Transformaciones de futuro para las universidades

La pandemia ha sido un catalizador de cambios en la educación superior, no solo en el ámbito de transformación digital, sino en la aceleración de tendencias que ya estaban en marcha. Claramente, las universidades no serán las mismas después de todo lo que han afrontado y la sociedad también tendrá una apreciación diferente de ellas, recobrando la importancia que representa la educación para atender la profunda crisis socio ambiental en la cual nos encontramos inmersos. Frente a esta afirmación se resaltan cambios esperados que por su dimensión e impacto transformarán a las instituciones de educación superior en el corto y mediano plazo.

Esencialmente, se fortalecerá el valor social de la universidad que ahora más que nunca debe ser faro para colocar a su entorno en modo de reactivación humana, social y económica. Es evidente que la pandemia generó una mayor apreciación social de la ciencia. En tiempos de la covid-19 los laboratorios, los centros de investigación, los profesionales de áreas de la salud, ciencias humanas y exactas, entre otros, han reforzado el papel de la universidad como foco de creación, conexión y divulgación del conocimiento.

Asimismo, se deberá dar continuidad y profundizar las transformaciones educativas promoviendo la generación de ecosistemas de aprendizaje centrados en los estudiantes. Esto implica que las universidades sean entornos dinámicos e innovadores en donde se relacionen los protagonistas del aprendizaje, a través de diversas experiencias transformadoras, en variados ambientes (físicos, digitales, híbridos) y con formas pedagógicas y apuestas didácticas orientadas a la formación integral. Desde luego, esta formación apoyada en TIC deberá cumplir con altos estándares de calidad e integrar acciones efectivas de acompañamiento.

En consonancia con lo anterior, la riqueza académica de las instituciones estará cada vez más unida a la oportunidad de contar con rutas de aprendizaje, que dialoguen también con el mundo de las certificaciones, de las insignias digitales y que permitan periodos formativos tanto dentro de la institución, como fuera de ella, nacional e internacionalmente.

Desde luego, esta formación deberá desarrollarse a lo largo de la vida, posiblemente en ciclos cortos, a los que se accede con mayor frecuencia y que permitan la adquisición de competencias que formen para una ciudadanía comprometida con la solución de la profunda crisis socio-ambiental en la cual nos encontramos inmersos. Así mismo, deberán privilegiarse rasgos de innovación y creatividad para el desempeño de profesiones y oficios que como sabemos se descomponen, se reinventan y se transforman dinámicamente. Esto implica retos importantes en la articulación entre educación continua, pregrado y posgrado, llevando a la práctica el concepto de una universidad para todas las generaciones.

Igualmente, las universidades deberán integrarse en más diálogos asertivos con otras partes sociales, generar alianzas que aumenten su valor mutuo, a través de una oferta académica pensada cada vez más desde el trabajo inter y transdisciplinario, y con la opción de hacer rendición de cuentas desde la incidencia del trabajo académico en la solución de problemáticas.

Finalmente, estas trasformaciones precisan una gestión universitaria fortalecida con tecnologías emergentes que permitan la toma de decisiones informadas y en ventanas de tiempo muy cortas que ofrezcan la posibilidad de responder con acciones efectivas. Así mismo, debe contarse con canales de comunicación activos que permitan informar constantemente sobre las decisiones adoptadas y las políticas a implementar en las diferentes etapas de la pospandemia.