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LR 65 años


En su aniversario 65, LR hizo un foro en el que se presentaron los retos de las economía a futuro

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“Un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla”

miércoles, 27 de febrero de 2019

José Manuel Restrepo, ministro de Comercio, Industria y Turismo. Lady zambrano/LR

La política comercial tuvo una evolución constante a partir de la mencionada apertura económica

José Manuel Restrepo Abondano

El desarrollo económico de un país está marcado por constancias y transformaciones. Estas obedecen a dinámicas contingentes y a ejercicios de planeación. La vida de un país puede cambiar en meses, o hacerlo en décadas. Colombia no ha escapado a esa dinámica y, en los últimos 65 años, ha experimentado altas y bajas. Ahora, vive un momento crucial: es tiempo de dar el salto que nos consoliden como una economía estable, próspera y, sobretodo, generadora de equidad.

En estas seis décadas, hemos pasado de ser un país rural a uno eminentemente urbano. El ritmo de crecimiento demográfico, que durante mucho tiempo fue una preocupación central, se redujo drásticamente. Mientras la población urbana aumentó en cerca de 34 millones, la población rural sólo se incrementó en 4,5 millones de habitantes.

De un país eminentemente joven, se ha pasado a uno con mayor concentración en poblaciones mayores. La proporción de los menores de 15 años se redujo de 47% en 1964, a 35% en 1993, y a 26% en 2018. La población en edad de trabajar (15-64 años) ha incrementado su importancia al pasar de 50% a 61% y luego a 66% en 2018. La tercera edad (mayores de 65 años) ascendió de 3,2% a 4,2% y después a 8%.

De una población con una alta proporción de analfabetismo, hemos pasado a tener educación primaria y secundaria casi universal. Mientras en la década del 50 el nivel de analfabetismo rondaba el 40% de la población adulta, en la actualidad ronda el 5%. En igual periodo, la población matriculada a educación primaria pasó del 40% al 91%, y a secundaria del 5% al 98%.

Estos cambios son de singular relevancia por cuanto determinan el volumen y la composición de la demanda por bienes y servicios. Hoy, por ejemplo, las demandas por educación, salud, nutrición, recreación y atención a los menores de 15 años han cedido en intensidad. No ocurre así con la población en edad de trabajar, cuyo acelerado crecimiento actual impone al sector productivo un serio desafío en cuanto a la absorción de una oferta laboral en progresiva expansión. Por su parte, la tercera edad se convertirá en una preocupación creciente de los sectores sociales en las próximas décadas.

En este contexto de profunda transformación no se puede dejar de mencionar cómo ha cambiado el modelo de desarrollo empresarial e industrial en el país, muy de la mano, como no, de la política de comercio exterior, y sus resultados. A mediados de los sesenta, en un contexto de desaceleración económica, devaluación de la moneda y caída del precio del café, se instauró el modelo de Industrialización por Sustitución de Importaciones promovido por la Cepal, el cual buscó impulsar la industrialización del país e impulsar las exportaciones de productos agropecuarios. Sin embargo, hacia la década de los 80 se observó un estancamiento en la actividad industrial en términos de participación en el PIB, así como en el porcentaje de empleados generados.

Los incentivos para el fortalecimiento en formación bruta de capital no fueron suficientes y las inversiones se desviaron hacia el sistema financiero. Esto produjo que el crecimiento industrial no pudiera mantenerse, pues no hubo una orientación hacia el mejoramiento continuo de la industria ni hacia el desarrollo tecnológico.

En este contexto, durante la última década del siglo XX se lanzó el programa de internacionalización de la economía y, posteriormente, la apertura económica, dando paso a una expansión de productos nacionales y extranjeros, a nuevas formas de crédito y a un mayor acceso a bienes de capital y tecnológicos por efecto de precios. Acompañando este proceso empresarial, se adelantó un proceso de modernización y actualización de infraestructura eléctrica, transporte carretero, infraestructura portuaria, aeroportuaria y transporte multimodal a nivel nacional, que aún hoy continúa.

A pesar de lo anterior, Colombia tiene a un problema neurálgico que impide un mejor posicionamiento competitivo del país: el débil desempeño productivo del tejido empresarial. En los primeros 16 años del milenio, el crecimiento anual promedio de la productividad total de los factores de Colombia ha sido negativo (-0,2%).

La situación anterior explica la incapacidad sistemática del país para converger a los niveles de ingreso per cápita de las economías más desarrolladas en las últimas décadas.

Esto representa un problema estructural para la economía colombiana y pone en entredicho su capacidad de crecer a tasas superiores al 4%. Pese a los niveles históricos en inversión privada, estos no han estado acompañados de una mayor productividad.

De otro lado, la política comercial tuvo una evolución constante a partir de la mencionada apertura económica. En primera medida, hubo un resurgimiento de iniciativas de integración comercial. Colombia profundizó el tratado con la CAN (1993) y firmó un tratado con México (1995). Posteriormente, como parte de la estrategia para impulsar el crecimiento económico, el país impulsó el comercio internacional mediante la suscripción de acuerdos comerciales de cuarta generación, con miras a profundizar las relaciones con los socios principales, diversificar la oferta exportadora, ampliar mercados y atraer inversión extranjera. A partir del 2005 han entrado en vigencia 10 Acuerdos Comerciales, gran parte de ellos, con países o grupos de países fuera de Latinoamérica.

Actualmente tenemos 16 acuerdos de libre comercio en vigor, acceso a más de 60 países y más de 1.500 millones de consumidores a través de esta red. Sin embargo, el impulso evidenciado en algunas de las variables características del comercio exterior de manera posterior al 2010 fue fruto del drástico aumento de los precios del petróleo, así como de otros bienes minero-energéticos.

A finales de la primera década del siglo, las crisis extranjeras (como la crisis subprime y la caída de la demanda de China) produjeron una contracción en la demanda mundial de bienes commodities, la cual, junto con el desplome de los precios internacionales del petróleo, provocó una caída de las exportaciones de alrededor del 15% promedio anual entre 2012 y 2016.

Luego de un ajuste al alza de los precios del petróleo en 2017, las exportaciones tuvieron una leve recuperación. Sin embargo, la volatilidad de los precios de este bien así como la de los precios de los commodities evidencian la necesidad de diversificar la canasta exportadora, principalmente hacia productos con una mayor complejidad y que generen mayor valor agregado, que jalonen una verdadera transformación productiva.

Entre varios indicadores, uno en particular resulta demoledor frente al balance de la política comercial en Colombia: mientras en 1960 las exportaciones representaban el 15,69% del PIB, en el 2017 representaron el 14,55%. Lo anterior permite evidenciar que Colombia, por más esfuerzos que ha realizado, no es una economía con vocación exportadora. Ni la apertura de comienzos de los 90, ni la estrategia iniciada desde 2011 de firmar acuerdos comerciales, lograron que la economía colombiana se volque hacia los mercados internacionales. Con un crecimiento promedio de las exportaciones de entre un 5 y un 6% como el evidenciado desde 1960, el país no podrá dar saltos significativos en materia de ingreso per cápita. Sumado a lo anterior, la exposición al riesgo del precio de las materias primas es muy alto y limita el crecimiento potencial del país.

Y es bajo este escenario que cobra particular relevancia la frase “un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla”. Sabemos que los esfuerzos realizados en los últimos 65 años han alcanzado para tener unos avances relevantes en materia de educación y de salud, pero que en materia de desarrollo económico no hemos podido consolidarnos como un país destacado a nivel internacional.

Hemos vivido periodos cortos de alto crecimiento montados sobre los vaivenes de los precios de los commodities: a veces el café, otras el petróleo o el carbón. Sin embargo, para alcanzar un lugar destacado en el orden internacional debemos implementar estrategias que nos permitan crecer a doble dígito en exportaciones. Y no cualquier tipo de exportaciones, no podemos seguir apoyados en la exportación de materias primas y en general recursos naturales para promover un crecimiento que genere equidad.

Este gobierno, el del presidente Iván Duque, está jugado por la exportación de productos manufacturados, por fortalecer el apoyo a la exportación de servicios y fomentar el desarrollo sostenible de turismo en nuestro país, un sector que hoy crece por encima del promedio mundial y que, con el apoyo indicado y una articulación fuerte entre el sector público y los privados, se puede consolidar como nuestra principal fuente de crecimiento económico.

Para diversificar nuestras exportaciones, sofisticar el aparato productivo y exportar bienes más complejos, estamos apuntando a sortear algunos cuellos de botella que en la actualidad limitan nuestra capacidad para insertarnos de manera más decidida y exitosa en el comercio internacional: la productividad de las empresas, que queremos mejorar a través de modelos como Fábricas de Productividad y el desarrollo de proveedores; y el entorno competitivo en el que desenvuelven las empresas, que estamos mejorando eliminando trámites y trabas por medio de la campaña Estado Simple, Colombia Ágil y mejorando condiciones para el comercio exterior por medio de la Mesa de Facilitación de Comercio.

De nosotros depende hacer de este un momento histórico para nuestro país; si queremos contar una historia de éxito al cabo de los siguientes 65 años o si queremos continuar relativizando los indicadores para identificar resultados destacados. Vamos a trabajar de manera conjunta y comprometida no solo al interior del gobierno, sino con el empresariado, con la academia y con la sociedad civil, logrando consensos en búsqueda de un mejor país, de un país más equitativo.

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