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BANCOS

El ‘gota a gota’, la práctica ilegal que genera amores y odios en Corabastos

sábado, 16 de febrero de 2019

Prestamistas solo entregan dinero a conocidos o referidos

Gabriel Forero Oliveros

Son 150.000 personas, 10.000 toneladas de alimentos, 12.000 vehículos, 5.300 comerciantes mayoristas y minoristas, más de 50 bodegas, $20.000 millones en ventas, nueve puertas y 16 oficinas de bancos. Esas son algunas de las cifras que le dan vida a la segunda central de abastos más grande de América Latina, desde donde se ponen los precios de referencia para los alimentos de todo el país, la Corporación de Abastos de Bogotá, conocida como Corabastos.

En la localidad de Kennedy todos estos números confluyen en un espacio que nació el 20 de julio de 1972, el cual ha estado acompañado en su historia por un residente ilegal que se pasea por los pasillos y calles de esta miniciudad, y que encanta a algunos y espanta a otros. Ese habitante es el préstamo ‘gota a gota’, que en Corabastos se camufla con la venta de verduras, hortalizas y carnes y que, como la mafia italiana, o como muestran las producciones de los capos colombianos de la droga, se estructura desde pequeñas oficinas invisibles ubicadas aleatoriamente en la central, en donde hay mesas atiborradas de fajos de billetes de a $1 millón.

“Así conocí a esa gente. Estaban en una oficina en el segundo piso. Eso es muy disimulado, yo salí con $20 millones encaletados y mi hermano, y un amigo, con el resto de los $70 millones que iba a usar este último para comprar un puesto en una bodega. A él esa gente le tenía mucha confianza. Pero mire, al ‘gota a gota’ no hay que verle todo la malo, pero sí es un riesgo”, dice Aurelio*, cuando sale de la central comentando que ya está viejo para eso. “Para estar en ese negocio no hay que tener corazón”, añade.

La dicotomía de los préstamos ilegales en Corabastos radica en que muchos comerciantes, grandes o pequeños, los usan para mantener a su familia y ganar unos pesos, pero otros dicen que es una deuda que parece que no se fuera a acabar nunca. “Gracias a Dios me salí de eso”, confiesa una vendedora que duró nueve años pidiéndole a los agiotistas. A ella le prestaban $100.000 cada mes y debía pagar $4.000 diarios (para llegar a $120.000 mensuales) para surtir el espacio que ocupaba en ‘el reguero’, que es la acera en donde decenas de personas venden hortalizas afuera de las bodegas. Ese lugar donde no se paga ningún arriendo a cambio de vivir con la zozobra de que la administración de la central tome la decisión para reubicarla junto a sus colegas.

Una de las modalidades del ‘gota a gota’ en la mayorista es esa. “Pasan todos los días por aquí. Si prestan $50.000 cobran $2.000 al día, si son $200.000 son $8.000 y si es $1 millón son $40.000 diarios a 30 días, o a 40 días y se pagan $30.000”, comenta Mireya mientras sirve tintos en la calle a un par de ‘coteros’ que terminan de entrar unos bultos de alimento a los puestos. “Eso es lo que hay. Y si se atrasa pasan al otro día y cobran el doble, así se paga con tal de que no se acabe la fecha de plazo”, añade.

A escasos metros de Mireya, quien no usa el ‘gota a gota’ sino que está en fondos y cadenas (otros métodos de ahorro en medio de la economía informal y el reinado del efectivo del lugar), pasan dos hombres y una mujer, pulcros, sin rastros de tierra o de hierbas en sus manos. Hablan con una mujer que desgrana arveja y tras firmar un libro negro contable, se van con una sonrisa y unos billetes en sus bolsillos.

Los préstamos informales no distinguen si alguien es dueño de un espacio en una bodega o no, aunque esos comerciantes son los que pueden pedir entre $50 millones y $100 millones, eso sí, con firma y con fiador.

Entre esta población de Corabastos las causas para pedir el ‘gota a gota’ las encabeza que no hay papeleo, que el prestamista va hasta su puerta por el pago, que no miran las centrales de riesgo y que mitigan fenómenos locales como el robo de mercancías tras fiar y la fluctuación de los precios de referencia en épocas de cambios climáticos.

El sistema funciona a base de la confianza, pues solo le prestan a quienes ya conocen o al que llega con un referido, que es quien en muchas ocasiones firma las letras o los libros contables y responde por si el solicitante se cuelga o desaparece.

La fórmula salta a la vista para aquellos que están ‘vaciados’ y piden un crédito al inicio de la noche y lo pagan en la madrugada después de vender la mercancía que habían adquirido, y también, tras haber pagado el arriendo por el pequeño espacio que usaron. “Piden $1 millón y por la mañana entregan $1.010.000 o $1.005.000”, dice Pedro, quien al mismo tiempo que negocia unas cajas de tomate de árbol recuerda que este método de financiación es popular en las 19 plazas de mercado de Bogotá y en los San Andresitos. Al igual que en las otras 12 ciudades que hacen parte de la Red de Centrales de Abastos del país.

Otro comerciante, sentado en su puesto con sus ayudantes, replica que “lo importante es tener una base para trabajar porque si saca un préstamo y no tiene con qué pagarlo para qué lo pide”, por ello sostiene que Corabastos debe crear una cooperativa para mitigar el ‘gota a gota’.

Pese a estas soluciones, este delito viene echando sus raíces en la central hace décadas, y se mimetiza en el ajetreo diario, apalancado en la fe de la mayoría de los comerciantes que le restan importancia a las amenazas y las consecuencias por un eventual atraso, pero como dice Aurelio, “a ellos no les tiembla la mano. Ya han matado a deudores en la mitad de la central para enviar su mensaje de miedo”.

“Yo no lo pido aquí, sino en el barrio”
Después de hacer cinco viajes con su termo de tinto de dos litros, y con una ganancia neta de $70.000 en el día, Juliana admite que los prestamistas, que una vez se sienten observados por extraños aceleran el paso y fruncen el ceño, pasan todos los días sobre todo por las bodegas y ‘el reguero’ cobrando y prestando. “Pero yo no les pido a ellos. Yo pido en el barrio porque cuando uno necesita le toca embalarse. Son una alternativa y son lo que más le sirve a uno”, sentencia.

*Los nombres usados en este artículo fueron cambiados por la seguridad de los personajes.

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