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Como barranquilleros o residentes en esta bella ciudad tenemos el deber de ser corresponsables con la preservación de lo logrado
Rector de la Universidad Simón Bolívar
El desarrollo urbano y la transformación productiva de su sector empresarial en los últimos 14 años le han merecido a Barranquilla posicionarse en el centro de las miradas del país. Es frecuente que mandatarios y empresarios de otras ciudades colombianas y de otros países vengan a conocer cómo ha evolucionado, qué políticas se han implementado, qué decisiones se han tomado y cuál es el grado de participación ciudadana, para aplicarlas como modelos de desarrollo en sus entes territoriales.
Esa posición destacada, que le ha dado gran impulso a sus niveles de competitividad, es posible a través de la integración sinérgica y virtuosa entre el sector gubernamental o estatal, la academia, la empresa y la sociedad, esa cuádruple hélice tan necesaria para la innovación, los avances científicos y tecnológicos y para elevar los niveles de productividad que impacten positivamente la calidad de vida de la población y produzcan transformación social. En este escenario, es clave que la sociedad barranquillera sea consciente de la interdependencia del equilibrio ambiental y la calidad de vida del hombre. La sobreexplotación de los recursos naturales, la contaminación, el deterioro de los hábitats naturales, la modernidad, la deforestación y el inadecuado manejo de los residuos sólidos aceleran la pauperización del medioambiente que impacta negativamente en el bienestar humano. Por ello, es primordial promover la preservación de entornos ecológicos. La Ciénaga de Mallorquín, una de sus principales reservas naturales, fue una red de penínsulas, islas y lagunas costeras conectadas entre sí, llena de bosques de manglar, que tenía un dinámico y permanente intercambio de agua y sedimentos con el río Magdalena, hasta 1935, cuando la construcción de los tajamares segó gran parte de los canales de comunicación con el río y el mar Caribe, alterando la salinidad adecuada para la supervivencia de los mangles y la fauna de este estuario.
Un diagnóstico de la CRA, en su plan de acción 2012-2015, señala que la ciénaga perdió, entre 1980 y 2010, unas 650 hectáreas (43,18% de su extensión), mientras que el retroceso de su línea de costa fue de 2.200 metros. En el lapso de los últimos 70 años, lamentablemente transformamos este pulmón natural en una especie de alcantarilla gigantesca con todas sus connotaciones ambientales nefastas. Por eso es vital el proyecto, bastante adelantado, de recuperación de la ciénaga, liderado por el alcalde Jaime Pumarejo, que abarca un centro de investigación científica y la revitalización ambiental del cuerpo de agua y sus especies marinas y terrestres, además de la construcción del ecoparque con senderos ecológicos, miradores palafíticos y ciclovías. Este proyecto es clave en la iniciativa de convertir a Barranquilla en la primera biodiverciudad de Colombia.
Como barranquilleros o residentes en esta bella ciudad tenemos el deber de ser corresponsables con la preservación de lo logrado (parques, canalización de arroyos, estadios, etc.) y continuar trabajando por la superación de temas pendientes como el deterioro medioambiental, inseguridad, pobreza y desempleo. A sus 209 años, Barranquilla se consolidó como capital del Caribe y ciudad líder, y vivimos una transformación que nos llena de orgullo y nos motiva a cantar al unísono: “Da su voz y su músculo al progreso; Barranquilla, procera e inmortal”.
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