El baile de las divisas

¿Cuánto vale una moneda? Respuesta: lo que usted, yo y todos los habitantes de la nación queramos pagar por ella. ¿Y de este valor depende en gran parte la prosperidad, el trabajo y la paz social de los ciudadanos? Así es. Difícil de creer a primera vista, pero así es.

Mi nieta de cuatro años llevaba en la mano una moneda. ¿Y qué vas a hacer con esa moneda? Me darán muchos, muchos, muchos caramelos, como a Dora la Exploradora (de los dibujos animados). Pues vamos a buscarlos, dije.

Alicia entregó la moneda y el tendero le dio dos caramelos. Puso una carita difícil de describir: entre la sorpresa y el llanto. ¿Y por qué no me da muchos caramelos? En otro momento -dijo el tendero- te habría dado más caramelos pero ahora solo te puedo dar dos. Ella me miró con cara de gran tristeza y preguntó: Abuelito ¿y por qué no hemos venido en el otro momento?

La mirada de compasión que me lanzó el tendero fue inefable. ¿Cómo le explico a una niña pequeña una de las preguntas más difíciles de la ciencia económica: la inflación que degrada el valor de las monedas?

Tendré que decirle cuando se haga mayor que ni siquiera los grandes teóricos o estudiosos son capaces de predecir el valor de una moneda porque depende de algo tan variable y personal como es la apreciación subjetiva que cada persona de un país -y todas en su conjunto- tienen acerca de su propio dinero. Si creen que vale poco o nada, la rechazarán, como tantas veces a lo largo de la historia.

Las mismas preocupaciones que tenemos en Europa sobre la alta valoración del euro respecto al dólar americano las tienen en Colombia respecto a la apreciación-depreciación del peso respecto al dólar. Es un asunto de primera magnitud y de un complejo equilibrio que influye, tanto por el abaratamiento-encarecimiento de las exportaciones, como por el rendimiento de las inversiones, en la vida, el trabajo, los ahorros y la capacidad de generar prosperidad.

¿Y cómo hacer que los tipos de cambio sean favorables y contribuyan a generar riqueza? Las autoridades monetarias, el Banco Central Europeo o el Banco de la República, adoptan decisiones para que las propias divisas no estén sobrevaluadas respecto a otras.

Mario Draghi, presidente del BCE, anunció esta semana la caída de tipos de interés y otras medidas para enfriar el alto tipo de cambio euro-dólar. Hace unos años, el tipo de cambio se situaba en US$1= €1,18. Con pocos dólares te daban muchos euros. En los últimos meses por cada dólar te dan 0,73 euros. Se necesitan muchos más dólares para comprar los mismos euros. O sea, todos los que utilizan dólares para comprar productos europeos deben realizar un notable esfuerzo. Los productos europeos se encarecen respecto a los producidos en otros lugares y así no hay manera de que prosperen empresas, se revitalicen la industria y los servicios y, por tanto, se reduzca el desempleo.

Son muchos más los factores que influyen en la formación del precio de una divisa. Algunos son manipulables, pero la mayoría son poco controlables. Debemos releer a Irving Fisher para comprender la interrelación entre todas las variables económicas. Dejando aparte -que ya es mucho conceder- el grave papel que juegan los especuladores en divisas, hay que convenir que gran parte del valor de una moneda depende de nosotros mismos, de nuestro trabajo y nuestra confianza en el futuro, tanto como individuos y como sociedad, de cómo nos organicemos y permitamos que nos gobiernen personas honestas, con altura de miras, entregadas al bienestar de todos.

El “enorme reto” que tenemos por delante
En un congreso en París me encontré a un amigo de Caracas y conté lo de los caramelos. El problema, me dijo, es que ahora el tendero ni siquiera quiere mi moneda. Yo no tendré caramelos, pero él y los fabricantes ¿de qué vivirán? El profesor de Yale, J. Gibbs, dijo hace más de 100 años que si las masas querían gobernar el mundo, necesitarían grandes dosis de instrucción. Tenemos un enorme reto por delante.