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Se cumplen seis años desde que el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos entró en vigor. Conozca cuántas empresas y cuáles productos son los que más se han beneficiado.
El sector avícola sería muy perjudicado con esa determinación
enunciar el TLC: esa fue la reacción del Presidente de la Andi, Bruce Mac Master, ante la posible imposición por parte de EE.UU. de aranceles a las exportaciones de acero y aluminio procedentes de Colombia.
Para Mac Master, es inaceptable que EE.UU. incumpla los compromisos del acuerdo por cuenta de esta medida. “Colombia no se merece ese trato”, por eso el país debe decidir si “debería seguir adelante o no” y para ello menciona la posibilidad de denunciarlo.
Es triste que el presidente del gremio más importante, el que más defendió este acuerdo, aún a costa de los posibles efectos negativos para el sector agropecuario, salga a decir que lo mejor es denunciarlo, porque US$51 millones de exportaciones de productos del acero y aluminio podrían tener eventualmente aranceles a partir de junio.
Se le olvida que quizás el logro más importante del TLC fue “consolidar” las preferencias arancelarias temporales (para volverlas permanentes) que EE.UU. otorgaba a Colombia y a otros países andinos por cuenta de su lucha contra las drogas. Era el famoso Atpa, Ley de Preferencias Arancelarias Andinas, el que regía las relaciones comerciales. Y cada vez que vencían las preferencias, la propia Andi, Asocolflores y otros gremios que representaban las industrias que se beneficiaban de las mismas, le solicitaban al Gobierno de turno desplegar su “diplomacia comercial” para lograr su renovación.
Esa es la misma diplomacia comercial que hoy critica porque no le ha servido a los intereses particulares de un sector, para lo cual la mejor alternativa de acción es que Colombia denuncie el acuerdo y que los sectores como el floricultor o el textil-confecciones vuelvan a las épocas de la inestabilidad en el acceso.
Pero no solo los exportadores saldrían perdiendo, los importadores también. Solamente cabe mencionar el sector avícola, que hoy depende en buena medida del TLC para poder acceder a las materias primas que se necesitan para alimentar a 800 millones de aves por año, producir 1.560.000 toneladas de carne de pollo y llevar a la mesa de los colombianos 13.800 millones de huevos.
Para el dirigente de los industriales estas dificultades se podrían resolver por Decreto, como si el acceso a los mercados se diera con la firma del Presidente de la República; como si los sectores que siempre fueron enemigos del TLC no aprovecharían el “papayazo” de la denuncia para regresar a la franja de precios y a una elevada protección que nunca permitió calzar la oferta con la demanda.
Y si de cumplimientos del TLC se trata, Colombia no ha sido el alumno más ejemplar. El acceso a la Ocde está en riesgo precisamente por el reclamo de un sector de empresarios de EE.UU. que en varias cartas le han comunicado al gobierno de Trump que no apoye el ingreso de Colombia hasta que no queden resueltos asuntos negociados en el TLC como la chatarrización o las patentes, entre otros.
Colombia pierde denunciando el TLC. Existen las vías previstas en el acuerdo o foros como la OMC para resolver estos asuntos. Como atinadamente dijo un experto en estos temas: “denunciar el TLC es como sacrificar un mundo para pulir un verso”.
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