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Para muchos, las vacaciones se han convertido en una fuente de ansiedad en lugar de un momento de descanso. La dificultad de disfrutar del tiempo libre es una constante
En un mundo que glorifica la productividad, las vacaciones, lejos de ser un momento para desconectar y descansar, se convierten para muchas personas en toda una fuente de ansiedad. La dificultad para “no hacer nada” sin sentirse culpable plantea algunas preguntas fundamentales sobre las creencias culturales, el rol de las empresas y el impacto que tiene esta incapacidad de desconexión en la salud mental.
Angie González Ahumada, CEO de Salud Mental & Bienestar Integral Sana Mente SAS, explica que la culpa por descansar tiene raíces profundas que se remontan a la infancia. “Desde pequeños se nos enseña que ser productivos es sinónimo de valor personal. Frases como ‘si no te esfuerzas no serás nadie’ nos condicionan a sentir que parar es un acto de rebeldía”, asegura. Estas creencias arraigadas nos llevan a glorificar la actividad constante, alimentando la idea de que el descanso es innecesario o incluso dañino.
El impacto de esta mentalidad es claro: la salud mental y física se ven afectadas cuando no se permite una desconexión completa del trabajo. González utiliza una metáfora contundente para ilustrarlo: “imagina un carro cuyo motor nunca se apaga. Eventualmente se sobrecalienta y deja de funcionar. Lo mismo ocurre con nosotros: no desconectar aumenta el cortisol, la hormona del estrés, lo que puede derivar en agotamiento físico, emocional y mental”. Este estado de alerta constante afecta el ánimo, disminuye la creatividad y genera problemas de concentración, sumiendo a las personas en un círculo vicioso de insatisfacción y agotamiento.
En este contexto, el papel de las empresas es crucial para garantizar que los empleados puedan disfrutar de sus vacaciones sin remordimientos. Lina Pastrana, Executive Manager de Michael Page, señala que es indispensable que las organizaciones adopten políticas claras de desconexión laboral. Estas pueden incluir horarios laborales definidos, días de descanso obligatorios y la prohibición de contactar a los empleados fuera de horario. “Un ambiente laboral saludable, donde se valore el bienestar de las personas, facilita que los empleados puedan descansar sin culpa”, explica.
Las empresas también pueden fomentar la desconexión proporcionando herramientas tecnológicas que la respalden, como sistemas que desactiven automáticamente las notificaciones laborales fuera de horario. Sin embargo, Pastrana enfatiza que el ejemplo debe venir desde arriba: “no podemos esperar que los empleados se desconecten si desde la alta dirección no se promueve este hábito”.
Para quienes experimentan culpa al intentar desconectar, González sugiere abordar el descanso desde una perspectiva compasiva. “Aprender a ‘no hacer nada’ requiere un cambio de enfoque. En lugar de verlo como tiempo perdido, considérelo como un espacio para cuidar de usted mismo”, afirma. Practicar mindfulness, desconectarse de estímulos digitales y establecer límites claros con el trabajo son estrategias clave para facilitar esta transición. Incluso, dedicar unos minutos al día a actividades que brinden placer y relajación puede ser un primer paso hacia un descanso pleno.
Por su parte, Pastrana recomienda planificar las vacaciones con antelación para reducir preocupaciones. Delegar tareas pendientes, organizar el trabajo antes de salir y comunicar al equipo las expectativas sobre la desconexión son acciones que permiten disfrutar del tiempo libre sin interrupciones. Además, destaca la importancia de preparar un plan de contingencia para emergencias, lo que brinda tranquilidad tanto al empleado como a la organización.
El ocio no es un lujo, sino una necesidad. Ambas expertas coinciden en que permitir espacios de descanso sin culpa tiene beneficios significativos. Desconectar reduce los niveles de cortisol, mejora el estado de ánimo, fortalece las relaciones interpersonales y fomenta la creatividad. Es más, actividades simples como caminar, leer o compartir tiempo con seres queridos tienen un impacto positivo en la salud emocional y mental. Es importante reconocer cuándo la incapacidad de desconectar puede ser un síntoma de un problema profundo, como el síndrome de burnout.
Señales como el cansancio extremo, la irritabilidad constante y la sensación de inutilidad no deben ignorarse. Estos síntomas indican la necesidad de un cambio urgente en los hábitos y las expectativas, tanto personales como laborales. El descanso no solo es fundamental para el bienestar individual, sino para la sostenibilidad de los equipos y organizaciones. Reconocer el valor del ocio y aprender a desconectar es una inversión en la salud, la creatividad y la calidad de vida. No es un acto de rebeldía sino un acto de cuidado.
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