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Hacía veinte años que un euro no se cambiaba por tan pocos dólares, una depreciación que según varios analistas puede implicar llegar al umbral psicológico de la paridad este mismo verano. Para una zona Euro que teme la recesión este es un indicador macroeconómico más de un deterioro constante. Pero más allá de los malos augurios, a efectos prácticos, un euro debilitado frente a la divisa norteamericana encarece todavía más las compras de materias primas y energía, denominadas principalmente en dólares y tan necesarias en una Unión Europea que busca alternativas al gas y el petróleo rusos.
Europa es el mayor importador de energía del mundo (gasta unos US$305.799 anuales) y también depende del exterior para importar materias primas fundamentales, una falta de autonomía que se demostró en los problemas de suministro relacionados con la pandemia de coronavirus. Partiendo de esta base, que el euro esté débil frente a la moneda de referencia encarece las ya elevadas facturas energéticas de la UE y agrava la espiral inflacionista, principal dolor de cabeza tanto de autoridades como de consumidores europeos desde hace meses.
El déficit comercial alemán
"Este factor tiene ahora mismo una gran importancia dado el nivel tan alto de los precios de las materias primas y es lo que está causando que la balanza comercial de la eurozona se haya deteriorado sustancialmente y está contribuyendo a que la inflación esté subiendo de manera tan considerable", avisa el economista de Oxford Economics, Ángel Talavera. No es casualidad que Alemania, el motor económico europeo y habitual indicador de la salud económica del Viejo Continente haya registrado este año déficit comercial por primera vez desde 1991. Ni siquiera sus potentes exportaciones han podido compensar los elevados costes de producción.
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Es verdad que un euro barato tiene sus ventajas. Los destinos turísticos, como España, ganan incluso más atractivo porque sus servicios son todavía más económicos para los bolsillos extranjeros. Además, una empresa europea que reciba dividendos del exterior, por ejemplo, también cuenta más euros por las mismas ventas. Sin embargo, en un contexto global de espiral inflacionista y escasez de materias primas esta tendencia puede no ser suficiente para compensar las desventajas.
Si bien las exportaciones europeas se vuelven más competitivas con una moneda débil, "las ganancias derivadas de este factor son limitada si la demanda mundial empieza a flojear como parece que apuntan los indicadores actualmente", reflexiona Talavera que además recuerda que el mayor coste de las importaciones de energía "supera con creces las ganancias derivadas de un euro más débil".
Y nada indica que la situación vaya a mejorar. El investigador del think tank Bruegel Zsolt Darvas, prevé que la tendencia continúe: "Ciertamente es probable que se llegue a la paridad puede que en agosto o puede que dentro de unas semanas". Sin embargo, Darvas remarca que el hecho de llegar o no a la paridad euro-dólar tiene más bien un efecto psicológico que práctico en la economía, es sólo un número "redondo", repite en varias ocasiones el economista, que también insiste en no tomar el mercado de divisas como un indicador macroeconómico fundamental. "Las fluctuaciones son constantes y habituales en las divisas, pero no tienen un impacto económico mayor", explica señalando varios puntos de la gráfica de la evolución del euro.
A esta situación se ha llegado principalmente porque la inflación en Estados Unidos es mucho mayor que en Europa, se puede observar si se tiene en cuenta el dato subyacente que en el otro lado del Atlántico se acerca al 6% mientras que en Europa está alrededor del 3,5%. Ante estos datos, la Reserva Federal norteamericana ha actuado mucho más agresivamente, con subidas históricas de los tipos de interés que han fortalecido el dólar.
Por eso hace semanas que todo el mundo mira a Frankfurt, a la espera que la presidenta del Banco Central Europeo (BCE) Christine Lagarde revierta la política de bajos tipos de interés y tome el mismo rumbo que la Fed. Sin embargo, el BCE está en una encrucijada, temeroso de la recesión económica y la fragmentación del mercado de la deuda. Además, una subida de tipos este verano no detendrá la tendencia a la baja del euro frente al dólar a corto plazo, según coinciden Talavera y Darvas, pues los mercados de divisas ya descuentan esta medida.
"El BCE probablemente tendría que sorprender al mercado con subidas de tipos mucho más agresivas de lo esperado para que el euro se apreciara de manera substancial, o de manera inversa, que la Fed comunicara que no va a subir los tipos tanto como el mercado espera, lo que debilitaría el dólar", sentencia Talavera.
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