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Desde el año 2003 nos acostumbramos a ver un precio de dólar que caía y caía frente a la mayoría de monedas. Esto se debió, básicamente, a que para junio de ese año, la Reserva Federal había logrado alcanzar su punto más bajo en la tasa de interés: 1%. Se entraba, de alguna forma, en un terreno desconocido, pues nunca antes, en la historia moderna, la tasa de interés del principal banco central del mundo había estado tan baja. La historia que sigue es conocida, y no solo la tasa de interés cayó a 0%, sino que la FED -y otros bancos centrales-, manó toneladas de dinero para recuperar la economía por la crisis de 2008.
Eso fue un festín para los países emergentes, que veían dinero fácil a manos llenas. Entre 2009 y 2013, los emergentes recibieron cerca de US$300 billones, únicamente vía endeudamiento -tanto público como privado-, lo cual, como consecuencia lógica, llevó el precio del dólar hacia abajo. Mirándolo en retrospectiva, era tanta la euforia con el dólar que, en julio de 2011, cuando las noticias solo mostraban lo malo que estaba ocurriendo a países como Grecia, España, Italia o Portugal, el dólar se cotizaba en Colombia a $1.748.
Hoy estamos hablando una historia diferente. El dólar superó los $3.200, por temas ya ilustrados suficientemente: crisis en China, un aumento de la tasa de interés por parte de la FED, caída del precio del petróleo, entre las más relevantes. Obviamente, nosotros también ayudamos, pues durante todo este tiempo no logramos cambiar una historia de déficit de la cuenta corriente lo cual, dicen los libros de economía, es la base perfecta para una depreciación de la moneda. Y así parece estar ocurriendo. Lo malo de la historia (como materia que mira al pasado) son dos cosas: la primera, que la olvidamos; y la segunda, que cuando la volteamos a ver, nos encontramos con cosas que no nos gustan.
Personalmente, desde hace unos dos años los emergentes no me gustaban, por un patrón que se me hacía similar al experimentado por Tailandia antes de la crisis de 1997: altos flujos de capital hacia un solo sector, especulación con el sector inmobiliario, moneda sobrevalorada, aumento de importaciones, entre otros -dejo los demás para que el lector busque la historia tailandesa-.
Toda la historia anterior para hablar de Planeación Financiera: los inversionistas que realizan un ejercicio juicioso probablemente han mantenido inversiones diversificadas evitando las fuertes volatilidades. Los de largo plazo, quizá experimentaron la caída en el precio del dólar desde 2003, más sin embargo manteniendo el objetivo claro hoy pueden estar viendo la otra cara de la moneda, la que dice que efectivamente el dólar iba a seguir el patrón de regresión a la media. Hay una conclusión clave de todo esto: cuando se tracen objetivos financieros, se debe hacer un ‘match’ entre la inversión y la meta a lograr. Es muy probable que personas que como objetivo financiero tenían algo en moneda extranjera (por ejemplo, realizar un curso en el exterior), pero estaban invirtiendo en pesos colombianos, hayan visto cómo al día de hoy se les descompensó totalmente su meta financiera. Por eso, repito, es importante tener clara la planeación financiera, para que no ocurran este tipo de cosas.