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La competencia ha sido un vívido recordatorio de que los mensajes silenciosos son los comunicados de los impotentes
Llaman al fútbol el juego hermoso, y los momentos espectaculares de su mayor escaparate, la Copa del Mundo, permanecen en el ojo de la mente como joyas.
Piense en Geoff Hurst levantando el techo de la red en Wembley para conseguir el único triunfo de Inglaterra en 1966; o el argentino Diego Maradona bailando el tango con los defensores de Inglaterra en 1986 antes de anotar el mejor gol en la historia de la competencia.
Algunos deportes pueden evocarse a partir de sus estadísticas: béisbol, cricket. Pero el fútbol, o fútbol, como lo conoce la mayor parte del mundo, cobra vida en instantes llamativos, segundos de drama inolvidable.
Esto ha sido cierto en las primeras etapas del torneo de Catar, aunque no necesariamente de la manera que esperaban los comentaristas. Hasta ahora, ha sido un teatro de simbolismo, y una audiencia mundial de millones ha sido testigo de gestos políticos extraordinarios, además de registrar los que, al final, no se cumplieron. La competencia ha sido un vívido recordatorio de que los mensajes silenciosos son los comunicados de los impotentes y, a menudo, sorprendentemente efectivos.
Antes de su primer partido contra Inglaterra, el equipo iraní se negó a cantar su himno nacional, un valiente acto de insubordinación destinado a los ojos de la teocracia en Teherán y de los seguidores del equipo en apuros en casa. Siguió a meses de disturbios por la muerte de una joven iraní, Mahsa Amini, que fue arrestada por la “policía de la moralidad” del país por presuntamente transgredir estrictos códigos de vestimenta. Las autoridades iraníes dicen que murió de un ataque al corazón, pero muchos creen que fue asesinada y golpeada mortalmente bajo custodia policial.
En el Reino Unido, el comediante y actor anglo-iraní Omid Djalili instó a los jugadores de Inglaterra a fingir que se cortan el cabello cuando marcan un gol. El “corte de cabello” se ha convertido en un símbolo de desafío en Irán, donde las mujeres se cortan el cabello y queman sus hijabs.
El equipo no ha adoptado el gesto. Pero los jugadores se arrodillaron antes del saque inicial contra Irán. Este acto de protesta silenciosa es ahora una característica establecida de los partidos de la Premier League en Inglaterra, aunque tiene sus críticos en el Reino Unido y los EE.UU., donde se originó.
El capitán de Inglaterra, Harry Kane, y su homólogo galés, Gareth Bale, habían indicado que querían usar un brazalete de "One Love" en los partidos. Muchos esperaban ver esto como una expresión de solidaridad con las personas en Catar (y en otros lugares) que enfrentan severas sanciones por expresar su sexualidad en público. Pero la Fifa, el organismo rector del fútbol mundial, advirtió que un jugador que muestre dicho símbolo podría esperar una sanción en forma de amonestación. En su lugar, la Fifa ha autorizado los brazaletes de “No discriminación”.
¡Aquí hubo una ráfaga de imágenes potentes en la mezcla de Inglaterra contra Irán, y todo antes de que se pateara una pelota!
Para los que no tienen voz, la protesta muda es una declaración contundente de oposición. Hay una poderosa implacabilidad al respecto. Las madres de los desaparecidos en Chile atrajeron la atención mundial en la década de 1970 después de mostrar en silencio fotografías de sus hijos perdidos. Las protestas pacíficas en la plaza Tahrir, Egipto, en 2011 ayudaron a provocar la caída del presidente Mubarak, quien se convirtió en el primer líder árabe en ser juzgado en un tribunal civil como cualquier otro ciudadano.
La reprensión no expresada también se ha abierto camino en el arte de las sociedades donde la disidencia no se puede expresar claramente. En 2008, el humanitario y artista chino Ai Weiwei, que hoy vive en Portugal, fue lo suficientemente aceptable para el gobierno de Beijing como para trabajar en el Estadio Nido de Pájaro para los Juegos Olímpicos, el único rival de la Copa del Mundo como la mayor atracción deportiva del planeta.
Pero mientras vivía y trabajaba en China, Ai también se embarcó en una serie de ollas con un mensaje astutamente satírico. Sus jarrones de Coca-Cola combinan el logotipo de la omnipresente gaseosa con cerámica producida según la tradición de la tierra natal de Ai. Sin nunca hacer su punto explícitamente, el artista estaba criticando un régimen chino atrapado entre el largo pasado del país y las exigencias del capitalismo internacional. En esto, Ai estaba diciendo cosas que solo puede poner en palabras ahora que vive en el extranjero.
Llegar a un acuerdo con una élite dirigente, sensible a cualquier desaire, real o imaginario, ha sido un reto delicado a lo largo de la historia del arte. El maestro español Goya es a menudo descrito como un artista de la corte, como si hubiera sido un perrito faldero de la monarquía madrileña. Pero muchos críticos dicen que su retrato grupal de una dinastía gobernante de aspecto dispéptico, “Carlos V de España y su familia” (1800-01), es un derribo alucinante de un rey débil y engañado y sus parientes.
El cuadro es también un homenaje a la obra maestra de todos los tiempos del arte cortesano español, “Las Meninas” de Velázquez (1656). Si la oferta de Goya no está del todo en la misma liga, bueno, tampoco estaba disponible para él la selección de miembros de la realeza, o al menos eso parece decir el artista.
El compositor ruso Dmitri Shostakovich fue uno de los hombres más valientes que jamás haya existido. A pesar de un miedo siempre presente a la muerte o al destierro al gulag, que fue el destino de tantos artistas durante el "Gran Terror" de Stalin, Shostakovich introdujo de contrabando tropos burlones en su música: sus gestos de resistencia eran audibles, por supuesto, pero los del compositor La apuesta era que el tosco y brutal dictador no tenía oídos para escucharlos.
Los judíos eran un objetivo particular para la liquidación, pero Shostakovich, que era gentil, introdujo elementos musicales judíos en sus composiciones, incluida la música tipo klezmer en el final de su "Piano Trio No. 2", para piano, violín y violonchelo. En 1948, cuando los matones de Stalin estaban acorralando a los escritores, poetas y actores judíos de Rusia, Shostakovich compuso el ciclo de canciones “De la poesía popular judía”. Incluía piezas que una audiencia judía habría entendido como una respuesta a las dificultades de practicar su fe en la Unión Soviética.
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