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En su aniversario 65, LR hizo un foro en el que se presentaron los retos de las economía a futuro
Las rentas provenientes de la actividad petrolera siguen siendo una fuente importante de ingresos para la Nación
En 1954, año en que se funda el diario La República, Colombia era un país con 13,8 millones de habitantes muy jóvenes --la edad mediana apenas superaba los 17 años-- rurales en un 60% y dotados con una esperanza de vida al nacer que bordeaba los 50 años. No muy sorprendentemente, se trataba de una población bastante pobre con un acceso extremadamente limitado a los servicios de salud y educación.
65 años después, el país es otro y no hay duda que hay avances sustanciales en diversos frentes. El ingreso per cápita se multiplicó por tres en términos reales mientras, el país se urbanizó, la edad promedio se duplicó, las mujeres elevaron notablemente su tasa de participación laboral, al tiempo que la esperanza de vida al nacer supera ya los 74 años.
Ahora bien, a pesar de los avances obtenidos contra un telón de fondo caracterizado por una estabilidad económica y política destacable en el entorno latinoamericano, los desafíos que enfrentamos los colombianos son muy sustanciales. A mi juicio, estos desafíos se pueden agrupar en tres grandes familias: i) avanzar en la disminución de la pobreza de la mano de una mejor distribución del ingreso; ii) progresar en términos de productividad y competitividad; iii) garantizar la sostenibilidad de las finanzas públicas.
Pese a los avances mencionados, resulta inaceptable darnos por satisfechos en materia social. El 26% de la población es pobre y la desigualdad sigue siendo demasiado pronunciada. El país ha avanzado mucho en la lucha contra la pobreza, en grado importante en virtud del soporte técnico que ha respaldado a la política pública durante los últimos tres lustros. El desafío que tenemos es seguir mejorando instrumentos como el Sisben con el fin de focalizar mucho mejor los subsidios que otorga el Estado todos los días.
La productividad no ha avanzado en el país al ritmo que requerimos para soportar tasas de crecimiento a largo plazo superiores al 4% o 4,5%. Esta dificultad requiere combinar acciones inmediatas plazo, tales como los avances en materia de racionalización regulatoria que está en marcha, con acciones a mediano, largo y muy largo plazo. Mejoras en el campo de la infraestructura que logren efectos visibles en el mediano plazo, en conjunto con mejoras en la calidad de la educación, desde el preescolar hasta la educación terciaria y de postgrado, nos ayudarán a efectos visibles a más largo plazo.
Finalmente está el tema fiscal. En las últimas dos décadas la credibilidad e institucionalidad de la política fiscal se han fortalecido enormemente. La ley 617, la ley 715, la ley 819 y la ley 1473 son un ejemplo a nivel internacional de coherencia y de visión.
Los hechos hablan por sí solos: los inversionistas extranjeros han aumentado sus posiciones en Colombia –la IED bruta es casi 6 veces la que había en el 2000 - y el spread relativo que pagamos es inferior al de otros países de la región como Brasil y México. No obstante, las finanzas públicas del país se encuentran aún en proceso de consolidación y las metas de déficit que exige la Regla Fiscal son retadoras.
A pesar de las elevadas tarifas de tributación sobre las empresas –con efectos adversos sobre la inversión, la generación de empleo formal y crecimiento económico-, el recaudo tributario se ha estancado en niveles de 14% del PIB, cifra que es insuficiente para satisfacer la demanda de bienes y servicios que el país requiere. La elusión, la evasión y la informalidad van en contravía de los esfuerzos por alcanzar niveles de recaudo más altos y diversificados. Por otro lado, las rentas provenientes de la actividad petrolera siguen siendo una fuente importante de ingresos para la Nación.
Si bien las discusiones suelen ser más calurosas sobre estos temas, es necesario tener estos debates si queremos que el progreso social que hemos documentado siga formando parte de nuestra realidad. Sin duda la labor que cumplen medios de comunicación como la República es indispensable para lograr dichos objetivos.
En estos 65 años de historia La República ha cumplido exitosamente su función de informar y analizar las diversas coyunturas económicas, políticas y sociales de Colombia y el mundo. A lo largo de estas seis décadas y media, que celebramos con agradecimiento y alegría, el país ha logrado avanzar en muchos frentes y este diario ha sido testigo y narrador de primera línea en las buenas y en las malas. No obstante lo anterior, el camino por recorrer es tan difícil, o quizás aún más difícil, que el camino recorrido. Seguir avanzando va a generar posiciones encontradas y polémicas muy profundas. Y es ahí donde se requiere el aporte de La República en lograr que los debates públicos se amparen en la objetividad, la mesura, el respeto y la seriedad conceptual. Tarea muy compleja en un contexto a veces propenso al facilismo en materia de comunicaciones, a la ligereza del análisis de los acontecimientos y, en algunos casos, incluso permeado por las “fake news” o noticias falsas.
Desde distintas posiciones a lo largo de mi vida profesional he podido evidenciar los cambios estructurales que han permitido que el país sea más próspero y menos desigual que hace 65 años. No me queda más que invitar a los empresarios, medios de comunicación, trabajadores y a la academia de este país a seguir consolidando estos resultados en búsqueda de la equidad, el emprendimiento y la legalidad.
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