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En la región Caribe, tan sólo Atlántico y Bolívar se encontraban en 2017 en un grado de desarrollo superior en la escala que para efectos de competitividad departamental en Colombia ha definido el Consejo Privado de Competitividad (CPC). La medición de la competitividad que divide el CPC en (i) condiciones básicas, (ii) eficiencia y (iii) sofisticación e innovación, traduce para la región Caribe que solo los dos departamentos mencionados alcanzan medianamente a cubrir sus condiciones básicas (por ejemplo: infraestructura y educación básica), que tienen un potencial relativamente bueno en eficiencia (como educación superior o eficiencia de los mercados) pero que en el factor de sofisticación e innovación deben encontrar sus referentes de competitividad, que no son otros que Bogotá y Antioquia. El resto de los departamentos de la región Caribe están, según esta medición, en etapas embrionarias de la competitividad.
Si se toma una perspectiva más dinámica y particularmente de la posición en el factor de innovación, se observa que tan solo el Atlántico ha podido saltar del sexto (2013) al cuarto puesto (2017) en dicho factor; nuevamente es Bolívar quien lo sigue, pero manteniéndose en la novena posición durante dicho período. Este panorama no es nada optimista, más cuando la innovación supone un desarrollo en la sofisticación y diversificación del aparato productivo y una mayor dinámica empresarial, que, como se nota, es pobre frente a los referentes.
Confrontando los datos del CPC con los del DatlasColombia, este último que mide la complejidad exportadora o en otras palabras la sofisticación y diversidad del aparato productivo para producir bienes y servicios que cumplan estándares internacionales, solamente Bolívar en la tercera posición entre los departamentos medidos puede ser un ejemplo positivo para la región. Nuevamente, Atlántico, aunque en el séptimo puesto, podría destacarse. Sin embargo, cuando se habla de complejidad exportadora potencial, es Atlántico la región que prácticamente dobla a Bolívar, pero ambos muy lejos de los líderes nacionales: Bogotá y Antioquia, que triplican y duplican respectivamente el potencial del Atlántico.
Existen iniciativas que apuntan a la innovación en la región Caribe: los pactos por la innovación propiciados por Colciencias, las apuestas para el fomento de la innovación en Cámaras de Comercio y/o instituciones de educación superior. Sin embargo, sus alcances limitados y la controversia respecto a sus mediciones, pueden bien cuestionar si la orientación es la adecuada. De qué sirve tener unos puntajes relativamente positivos para dos departamentos si el resto de la región apenas está luchando por cubrir sus condiciones básicas y no muestran potencial en la complejidad exportadora, incluso negativa para algunos departamentos. ¿No sería mejor aunar esfuerzos regionales para poder crear y potencializar cadenas regionales de valor, aprovechando las ventajas que tiene cada departamento y que por efectos de localización ya tienen Antioquia y Bogotá?
La tarea está por hacerse, quizás sea el momento de repensar la innovación, ya no como el fin de la competitividad regional, sino más bien como un medio más que se agregue a las condiciones básicas y de eficiencia que se sugieren como factores de la competitividad.
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