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Luis Carlos Reyes, director de la Dian, afirmó que la reforma se alinea con la Constitución de 1991 y cumple con ella en la medida en que será debatida en el Congreso de la República
Desde hace mucho tiempo, nuestro sistema tributario tiene una enfermedad en el lenguaje, que se manifiesta incoherente, desorganizado, discontinuo, descarrilado y disociado. Sufre de disgregación - trastorno del pensamiento que se caracteriza por la falta de fluidez, la incapacidad de hacer conexiones lógicas y la fragmentación en la narrativa- y de un narcisismo que lo lleva a expresarse en términos oscuros y pretendidamente eruditos para que sea difícil de entender por cualquier lego.
La enfermedad se ha sobrediagnosticado y sus causas son múltiples, pero una de ellas predomina sobre las otras: la medicación paliativa que cura - aunque, a veces, agrava - algunos síntomas, que no han sido tratados de manera rigurosa, holística y pensando en un tratamiento a largo plazo. Así, cada dos años los expertos hacen pequeños ajustes que se traducen en algunas mejorías momentáneas, aunque, a veces, resulta peor el remedio que la enfermedad.
Los especialistas que ahora están encargados del paciente prometieron hacer una intervención radical, para recuperar su vitalidad, que en términos técnicos se traducen en progresividad, igualdad y justicia social.
Sin embargo, para someter al enfermo a un tratamiento drástico y novedoso, a veces es necesario no anticiparse ni formular “a ojo” - por eso, los capítulos de “doctor House” duraban una hora- y quizás el nuevo médico se apresuró a presentar sus recetas en los primeros minutos de su turno.
Al aplicarse por vía parenteral la solución que se consideró oportuna administrar, se dejaron, sin embargo, las siguientes venas abiertas:
Las tarifas a los dividendos y las ganancias ocasionales inicialmente presentadas eran, a la luz de la competitividad nacional, completamente insostenibles. Aunque en el texto aprobado en primer debate por las comisiones económicas del Congreso se consideró un aumento menos desproporcionado, sobresalen las falencias técnicas del nuevo sistema y, sobre todo, el desincentivo a la inversión, el ahorro y el endeudamiento.
El impuesto al patrimonio permanente ignora la capacidad contributiva desde la óptica que ésta requiere riqueza líquida, la cual no coincide con el patrimonio constituido por activos que pueden llegar a generar rendimientos iguales o menores al impuesto.
Aunque inicialmente no se había contemplado, en el desarrollo del proceso deliberativo se hizo una referencia nociva al concepto de Tasa Efectiva de Tributación, como un cascarón vacío que simplemente servía para establecer un impuesto mínimo erróneamente basado en discusiones de índole internacional. En versiones posteriores se ha conocido un texto que toma utilidades contables, que conllevarían a una tributación cimentada en ingresos no realizados.
Se percibe una intención de aumentar artificialmente la base gravable del impuesto sobre la renta tratando las deducciones como una anomalía, lo cual es especialmente evidente en el sector vinculado a los recursos naturales no renovables.
Existe un sesgo contra las zonas francas y los profesionales independientes que se acogieron al régimen simple de tributación, desconociendo las externalidades positivas que fueron perseguidas por precedentes iniciativas legislativas.
Se desconoce el efecto inflacionario de los tributos a las bebidas ultraprocesadas azucaradas y productos comestibles ultraprocesados industrialmente y/o con alto contenido de azúcares añadidos, socio o grasas saturadas. En un momento en el que este efecto es altamente indeseable, el ordenamiento debe reconocer que estas medidas corresponden al ámbito de la salubridad pública y no al del recaudo.
Siguiendo con la analogía médica, el legislador que debe aprobar la reforma es el hospital que cuida al enfermo sistema tributario. Vale la pena rematar con una cita del libro “Impuesto a la carne” - que no es un tratado tributario, sino una novela de la chilena Diamela Eltit, que a su vez es una metáfora de la historia latinoamericana-: “moriremos de manera imperativa porque el hospital nos destruyó duplicando cada uno de los males”.
Según el acuerdo al que llegaron los ponentes y el Ministerio de Hacienda, habrá un descuento de 19% para estos ingresos, por lo que la tarifa máxima llegará a 20%