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Además de la destrucción y de las decenas de miles de muertos rusos y ucranianos y los seis millones de refugiados que han tenido que huir de su país (más ocho millones de desplazados internos)
Las economías occidentales están sufriendo una severa estanflación (estancamiento e inflación), que podría acabar en recesión en los próximos meses. Y se acerca un invierno marcado por las restricciones de energía.
La guerra entre Rusia y Ucrania había comenzado en 2014, cuando el ejército de Putin invadió Crimea y las democracias occidentales no hicieron nada para evitarlo. Los problemas internos sufridos por el Gobierno de Moscú se han saldado con una política exterior agresiva frente a sus vecinos, mientras se criticaba la ampliación de la OTAN a países del este de Europa y se iban acumulando tropas en las frontera oeste desde mediados de 2021. Nadie pensaba que se iba a producir la invasión, pero sucedió.
Los dictadores suelen buscar enemigos exteriores para hacer olvidar la oposición interna.Tampoco se pensaba que la guerra iba a durar lo que está durando y a estas alturas no hay ninguna esperanza de una paz negociada.
La respuesta de Occidente fue unánime y se ha ido escalando mes a mes. La Unión Europea y Estados Unidos anunciaron duras sanciones económicas contra Rusia (que han ido aumentando a medida que se prolongaba en conflicto), mientras la OTAN aumentaba su despliegue militar en Europa y se acordaba el envío masivo de armamento a Kiev.
Además, Moscú se retiraba del Consejo de Europa, 36 países cerraban el espacio aéreo a aviones rusos y la ONU calificaba como agresión la invasión en un resolución. Ucrania y Moldavia obtenían la condición de candidatos a la UE, mientras Suecia y Finlandia olvidaban su histórica neutralidad y se adherían a la OTAN. El orden mundial ha sufrido un vuelco absoluto, con el apoyo de China a la agresión Rusia y el de otros países en vías de desarrollo. Y esta misma semana se han vuelto a encender las luces de alarma ante una posible agresión de Pekín contra Taiwan.
Al margen del terremoto político que se ha desencadenado desde el 24 de febrero pasado, el mundo está viviendo la mayor distopía sufrida desde la Segunda Guerra Mundial. La amenaza de una guerra a gran escala, con posibilidad de utilizar armas nucleares, mantiene en vilo a todo el planeta, mientras los intentos de una paz negociada han ido fracasando uno tras otro.
La Unión Europea y Estados Unidos pensaron que las sanciones económicas destruirían el tejido industrial ruso y que forzaría a Moscú a dar marcha atrás en su invasión. Pero los efectos negativos no han afectado solamente a Rusia.
Enrique Feas y Federico Steinberg publicaron en mayo un análisis en el Real Instituto Elcano en el que explicaban cómo la guerra en Ucrania estaba generando serios problemas en la economía global, sobre todo en el ámbito de las materias primas y la energía, aunque también en sectores industriales y servicios, en un contexto de creciente inflación y cadenas de valor excesivamente tensionadas.
"La invasión rusa de Ucrania", decían los expertos de Elcano, "está trastocando la globalización comercial y financiera y reescribiendo los equilibrios geopolíticos globales". Lo que anticipaban entonces se ha ido agravando a medida que iban pasando las semanas y la guerra se iba recrudeciendo.
Las sanciones económicas no solo han destruido la vida en Rusia, sino que han dañado a las economías occidentales y han puesto en peligro la supervivencia de los países subdesarrollados, que llevan meses sin recibir materias primas de la zona.
Hace poco más de una semana, el Fondo Monetario Internacional volvía a corregir a la baja las previsiones de crecimiento económico para 2022 y 2023, mientras Estados Unidos confirmaba que ya han entrado en recesión técnica (dos trimestres con crecimiento negativo) y la Unión Europea aprobaba duras restricciones de consumo de energía para el próximo otoño.
Según el FMI, la inflación está superando las previsiones más pesimistas en las principales economías desarrolladas, provocando un endurecimiento de las condiciones financieras mundiales.
Ello afectará al crecimiento económico mundial, que pasará del 6,7% registrado en 2021 al 3,2% este año y el 2,9% en 2023. No se descarta una nueva corrección a la baja en el World Economic Outlook de octubre si se confirman las restricciones de gas ruso a Europa y el mantenimiento de una inflación disparada.
En la reciente cumbre de la OTAN celebrada en Madrid, todos los países miembros acordaron seguir apoyando militar y económicamente a Ucrania frente a la sangrienta invasión rusa, además de aumentar las inversiones en Defensa. Algo razonable desde el punto de vista geopolítico y de defensa de los derechos humanos, pero que supone un aumento de los desequilibrios fiscales todos los estados miembro.
La respuesta a la pandemia ya había generado un aumento importante del gasto y la deuda pública de los países de la UE y los efectos de la guerra en Ucrania seguirán castigando las cuentas públicas. Los fondos Next Generation UE han paliado en parte ese aumento del gasto público, pero tienen un límite temporal. La suma del escudo social al escudo bélico dañará las economía europeas. Defender el bienestar y la democracia son opciones obligatorias, pero tienen consecuencias que hay que asumir y explicar.
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Moscú, que ha advertido contra este tipo de acciones, intensificó su amenaza de una respuesta nuclear a los ataques convencionales.
México reportaría su tercer mes consecutivo de contracciones, aunque a una menor tasa. En agosto, el retroceso fue de 0,3%