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Uniandes y Universidad Nacional, las mejores ubicadas en rankings
Una primera enseñanza es que debe primar el ser humano. La fragilidad que trajo consigo esta situación nos demostró que debemos trabajar con y para el otro
Pedro Salinas, profesor, literato, humanista y propiciador de varias instituciones de educación en Latinoamérica, decía que la misión de la universidad consistía, precisamente, en cumplir lo que su nombre indica: universalidad. Una institución de educación superior, que propenda a asumir el nombre de universidad, debe comprender que el ejercicio educativo propio que se da en instancias superiores debe tener como norte la universitas.
La palabra latina universitas fue usada, por primera vez, por Alfonso X el sabio, con el fin de integrar a los saberes que se adquirían en los Estudios Generales (Studium Generale). Los Estudios Generales eran los centros de altos estudios y Alfonso X quería que estos tuvieran una misión más trascendente que la de solamente formar. Para el rey de la Corona de Castilla, la misión de la universitas es la corporación universal. En otras palabras, la unión de todos los saberes, tradiciones, personas y elementos que hay en el universo con el fin último de lograr una meta común: alcanzar la verdad.
Esta definición, que se remonta al año 1253, sigue vigente. Hoy, 768 años después, seguimos trabajando por lograr que en cada universidad se logre esa corporación, esa unión universal de saberes para alcanzar la verdad. Pero este alcance depende, como siempre se ha podido corroborar en la historia, del entendimiento de las circunstancias. En 1939, el filósofo José Ortega y Gasset, por ejemplo, decía que, debido a las circunstancias vigentes de industrialización y desarrollo económico, era necesario que la universidad integrara, de mejor manera, todo el conocimiento proveniente de las ingenierías. Actualmente, varias universidades escucharon la propuesta de Ortega y Gasset y han trabajado arduamente en el desarrollo de las ingenierías, sobre todo las relacionadas con la informática, consiguiendo, por ejemplo, que, en menos de 50 años, estemos en la cuarta revolución industrial.
Una primera enseñanza es que debe primar el ser humano. La fragilidad que trajo consigo esta situación nos demostró que debemos trabajar con y para el otro. El aislamiento nos hizo valorar la importancia de la cercanía, del contacto humano. Por esto, la misión de la universidad debe centrarse en el desarrollo humano. En el trabajo constante por incorporar en los estudiantes un humanismo íntegro que comprenda el sentido que conlleva nuestra naturaleza.
La segunda enseñanza puede verse en la aceleración de la transformación digital. La cuarta revolución industrial está jalando todos los hilos en los que se moviliza en mundo. La educación no fue la excepción. Por esto, las universidades debemos trabajar por configurar una civilización digital que entienda cómo usar los medios que nos otorga la tecnología, pero siempre con el entendimiento de que el fin último es el bien común. Por este motivo, es necesario crear mecanismos de racionalización de lo digital que no confunda los medios con los fines. Dicho de otro modo, la misión de la universidad de hoy consiste en ayudar a que los estudiantes conviertan la información en conocimiento con criterios claros y fundamentados en el pensamiento crítico.
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