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Con el aumento del IVA a 19% en la reforma tributaria, muchos sectores se vieron afectados por lo que fue una reforma agridulce.
El aumento del IVA impactó el consumo
Cierra un año en el que a pesar de las estimaciones iniciales que lo anticipaban como el fin de la desaceleración, no lo fue. Un año que, por lo menos para Colombia, recoge el impacto pleno de un choque internacional por la caída en los precios internacionales del petróleo y en el que se sintieron los resultados de decisiones macroeconómicas difíciles como fue la reforma tributaria de 2016.
Un año en el que la economía mundial consolidó un cambio de tendencia de crecimiento por el cual los países emergentes crecieron menos y los desarrollados recuperaron sendas más atractivas del crecimiento del PIB. Un año en el que la Reserva Federal y los acuerdos Opep definieron en buena medida la volatilidad de nuestra tasa de cambio. Un año en el que quedaron en deuda las grandes reformas económicas de EE.UU. y con ello eventuales impactos sobre nuestras tasas de interés y precio del dólar. Terminó un año difícil en el que la incertidumbre fue parte de la nueva regla.
A nivel nacional el sentimiento es agridulce. De un lado se exacerbó el pobre desempeño económico motivado entre otras por un consumo estancado por el aumento del IVA y una industria postrada que se resiente entre la incapacidad para enfrentar el contrabando y los costos (laborales, tributarios, de energía y logísticos) que la hacen poco competitiva. En este mismo sentido, la construcción fue más débil de lo esperado como resultado de la demora en cierres 4G por el “fenómeno Odebrecht” y la minería apenas empieza a respirar de nuevo.
Un año en el que perdimos de nuevo la lección de competitividad al retroceder posiciones en todos los sistemas de referenciación mundial, explicado entre otros por la peor credibilidad en las instituciones y la debilidad de la locomotora de la innovación. Un año en el que la desaceleración del crecimiento empezó a pasarle factura al empleo y avizora aumento en la tasa de desempleo e informalidad. Un año en el que la volatilidad de tasa de cambio fue la norma, asunto que complicó el manejo financiero de las empresas.
Pero viendo el vaso medio lleno fue un año en el que, por la tendencia trimestral que llevamos, anticipa que 2018 no será peor en crecimiento del PIB. Un año en el que tocamos fondo en el crecimiento económico y en el que la eficaz gestión del Banco de la República ancló de nuevo las expectativas de inflación y al reducir tasas de interés en casi 300 puntos básicos, pone su parte a la recuperación de la demanda interna y con ello del PIB.
Un año en el que mejoramos en el doble déficit fiscal y de cuenta corriente, y con ello redujimos la presión internacional sobre el futuro macro. Un año en el que el sector rural, animado por la producción cafetera, recuperó la senda de mejor crecimiento y generación de empleo rural. Y finalmente un año en el que las exportaciones tuvieron tasas de crecimiento atractivas, mejorando sustantivamente el déficit comercial.
Cerrando el año recibimos la inquietante noticia de que una reconocida calificadora de riesgo baja la calificación del país y nos pone al borde del abismo. Este mensaje no es nada distinto que una motivación a seguir corrigiendo el frente fiscal, a hacer las reformas estructurales que necesita el país y a encontrar estrategias y fuentes de crecimiento de largo plazo.
2018 es el año plataforma para construir desde los avances de 2017 y superar la desesperanza o inquietudes que este pudo dejar. Depende de todos delinear ese futuro promisorio.
El escándalo de Odebrecht y la recuperación del precio del petróleo están en la lista
Entre las cintas aparecen producciones dedicadas a la historia y buenas inversiones en efectos especiales.
Los presidentes de google, paypal y wal-mart stores dieron sus recomendaciones.