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La historia del aguardiente comenzó con productores de perfume
La primera marca del país fue Amarillo de Manzanares de Caldas, que fue formulado en 1905 por don Juan de Dios Echeverri
Proveniente del latín aqua arden, la historia del aguardiente en Colombia podría iniciar con uno de los viajes de Cristóbal Colón en 1493 cuando trajo algunos vástagos de caña de azúcar para ser cosechados.
Jorge Enrique Machuca, gerente de la Empresa de Licores de Cundinamarca, complementa la historia explicando que los franceses llegaron al país para hacer inyección de capital y generar empleo con sus fabricas de perfumes. Sin embargo, no les fue bien por lo que en Cundinamarca hicieron una alianza con el gobernador Agustín Morales para crear la Empresa de Licores de Cundinamarca y empezar a producir destilados como aguardiente, ron y ginebra.
Esta alianza se dio ya que desde sus inicios la producción del aguardiente ha estado monopolizada por el Estado y cada departamento tiene su licorera, así como su propia marca.
En su momento esto generó ingresos importantes, que en 1847 significaban cerca de 5,6% del PIB, y alcanzaron 6,7% a 1851 para el Gobierno, cuando la descentralización de rentas dio por terminado el estanco del tabaco y se entregó a las provincias las rentas del aguardiente, pólvora y venduta, entre otros, hasta 1905 cuando Rafael Reyes constituyó un periodo de reconstrucción de la economía nacional después de la guerra de los Mil Días, la cual había sumido al país en una fuerte crisis fiscal.
En ese momento, según analizó en un artículo de la revista de la Universidad de los Andes, Sylvia Beatriz Díaz, se “impuso un sistema de corte centralista que nacionalizó las rentas de licores, degüello y tabaco, manejadas anteriormente por los departamentos, comprometiéndose a darles una participación anual. En el periodo estas rentas ya representaban para el Gobierno Central cerca entre 10,42% del PIB en 1905 y 14,10% en 1909”.
Durante los mismos años, con el fin de popularizar el aguardiente y quitar del camino a las bebidas autóctonas del país, como lo eran la chicha y el guarapo, el gobierno comenzó una campaña en contra de estas asegurando que enloquecían a la gente y enviando a la cárcel a quienes las comercializaran.
En 1905 se creó formalmente la primer marca de aguardiente llamada Amarillo de Manzanares, producida en este municipio en Caldas y hasta 1943, mediante la ordenanza No. 13 de 1943, se creó la Industria Licorera de Caldas encargada de producirlo.
Por los mismos tiempos, en 1909, la Nación vuelve a entregar a los departamentos el dominio sobre las rentas y fabricación de los licores y para 1923, solo la empresa de Licores de Caldas ya tenía un renta anual de un millón de pesos oro, que significaban cerca de 33% del presupuesto del Departamento, que para ese momento era de casi $2.952.916.
En esta época, el desarrollo de este licor se hizo popular, sobre todo en el siglo XIX con la tensión que se vivía en el país entre los partidos políticos, que llevaba a que las personas encontraran en esta bebida espirituosa una medicina que los llenara de alegría, les quitara el estrés y las tristezas. En este tiempo los grados de alcohol del aguardiente oscilaban entre 35° y 40°, concentración que ha bajado en los últimos 20 años a un promedio de 28°.
Ya en los últimos años, a pesar de ser una de las bebidas insignia, la llegada de nuevos licores ha causado una caída en las ventas, pues según Euromonitor, entre 2012 y 2017 hubo una baja de 35,7% en los litros de aguardiente vendidos, representando una caída de $500.000 millones en las ventas en ese periodo.
Sin embargo, esto no quita que siga significando un aporte importante para los departamentos, que recaudaron por impuesto al consumo, únicamente de aguardiente, $648.201 millones en 2016, $694.727 millones en 2017 y $621.673 millones en 2018. Por ello, Mauricio Vélez Maldonado, gerente de mercadeo de la Industria Licorera de Caldas, resaltó que “el aguardiente sigue siendo el licor de los colombianos y tenemos que hacer mucho como productores para que sus ventas vuelvan a crecer, innovando para todos los gustos”. A lo que Machuca agregó que “aunque la venta ha bajado, innovaremos con presentaciones, productos e imagen”.
De esencias y no de sabores
La bebida espiritual de Colombia está compuesta por agua, alcohol, anís y esencias. Aunque todos los aguardientes tienen esta base, en cada departamento preparan su licor variando las esencias que generan sensaciones organolépticas como el picor en la boca y en el estómago de los licores con picante, o la refrescancia de los que tienen un toque herbal.
Al no tener un sabor determinado esta bebida no tiene recordación en la boca, pero en un principio había algunos aguardientes saborizados como el Amarillo de Manzanares que se consumían con limón y sal.
El Néctar de los dioses
Uno de los primeros destilados de la Empresa de Licores de Cundinamarca en 1905 fue la ginebra que no fue exitosa pues sus sabores y esencias no gustaron a los locales, pero desarrollaron rones y diversos aguardientes que fueron bien recibidos.
Sin embargo, entre 1940 y 1950 tomaron la decisión de concentrarse en producir solamente un tipo de este último destilado por lo que tenían que escoger entre el aguardiente Platino, Tequendama, Suave o Nectar.
Inspirados en la diosa griega Hebe que era la encargada de servir el néctar de eterna juventud a los dioses decidieron dejar esta última marca que se ha desarrollado a lo largo de los años con diversas esencias y presentaciones.
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