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Colombia suscribió el pacto para cumplir los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. ¿Cómo vamos faltando siete años para la meta?
Los 17 ODS que se acordaron a través de 169 metas para 2030 nos ofrecen un conjunto de termómetros para evaluar el avance logrado
Director del Centro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible
para América Latina y el Caribe de la Universidad de los Andes
A mitad de camino entre la formulación de los ODS en 2015 y lograrlos en 2030, vamos un poco más allá del mensaje ya trajinado de que vamos rezagados, que la pandemia nos frenó el impulso y que el planeta está en crisis climática y ante el colapso de la biodiversidad.
Podríamos decir que la región de América Latina y el Caribe está en una situación agridulce para continuar el camino de la Agenda 2030 y lograr avanzar, con las mejores políticas públicas, las mejores soluciones tecnológicas y las herramientas del mercado, el estado y la comunidad, hacia una vida digna, sostenible y justa para los más de 650 millones de habitantes de la región. Los 17 ODS que se acordaron a través de 169 metas para 2030 nos ofrecen un conjunto de termómetros para evaluar el avance logrado.
Desde su creación, el Centro de los ODS para América Latina y el Caribe (Cods) de la Universidad de los Andes, y como parte de la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (Sdsn) ha hecho un seguimiento a estos 17 ODS y publicado dos informes del Índice de ODS para la región en 2019 y 2021.
Precisamente, en noviembre de este año lanzaremos un nuevo informe del avance de los ODS a 2022. Como anticipo de ese sabor agridulce de evaluación de los logros, podemos mencionar algunos puntos importantes sobre la situación actual y los retos hacia adelante.
Nuestra región ha tenido un papel proporcionalmente menor en las contribuciones mundiales a la emisión de gases de efecto invernadero, aunque presenta unos niveles de vulnerabilidad ante el cambio climático comparativamente muy altos. Cuando evaluamos entonces los ODS 13, 14 y 15 asociados a la acción climática y la protección de la vida terrestre y marina respectivamente, tenemos una región con una riqueza natural inmensa y una perspectiva de producción de energías limpias (ODS 7) muy positiva, pero al mismo tiempo un capital natural altamente amenazado por la degradación de los ecosistemas marinos y la deforestación.
En cuanto a los ODS asociados a la calidad de vida material de las personas como la pobreza, acceso a comida, salud y educación (ODS 1, 2, 3 y 4 respectivamente), podemos decir que estamos “pasando el año raspando” al compararnos con regiones pobres del planeta como África o algunos países del sur de Asia. Sin embargo, siendo la región más desigual del mundo, nos rajamos con las peores calificaciones en el ODS 10 de reducción de desigualdades. Ese “pasar raspando” en el promedio de indicadores sociales esconde desigualdades profundas en nuestros países. No es lo mismo evaluar los indicadores sociales en el norte o el sur de México, o entre Antofagasta y Santiago en Chile, o en la Amazonía, el Pacífico o la Guajira en Colombia frente al interior del país.
Me atrevería a especular, a manera de cierre e invitación a la discusión, que la velocidad del progreso en los 17 ODS dependerá de que resolvamos las profundas desigualdades de la región que frenan las posibilidades de incluir a las poblaciones más vulnerables en motores de progreso basados en productividad, justicia y sostenibilidad.
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