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Los próximos 25 años son una oportunidad para cerrar la brecha de ingresos y avanzar en la erradicación de la pobreza extrema
Un nuevo informe del Banco Mundial subraya que los próximos 25 años serán fundamentales para los 26 países que clasificó como de ingreso bajo. Según el análisis, este grupo representa a más de 40% de las personas que viven con menos de US$2,15 al día, enfrentando grandes desafíos como conflictos armados, crisis económicas recurrentes y un crecimiento económico casi nulo en las últimas décadas.
Sin embargo, también presentan oportunidades estratégicas para transformar sus economías con políticas internas sólidas y asistencia internacional adecuada.
En la lista de los países más pobres no figura Colombia, que ya ha alcanzado la categoría de ingreso medio. Este contraste resalta la brecha que separa a las naciones que han logrado un progreso significativo de aquellas que aún enfrentan profundas barreras estructurales.
A comienzos del siglo XXI, 63 países eran considerados de ingreso bajo, pero 39 han avanzado a la categoría de ingreso mediano. India, Indonesia y Bangladesh son ejemplos destacados de este cambio.
En este contexto, entre los países más pobres en 2023, Afganistán tiene un ingreso nacional bruto, INB, de solo US$360. Burundi con un INB de US$230, una ligera mejora respecto a los US$140 que tenía hace dos décadas.
Burkina Faso tiene US$850, más del triple de los US$260 registrados en 2000. La República Centroafricana y Congo completan los cinco primeros, con ingresos actuales de US$470 y US$660 respectivamente.
Los próximos años serán clave para estos países de ingreso bajo, donde el Producto Interno Bruto per cápita ajustado apenas ha crecido en 15 años. De mantenerse esta tendencia, solo seis de ellos lograrían superar la barrera del ingreso mediano para 2050.
Los factores que limitan su desarrollo incluyen su vulnerabilidad al cambio climático, el sobreendeudamiento, la inestabilidad política y su aislamiento geográfico.
Sin embargo, el Banco Mundial destaca su gran potencial, desde vastas reservas de minerales esenciales para la transición energética, hasta una población joven en crecimiento, capaz de impulsar su economía si se canalizan los recursos de manera adecuada.
Ruanda, por ejemplo, es un caso emblemático de cómo la estabilidad política, las reformas económicas y la inversión en educación pueden transformar una economía frágil en una historia de éxito. Con políticas similares, otros países como Etiopía y Guinea-Bisáu tienen el potencial de replicar estos avances.
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