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Escogencia que posiblemente no hicieron libremente, sino que ya habían percibido, o acaso lo supusieron, que no todos los stands aceptarían pagos electrónicos y de ahí que eligieron llegar con el clásico papel moneda.
Cualquiera de las dos razones anteriores no deja de ser llamativa: se invierte tiempo en retirar dinero para entregárselo a otra persona minutos más tarde, cuando existe la posibilidad de un canal electrónico que en segundos permite el mismo efecto y sin mayores costos. Una posible explicación a este comportamiento puede ser simplemente la costumbre.
Y opto por costumbre, en lugar de cultura, siendo consciente que la forma en la que obramos en distintas decisiones muchas veces obedece a una herencia cultural, que si bien es cierto es muy difícil de cambiar, tampoco hay razón para alterarla. La costumbre, en cambio, implica una repetición de actos con los que solemos hacer las cosas de una determinada manera, quizás por algunos prejuicios que tenemos, y no sentimos la necesidad de detenernos a pensar si habrá una manera más práctica de realizarlas, es en este caso cuando actuamos por costumbre.
Por ejemplo, desde hace años adquirimos el hábito de ponernos el cinturón de seguridad, situación que hace unas décadas no era tan común y simplemente nos sentábamos en el carro sin reflexionar en las ventajas que perdíamos por no hacer tan sencillo acto. Posiblemente llegue también el día en el que todo lo paguemos con tarjetas y nos parecerá inusual observar ejercicios como los evidenciados en la feria que hago referencia.
Pero los cambios no llegan solos, y así como fueron necesarias varias campañas y recursos para acostumbrarnos al uso del cinturón, hace falta invertir y generar estrategias para promover la virtualidad en los colombianos.
Por ejemplo, la Asobancaria ha venido realizando diferentes campañas de sensibilización para que los usuarios bancarios entiendan los beneficios y las ventajas de hacer sus compras y pagar sus recibos a través de los medios electrónicos. Su intención es cambiar la percepción de los colombianos, quienes en algunos casos son reacios a utilizar estos medios por suponer que hacerlo genera pagos adicionales, porque prefieren lo clásico a innovar en soluciones tecnológicas que desconocen o les generan miedo o desconfianza, y en el mismo sentido porque el sistema financiero no ha logrado atraerlos y su desconfianza se manifiesta en su apatía hacia dicho sistema.
Estudios también de Asobancaria evidencian que aún hay mucho por hacer para lograr estándares internacionales, en donde el número de transacciones electrónicas pasó de $269,3 billones en 2009 a $365,6 billones en 2016, lo que representa un crecimiento de casi 36% en ese periodo.
Otro tema para tener en cuenta y motivar más estos medios de pagos se asocia con la bancarización, sin desconocer que varias entidades financieras empezaron a ejecutar estrategias a través de la llamada banca móvil.
En conclusión, las compras con tarjeta débito o crédito, los pagos virtuales de servicios públicos, las transferencias entre cuentas a través de plataformas web, entre otros, son operaciones que nos ahorran tiempo y aumentan bienestar. Perdamos el miedo y evitemos tantas filas inútiles en los bancos.
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