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La meta de las empresas es impulsar la economía circular, la carbono neutralidad y la sostenibilidad de las operaciones
A inicios de mayo, Paula Durán, directora de Sostenibilidad de Corficolombiana, señaló en una de las portadas de LR que “ser sostenible es la nueva forma de hacer negocios”, una afirmación que, pese a que hoy es de entendimiento cuasi universal y de amplia asimilación en la comunidad empresarial, hace tan solo unos años atrás resultaba una manifestación un tanto gaseosa de conceptos que parecían no tener aplicación práctica.
Pues bien, como lo sugirió Durán, esta nueva forma de hacer negocios, al tener como eje principal la óptima utilización de los recursos, ayuda a configurar un sistema productivo que responde con mayor precisión a las demandas del nuevo consumidor, lo que, sumado a la eficiencia económica obtenida, impacta favorablemente la rentabilidad de las empresas. Es tan así el tema que, de hecho, se ha empezado a cuantificar lo que supone la promoción de los modelos sostenibles. De acuerdo con un estudio de Bain & Company, se calcula que 78% de los inversionistas globales le daría más énfasis a la sostenibilidad, frente a lo que lo hicieron cinco años atrás.
Por esta razón, y con la intención de sumar a la conversación sobre la sostenibilidad en el entorno privado, vale la pena referirse al valor que ha venido adquiriendo la economía circular a nivel local. Ésta, entendida como un modelo en el cual se extiende el ciclo de vida de los materiales y productos, se minimizan los residuos, y se rompe con el esquema tradicional de “producir para desechar” de la economía lineal, marca una tendencia en la generación de valor para el usuario moderno.
Una de las referencias más recientes, y que, seguramente habrá escuchado, es la del edificio Legacy de la Universidad Ean en Bogotá, que además de tener un diseño que disminuye el consumo de energía al aprovechar la iluminación ambiente, clasificó 99,75% de sus residuos como material para nuevos usos en su construcción.
En ese sentido, desde Molsabana SAS, una de las cementeras más sostenibles del mercado colombiano, la economía circular es y ha constituido una auténtica herramienta para elevar la competitividad empresarial y consolidar un diferencial sin sacrificar la calidad ni la productividad. Muestra de esto, y como aplicación de este modelo, son de destacar las más de 100.000 toneladas al año de subproductos y residuos de otras industrias que se utilizan en la fabricación del cemento Fortecem. Tal proceso favorece la dinámica económica de la comunidad y del conglomerado empresarial de la zona, ya que comprende un ejercicio permanente de recolección, manejo y preparación de dichos materiales provenientes en su gran mayoría del entorno cercano a Tocancipá, Cundinamarca.
Aunque el concepto de economía circular todavía sigue teniendo cierta connotación teórica, es necesario empezar a reconocer que en el país es una práctica de amplia y ágil implementación, que ya se da de manera intuitiva o por simple necesidad. Más que requerir de un gran presupuesto o de un vuelco dramático en el modelo de negocio de las organizaciones, se necesita de un poco de motivación y liderazgo para modificar los procesos productivos en pro de los elementos aprovechables. Un poco de motivación, en últimas, para proteger al recurso más importante: el planeta.
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