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El Proyecto de Historia de la Información Económica busca identificar durante las seis últimas décadas (1954-2014) los hechos, noticias y decisiones financieras, empresariales y de política pública que han formado la estructura económica del país.
Rafael Mejía está convencido de que el Ministerio de Hacienda debe liderar más transformaciones radicales que garanticen el crecimiento del país.
Esa es la tarea que con filigrana ha elaborado Mejía desde 2001. Está convencido de que el Ministerio de Hacienda debe liderar más transformaciones radicales que garanticen el crecimiento del país.
¿Cómo siente la economía en estos momentos?
Atravesamos por un proceso de transición. El mundo cambió su crecimiento económico, regresó a lo que era hace unos años y Colombia disminuyó su PIB. Empezamos muy optimistas con un 4,8%, bajamos a 4,2%, luego a 3,5%. Finalmente, el Gobierno aceptó 3,2% y puso a andar un Pipe 2.0 para no dejar caer más el crecimiento. Todo este entorno al mismo tiempo: petróleo a la mitad del precio; de revaluación a devaluación de más de 25%, son muchas cosas juntas.
¿Qué pasó con los alimentos?
En 2014 produjimos 31,6 millones de toneladas de alimentos, exportamos 4,4 millones, incluyendo café, pero importamos 10,3 millones. Esto quiere decir que 28% de lo que comemos diariamente es importado. Por ejemplo, el pan que comemos: no se produce trigo, no hay harina de trigo, todo es importado. 70% del maíz importado va para alimentos de animales, porcicultura o avicultura. Casi todo tiene un componente importado, porque la soya también es producida en el exterior y eso va a los alimentos balanceados. Entonces, hay amenazas que se transfieren a la inflación por costos a los productores y exteriormente inflación de precios a los consumidores.
¿Qué soluciones ve?
Hay que buscar oportunidades dándole mayor competitividad a la economía. En primer lugar hay que mejorar la política agraria de Estado y de ahí se desprende cómo trabajar conjuntamente entre el sector privado y el Gobierno para incrementar esa transformación. El PIB agropecuario en 2013 estuvo cerca de 6,7% y en 2014 en 3%. Las proyecciones nuestras van en 2% y acordémonos que más de la mitad o un poquito menos de la mitad, dependiendo del año, el componente principal es café.
¿Cómo ve el futuro?
La próxima década tiene dos grandes interrogantes: uno, el inicio del proceso de paz. Digo inicio porque si se firma con las Farc, quedan pendientes el ELN y las Bacrim, procesos que darían mayor tranquilidad a los inversionistas. Pero hay un conjunto de iniciativas que van a marcar la próxima década, una es la reforma tributaria que está en curso, que si se vuelve solamente para buscar recursos y no es estructural, va a espantar a los inversionistas del agro, quienes no van a tener ganas de invertir. Se invierte cuando hay seguridad jurídica en todos los aspectos, no solamente en ser dueños de tierras, bodegas o casas, sino la seguridad jurídica de cómo se comportan los componentes de mano de obra y su legislación.
¿El futuro es producir alimentos como dicen?
Hay que garantizarle a una población creciente que necesita alimentos, la satisfacción de esa necesidad. No olvidemos que 32% de la población colombiana es rural y que hay una gran demanda de alimentos a nivel mundial y la FAO ha indicado que en unos 30 años se debe incrementar en 70% la oferta de alimentos. Colombia es uno de los 7 países que puede hacerlo porque tiene las tierras. Tenemos trópico alto, medio y bajo, la contrapartida es que dejamos solo al Ministerio de Agricultura cuando las demás carteras deben contribuir a ello. Eso se llama política agraria de Estado. Nos toca ser más competitivos, toca asumir cada sector con responsabilidad. Cuando hay adversidad, por ejemplo, la industria al pasar de revaluación a devaluación, debe busca mantener utilidades y no a costa de disminuir precios al productor, sino aumentar eficiencia.
¿Cree en el Pipe 2.0?
Tiene muchos componentes y muestra que el Gobierno está preocupado por el proceso que está sufriendo la economía y aunque crecer 3,2% o 3,5% es bueno si nos comparamos con otros países, no es lo que Colombia necesita en este momento. Hay que trabajar más en mejorar la calidad de vida del campesino. El ministro Iragorri logró recursos para vivienda rural, ahora hay que generar conciencia en esas zonas para que se entienda que hay posibilidades; debe haber educación para quedarse en el campo.
¿Si fuera ministro de Hacienda qué haría?
Con el dolor del alma hay que tomar decisiones que no son fáciles. Hay necesidades económicas, sociales y políticas y si no se pone el aparato productivo a producir, nunca vamos a tener sostenibilidad en el mejoramiento y en la reducción de las brechas de pobreza. Debemos hacer cosas sostenibles en el tiempo para que la economía mejore. Una reforma tributaria puede crear incentivos para traer inversión, pero al año siguiente cambian las reglas de juego. Hay que ajustar muchas cosas, por ejemplo, en la cadena productiva que depende del Minagricultura, como tomador de precios; mientras que la otra mitad de la cadena depende del Ministerio de Industria, que es el formador de precios.
El zootecnista banquero
Rafael Mejía López es bisnieto de Pedro A. López, nieto de Miguel López Pumarejo y sobrino-nieto de Alfonso López Pumarejo. Lleva 15 años al frente de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC), gremio donde representa a más de 47 afiliados. Mejía, quien ha tenido varios enfrentamientos con el Gobierno Santos, siempre ha sido un amante del campo, por lo que además de ser empresario del sector con una compañía de leche y otra de arroz, se ha desempeñado como gerente de Alimentos Colombianos, vicepresidente financiero de Diners y director de crédito agropecuario del Banco de Colombia; este último, su primer cargo después de volver de EE.UU., donde Economía Agrícola, Zootecnia y Economía en la Universidad de Carolina del Norte, ubicada en Raleigh.
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