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El surgimiento de la camisa blanca nace en el guardarropa masculino del siglo XIX como prenda interior en el periodo victoriano
Un elemento infaltable en el armario de cualquier hombre y mujer es la camisa clásica blanca de botones y mangas largas. Esta prenda icónica ha tomado un rumbo predominante en la historia de la moda, ya que no solo es un componente de uso cotidiano, sino que ha llegado a representar elegancia, clase y poder.
El surgimiento de la camisa blanca nace en el guardarropa masculino del siglo XIX como prenda interior,convirtiéndose en tendencia durante el periodo victoriano de ese centenario que va aproximadamente desde 1837 a 1901, en el que el Reino Unido se encontraba en una etapa de desarrollo económico debido a la Revolución Industrial y la monarquía parlamentaria.
A partir de esto se desarrolló un fenómeno en relación con las prendas exteriores masculinas, como las chaquetas, los trajes tipo sastre y los pantalones; se empezaron a utilizar de colores oscuros, fenómeno que se denominó “la renuncia masculina”, título establecido por un teórico inglés, según explicó Santiago Romero, maestro de artes en diseño para hombres, de la University of the Arts London.
“Esta era habla de cómo el hombre, a partir de la finalización de la Revolución Francesa e inicios de la Industrial, empieza a utilizar muchos trajes externos negros, lo que hace que las prendas interiores tengan un contraste con vestimentas blancas que eran interiores en lino y entre estas, estaba la camisa blanca”, agregó.
La importancia de estos cuellos y puños radicaba en la representación de personas adineradas. En ese contexto, no todos podían darse el lujo de lavar sus prendas frecuentemente o con cada uso.
“Esta idea se le adjudica a Hannah Montage, en 1820, una mujer de Nueva York quien tenía un esposo que estaba absolutamente obsesionado con que sus camisas fueran de color blanco impoluto; así que ella, para ahorrar tiempo, empezó a despegar los cuellos y los puños. Hay muchos historiadores que determinan que esas prácticas también pudieron surgir en Europa, pero fundamentalmente esa persona empezó a poner en tendencia esta práctica”, dijo.
Las modas masculinas debían ser atemporales y rígidas, los diseños de las camisas variaban relativamente poco. Todo esto está relacionado con características masculinas, con la limpieza, el deporte y, en general, aspectos promovidos por la higiene, en eso se traduce el vestuario.Según explicó el experto, tener una camisa limpia muestra una integridad física que denota moralidad, unos valores que estaban muy distantes en el siglo XIX y fueron retomados en la segunda mitad del siglo XX, entre 1948 y 1949, cuando la moda se convirtió’ en algo binario y elegante.
“Hacia 1960 las modas se vuelven muy similares en cuanto a los elementos masculinos y femeninos, el hombre retoma el uso del vestido negro y la camisa blanca después de la guerra, cuando se presentaron unos cambios sociales importantes en el mundo. Iniciando la segunda mitad del siglo XX se configuró estos hábitos y vuelve a existir esos valores clásicos”, explicó Romero.
La camisa blanca nuevamente se mantiene como esa prenda de vestir que es inamovible, que tiene algunas variaciones en sus pecheras, en el sistema de cierre y la botonadura. Esta resuelve una necesidad de representación de valores considerados como masculinos.
“La camisa blanca es una prenda atemporalmente en evolución, se ha reinventado y adaptado a todos los estilos, climas, tiempos y ocasión de uso. De la oficina a una gala, la camisa blanca puede ser una protagonista inolvidable, muchas escenas icónicas que a través del tiempo nos inspiran y no olvidamos”, comentó Beatriz Camacho, diseñadora colombiana.
Durante los años 60 inició una inclusión de la mujer al mundo laboral, pero durante los años 80, en Norteamérica, las mujeres para poder ascender en ese mundo de hombres empezaron a utilizar una serie de prendas de vestir masculinas como el traje sastre y la camisa blanca, incorporándola gradualmente en su vestuario.
Cabe resaltar que esta prenda de vestir contiene una gran variedad de elementos propios e históricos, además hay unas prácticas sociales y culturales en la confección y transformación de la misma, que la hace imprescindible en el closet masculino y femenino.
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