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Más allá del deporte, las expresiones culturales y artísticas fueron parte y eje de las justas competitivas.
La huella que dejaron los Juegos Centroamericanos y del Caribe que tuvieron como sede central a Barranquilla en su edición número 23, trascendieron el ámbito deportivo y dejaron para sus habitantes una infraestructura de primer nivel con 13 escenarios que cumplen con los mayores estándares internacionales y dan cuenta de la transformación y crecimiento urbanístico que ha tenido en los últimos años la capital de Atlántico.
Entre ellos destacan los estadios Metropolitano, Édgar Rentería, el Complejo Acuático, el Coliseo Elías Chegwin, el Patinódromo y el Parque de Raquetas, entre otros.
Así mismo, para los 5.850 deportistas de 37 países y más de 138.429 pasajeros que pasaron por el aeropuerto Ernesto Cortissoz, la realización de las justas sirvieron como puente para acercarlos a la cultura regional del Caribe, las tradiciones culturales y artísticas, así como su riqueza gastronómica.
“Gracias a todos los barranquilleros que demostraron ser los mejores anfitriones, ellos también ganaron oro porque contagiaron a todos con su entusiasmo, tuvieron un comportamiento ciudadano extraordinario, diciéndole al mundo que aquí sabemos celebrar y que en este intercambio de culturas regalamos siempre la mejor sonrisa y amabilidad entregando lo mejor”, afirmó Alejandro Char, alcalde de la ciudad.
Durante los Juegos, otro de los eventos que llamó la atención de los turistas fue el Festival del Río en el Gran Malecón, que contó con la participación de 3.000 artistas entre músicos y bailarines, así como una versátil oferta gastronómica, de artesanías y recreación. La cita de promoción cultural tuvo una gran acogida pues recibió a cerca de 702.000 asistentes, destacó la Secretaría de Cultura, Patrimonio y Turismo de Barranquilla.
Yuca, marañón, banano y berenjena son productos con gran potencial.
En 2017, más de 23.000 visitantes de 85 nacionalidades recorrieron los diferentes poblados indígenas de Ciudad Perdida.
