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Para Colombia la lección es clara: el capitalismo eficiente es aquel que amplía la base de ciudadanos que pueden participar en la propiedad y los beneficios de la economía. Democratizar el capital es tarea pendiente
La noticia del acuerdo entre el Grupo Gilinski y el Grupo Empresarial Antioqueño (GEA) desbloquea una situación que parecía inamovible. Se reporta en los medios que los compradores se quedan con Nutresa a cambio de cesar los intentos por adquirir el Grupo Sura y Argos.
Para las organizaciones involucradas es una buena noticia pues libera a sus directivos y empleados de la zozobra de no conocer su futuro ni el de las empresas para las que laboran. Trabajar en un ambiente de tanta incertidumbre hace imposible una adecuada planeación y ejecución de programas y proyectos.
También es positivo para la imagen internacional de estos dos grupos cuyo devenir había quedado suspendido en el tiempo, con todos los efectos colaterales en materia de análisis de riesgo, acceso al financiamiento o valoración de sus acciones y portafolios de inversión.
Es una mala noticia para las grandes firmas de abogados de Colombia y del exterior que habían encontrado una mina de trabajo en las innumerables disputas legales entre los dos contrincantes. Es de suponer que el acuerdo incluye el retiro de estas acciones.
Este combate demostró dos cosas: la primera de ellas es que el valor de estas empresas que reflejaba el mercado bursátil no era el correcto. La puja puede haber llevado los valores a niveles excesivos, pero en cualquier caso es evidente que las empresas estaban subvaloradas en el mercado. El segundo elemento que quedó al descubierto es lo baratas que resultan las empresas colombianas en este momento.
El efecto de un peso débil y la caída tendencial del índice Colcap, cuyo nivel máximo se registró en octubre de 2010, confirman que el país sufre por no tener un mercado de valores diversificado y profundo.
La pregunta de fondo es si el tema se quedará en este empate aparente.
Para el GEA la lección ha sido dolorosa pues desnudó vulnerabilidades en su estructura y operación. Fueron sorprendidos y desafiados en su propio patio y estuvieron cerca de perder el control de un emporio que sin duda requiere reingeniería. Las cosas no pueden seguir siendo como antes de la OPA.
Para el Grupo Gilinski, el proceso los catapultó como jugadores de primer rango a nivel internacional. La ingeniería financiera y la solidez de los apoyos que lograron estructurar confirman la importancia de este conglomerado que no ha dicho su última palabra. Muy seguramente estarán analizando otras opciones que les permitan comprar las gangas empresariales que hoy abundan en la economía nacional.
De esta experiencia, los empresarios tienen mucho que aprender. La primera lección es que, por bajas que sean las tasas de interés en un período de tiempo, apalancar el crecimiento solo con deuda es siempre más riesgoso. Otra lección es que la baja rentabilidad de las acciones medida por dividendos distribuidos, termina por exprimir a los pequeños accionistas y concentrando la propiedad en unos pocos lo que tampoco es saludable ni inteligente.
Seguimos sin entender que canalizar de manera eficiente, a través de emisiones de acciones, el ahorro de los colombianos es una pérdida de eficiencia financiera que destruye una parte del valor generado por las empresas.
Para Colombia la lección es clara: el capitalismo eficiente es aquel que amplía la base de ciudadanos que pueden participar en la propiedad y los beneficios de la economía. Democratizar el capital es una tarea pendiente de nuestra sociedad.
La nueva OPA busca entre 9,6% y 12% del emisor. El periodo de aceptación irá del 6 al 25 de abril, aunque se podrá extender la fecha
La principal movida del grupo ha sido asegurar que la oferta se encuentra por debajo del valor real de las acciones de la compañía
El próximo lunes 29 de noviembre se tiene previsto que se publique, fecha en la que inicia el periodo de aceptaciones de la OPA