brecha laboral entre hombres y mujeres a pesar de los grandes esfuerzos en el mundo por reducirla y del interés general para legislar en ese sentido.
En su mayoría las mujeres desempleadas están en el rango de prestadoras de servicios domésticos o desempeñando labores en el sector informal. Por eso la fragilidad de su estabilidad. Para ellas no hay capacitación ni oportunidades. Otra distorsión es que las mujeres que tienen formación pueden estar mejor preparadas, pero no se reconoce ni en el sueldo ni en las posiciones que pueden llegar a tener. Y la mayoría de los jóvenes, que reclamaban oportunidades antes de la pandemia, votaron en las últimas elecciones presas de la incertidumbre
Es innegable que al día de hoy ya estamos casi con los indicadores de 2019 y con previsiones de que vienen tiempos mejores, si es que los políticos y las sociedades saben hacer el trabajo que les corresponde.
El mandatario electo tiene el deber y el desafío de darle confianza al país, a los mercados, ponerse los zapatos de estadista sin dejarse tentar por el populismo. Le tocó a Gustavo Petro ser el presidente de la pospandemia. Su labor será determinante, más que nunca, para el futuro de los colombianos.
Los impulsos de reactivación económica tras la pandemia conllevaron reajustes en los sectores del comercio, minería y construcción
Las empresas del sector de construcción lograron dos lugares en el mencionado top, siendo un gremio que hasta ahora despega