De reformas y otros demonios

¿Cómo se hace para exportar más? En principio, hay que producir cosas que al resto del mundo le interesen y segundo, hay que hacerlo barato. Un problema puntual que tenemos es que cuando miramos los productos distintos a bienes básicos dentro de nuestra canasta exportadora, los mismos tradicionalmente se vendían a Venezuela y a Ecuador, países que han sido afectados de forma importante por la disminución de precios del petróleo que también sufrimos en Colombia, limitando su capacidad de compra. 

Desde la teoría económica se dice que parte importante de este ejercicio consiste en volvernos más competitivos, pero ¿cómo se logra esta competitividad? La respuesta viene desde dos temas que están relacionados. Por un lado, los costos de producción deben disminuirse o desde lo que es su contraparte la productividad tiene que incrementarse. No hay duda de que los costos de producción vistos en dólares en Colombia han caído cuando se comparan con los de hace tres años, ya que en 2014 el dólar se cotizaba a $1.800, mientras que ahora lo hace a $2.900-$3.000. 

Sin embargo, ¿es en la depreciación del peso con respecto al dólar que debemos poner todas nuestras esperanzas? Lo cierto es que en materia de disminución de costos y de mejoras en productividad es mucho más lo que se puede y debe hacer y es ese, precisamente, el llamado que escuchamos para que en el país se lleven a cabo reformas estructurales que busquen simplificar procesos y generen eficiencias que lleven a que los productos colombianos sean llamativos y demandados en otras latitudes.

Aunque se ha vuelto normal que escuchemos sobre la reforma pensional y sobre una nueva reforma laboral, también debería serlo el que se hable sobre los procesos necesarios para llevar a cabo una exportación, mejorar las cadenas del proceso logístico para que en el menor tiempo posible se pueda poner un producto en un puerto y enviarlo a cualquier parte del mundo. 

Es positivo entonces escuchar a Luis Fernando Mejía, director del DNP, hablando de estos temas en un reciente foro organizado por la Universidad del Rosario. También, desde lo privado, se hace necesario que los empresarios colombianos empiecen un proceso más activo en búsqueda de productos y mercados con los cuales el país pueda entrar a Asia. 

El retraso en este aspecto es de años, cuando comparamos las avanzadas que países como Brasil, Perú o Chile han hecho, y aunque no es tarde, lo claro es que para nosotros debería ser una prioridad entender las necesidades y los productos que podríamos, desde aquí, empezar a producir para vender en esas latitudes. 

El lejano oriente ya no es tan lejano, y en aras de pensar en cómo incrementar la oferta de productos que le vendemos al resto del mundo, no emprender esta búsqueda por parte del sector privado y no facilitar la misma por parte del Gobierno sería un error descomunal que pasaría la cuenta de cobro para un país que quiere volver a crecer y salir de su actual letargo.