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Más de 30 años después, el escenario de una de las peores catástrofes nucleares de la historia volverá a generar energía gracias a las renovables
Más de tres décadas después del accidente nuclear que grabó a fuego el nombre de Chernóbil en el imaginario colectivo, el Gobierno ucraniano quiere intentar, en la medida de lo posible, que se deje de asociar el nombre de la central al del desastre.
El año pasado el Ejecutivo puso en marcha un plan para devolverle al lugar, ahora sólo habitado por multitud de flora y fauna salvaje, su capacidad de generar energía. Se ofrecieron unas 6.000 hectáreas a inversores locales y extranjeros que se dedicaran a las renovables en la llamada zona de exclusión, peligrosa para la vida humana pero rica en horas de sol y con las conexiones eléctricas con los grandes centros urbanos aún viables, pese a encontrarse en estado de abandono desde ese fatídico día de abril de 1986.
Ahora, dos compañías - la local Rodina Energy Group y la alemana Enerparc- se han adjudicado un contrato para construir a partir de este mes una planta solar fotovoltaica de 1MW de potencia por 1,2 millones de dólares (poco más de 1 millón de euros) en un desolado páramo, situado apenas a unos de metros del epicentro donde se desencadenó el accidente, según Bloomberg.
Esta potencia resulta irrisoria si se compara con la que tenía la central nuclear Vladímir Ilich Lenin, que contaba en 1986 con cuatro reactores de 1.000 megavatios y un quinto en construcción. Ahora bien, el plan es multiplicar su capacidad y sumar otros 99 MW en el futuro, eso sí, de momento sin una fecha fija en el horizonte. El Ejecutivo ucraniano pagará a ambas empresas entre 15 y 18 céntimos por cada kilovatio hora que generen, una cifra un 40% superior a la media europea.
El ejemplo 'verde' de Fukushima
Chernóbil no será la primera zona catastrófica que se ha pasado al lado 'verde'. La región japonesa de Fukushima, también tristemente célebre por el desastre nuclear que provocó el tsunami que devastó las costas del país en 2011, instaló en 2014 una turbina offshore de 2.000 kilovatios, a la que un año después se unió la que fue, en ese momento, la más grande del mundo de este tipo (4.000 kilovatios y 220 metros de altura).
Ambos aerogeneradores formaban parte del plan que puso en marcha Gobierno nipón para revitalizar la zona y no desaprovechar su potencial eólico y solar, apostando por las renovables de todo tipo, Un proyecto que no sólo ha comenzado a cambiar el aspecto, sino también la mentalidad de Fukushima.
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“Hay un pesimismo ideológico de los grandes empresarios en este país”, dijo el mandatario. La frase generó varias reacciones entre los gremios del sector productivo