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Según cifras recopiladas por la Ocde, al país le siguen Brasil, con una tasa de 33%; México, con 31,8%; y Grecia, con 31,8%
La formalización del empleo ha sido uno de los dolores de cabeza de América Latina por décadas, siendo este un fenómeno que aún no encuentra forma de ser atajado sin importar el tipo de gobierno que se encuentre a la cabeza. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en la región hay, por lo menos, 140 millones de personas trabajando en condiciones de informalidad, lo que representa alrededor de 50% de los empleados.
Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde), el autoempleo o el trabajo independiente está definido como el empleo de los empresarios, los trabajadores que lo hacen por cuenta propia, los miembros de las cooperativas de productores y los trabajadores familiares no remunerados, siendo estos últimos quienes carecen de un contrato formal para recibir una cantidad fija de ingresos.
Datos recopilados por la misma organización, evidencian que Colombia sigue liderando dicho listado con una tasa de 53,1% con cifras al cierre de 2021, lo que evidencia un aumento de 180 puntos básicos, frente a un año antes, cuando registró una tasa de 51,3%. A este país le sigue Brasil con una amplia diferencia debido a que su tasa llega a 33% (igual que hace un año), perseguido por México y Grecia, con 31,8% (reduciendo los números de 2020); Turquía, con 30,2%; Costa Rica, con 26,6%; Corea, con 24,6%; y Chile, con 23%.
Según Edgar Jiménez, especialista en Finanzas de la Universidad de los Andes y docente de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, la informalidad está explicada por múltiples variables, especialmente para un país como Colombia. “En principio, los costos asociados al salario y la prestación de servicios son determinantes. Si yo soy un trabajador y devengo un salario mínimo, es posible que me parezca muy bajo, pero si se mira desde la otra perspectiva, las cargas para el empresario suelen ser grandes, lo que lo impulsa a elegir acuerdos sin todos los requisitos impuestos”, dijo.
Sin embargo, el experto destaca el hecho de que localmente existe un factor como la informalidad voluntaria, especialmente porque muchos trabajadores eligen mantenerse en ese campo debido a la independencia que manejan. “No siempre se trata de falta de oportunidades, sino de costumbre familiar”, agrega.
En contraste, aquellas naciones que presentan los números más bajos son Noruega, con 4,7%; Estados Unidos, con 6,3%; Rusia, con 6,8%; Canadá, con 7,7%; Alemania y Dinamarca, con 8,8%; Australia, con 9,5%; Japón, con 9,9% y Luxemburgo, con 10,6%.
Cuando se desagregan los datos por género, se evidencia que, respecto a los hombres, Colombia se mantiene a la cabeza con una tasa de 54,2%; seguido por Brasil, con 37,2%; Grecia, con 36,2%; México, con 31,6%; Turquía, con 29,8%; Corea, con 26,6%; e Italia, con 26%.
En el caso de las mujeres sigue siendo Colombia el líder de dicha práctica con un registro de 51,3%; seguida por México, con 32,1%; Turquía, con 31%; Brasil, con 27,2%; Grecia, con 25,8%; Chile, con 22,2%; Corea, con 22,2%; Italia, con 16,2%; y Nueva Zelanda, con 15,9%.
Guillermo Sinisterra, PhD en Economía de la Universidad de Nueva York y profesor de la Universidad Javeriana, resalta este panorama como un reflejo de la rigidez en el mercado laboral. “Como las empresas suelen tener un capital muy pequeño para iniciar, les sale muy costoso generar empleo totalmente formal por los costos que representa. También hay personas que ganan bien como quienes se dedican a trabajar como asesores o trabajos que no son registrados”, destaca.
En cuanto al comportamiento de la región, Sinisterra considera que estamos en época de recuperación y de avance. “Creo que a la región no le ha ido tan mal. Colombia es uno de los países que mejor le fue, pero también fue el que más se endeudo, así que son resultados relativamente buenos. El trabajo informal es mucho más común entre los jóvenes, especialmente porque no tienen experiencia y se encuentran merodeando entre un empleo y el estudio, por lo que debería haber cada vez más políticas diferenciales para este sector de la población y sobre todo para las mujeres”, concluye.
Registros de la OIT muestran que los jóvenes llegaron a sumar 75 millones de desempleados en todo el mundo el año pasado y registrarían 73 millones de desempleados juveniles al cierre de 2022. América Latina concluiría este periodo con una tasa de 20,5%.
Si bien la cifra muestra una reducción de esta tasa en 2,66%, se mantiene seis millones por encima de la tendencia en época de prepandemia. A esto se suma el hecho de que 23,3% de jóvenes no trabajan ni estudian, panorama que no se veía desde hace 15 años, además de una mayor brecha de género.
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