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Lo dicho hasta aquí permite establecer el enorme aporte que el sistema de compensación familiar ha brindado durante siete décadas
Director administrativo de Comfenalco Quindío
Hace 70 años surgió en Colombia un método único e inigualable concebido con la intención de equilibrar las cargas económicas de los trabajadores. Transcurría 1954 y el país atravesaba una aguda crisis económica que golpeaba con dureza los sectores poblacionales de menores ingresos. La iniciativa se gestó al interior de un grupo de empresarios antioqueños que supo interpretar las necesidades de hombres y mujeres con dificultades evidentes para sobrellevar las obligaciones propias de la crianza y el sustento de sus hogares. Ese fue el comienzo del sistema de compensación familiar, una historia que hoy cuenta con más de veintidós millones de beneficiarios a lo largo y ancho de la geografía nacional.
No se trató de aumentar el sueldo, sino de crear una figura especial consistente en que el patrón o empleador aportaba cada mes 4% adicional a su nómina, pero ello no constituía salario, sino que se orientaba hacia el desarrollo de programas de tipo social dirigido al trabajador y su núcleo familiar.
El naciente respaldo económico, que en principio se alimentó del esfuerzo voluntario de los empresarios, empezó a dar frutos muy positivos que dieron lugar al nacimiento de las cajas de compensación familiar del país, entidades que desde esa época han administrado el recurso para fomentar servicios de subsidio familiar, educación, vivienda, recreación, empleo, salud, deporte y cultura, entre otros.
Este factor, que se estructuró con base en principios de responsabilidad social empresarial y que se apalanca desde el entorno que rodea la palabra compensación, presenta un escenario generoso que otorga tres modalidades de subsidio a trabajadores de menores y medianos ingresos, es decir, aquella fuerza productiva ubicada en un renglón salarial entre uno y cuatro salarios mínimos legales vigentes.
El primero se paga en dinero a los hijos menores de edad de los trabajadores o sus padres mayores de 60 años. El segundo tiene que ver con el traslado de recursos a los servicios de la caja de compensación que el trabajador solicita, como por ejemplo cursos de educación, deportes o recreación para que los pueda adquirir de forma más económica. El tercero se redime en especie y se aplica para programas como la entrega de kits escolares o nutricionales.
La Ley 21 de 1982, creada para reglamentar los servicios que de forma natural surgieron de la mano de los empresarios, le ha dado matices al sistema para extender nuevos beneficios dirigidos a los afiliados. El primero, se extiende a la atención de la primera infancia y jornada escolar complementaria mediante el programa Foniñez, que incluso cobija a no afiliados; el segundo, otorga subsidios de vivienda en un rango estimado de treinta salarios mínimos a cada postulante; y el tercero, asiste a trabajadores afiliados que han sido desvinculados laboralmente a través de un subsidio al desempleo.
Lo dicho hasta aquí permite establecer el enorme aporte que el sistema de compensación familiar ha brindado durante siete décadas para equilibrar un poco la balanza de inequidades en el país.
Hoy por hoy, las 42 cajas de compensación familiar que existen en Colombia aportan bienestar y calidad de vida mediante servicios e infraestructura que garantizan el propósito de los esfuerzos sociales con impactos que se miden tanto en las ciudades como en el campo.
Podemos afirmar que el sistema de compensación familiar sigue tan vigente como cuando se implementó porque se constituye en un soporte de desarrollo de nuestra sociedad.
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