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Contempló el despido de ejecutivos senior y un ajuste de infraestructura que implicó reducción de bodegas.
En una fase totalmente dedicada a crecer entrará el próximo año Concha y Toro. Y es que la viña ligada las familias Guilisasti y Larraín finalmente tocó puerto en su plan de reestructuración, que tuvo de cabeza a la administración desde noviembre de 2016 para afinar una máquina con presencia en casi 150 países.
El hito se llevó todas las miradas en su Investor Day, celebrado la semana pasada en su emblemática casona en Pirque. Donde luego de una bienvenida con una cata de vinos dedicada a cepas del Maule, la alta concurrencia -más de 30 inversores y analistas- debió sacar libreta y lápiz para atender una extensa presentación encabezada por su CEO, Eduardo Guilisasti.
Según fuentes que estuvieron presentes en el encuentro, el balance de la principal viña chilena fue positivo.
De acuerdo al ejecutivo, en infraestructura redujeron de 13 a 11 sus bodegas propias, y de cinco a tres bodegas arrendadas durante este año para sus procesos de vinificación. Aun así, se elevó su capacidad en 20% y anotaron ahorros por $ 1.630 millones.
En cadena logística, se redujeron de 13 a ocho sucursales a nivel nacional, generando eficiencias por $ 1.100 millones. A esto sumó otros $ 5.000 millones por el cierre de su planta en Lo Espejo, con lo que quedó operando solo dos en Santiago.
El proceso no fue gratis para Concha y Toro. Guilisasti admitió -según asistentes- una "dolorosa" reestructuración de su equipo, que implicó desvinculaciones incluso de ejecutivos "senior" en Chile, apuntando a una simplificación de su estructura organizacional, que significó ahorros por $ 4.800 millones.
El monto tras estas y otras iniciativas: $ 18.802 millones en reducción de costos, arriba de lo presupuestado en un principio por la administración.
Eso sí, los gastos tras el plan tendrían un coletazo por $ 1.668 millones durante 2019 por concepto de indemnizaciones por despidos, y la asesoría de cuatro consultoras para lograr "un modelo productivo simple, ágil y sustentable", consignó en la presentación.
Cambio de mentalidad
Los anuncios fueron mucho más que cifras. En 2019 Concha y Toro aseguró que comenzará una nueva fase de crecimiento bajo una lógica totalmente distinta a lo que venía haciendo.
La viña apostará por "arriesgarse a una mayor innovación, con una mentalidad de emprendedor por parte de los ejecutivos principales", apuntando a la "apertura al cambio". Lo que -dice en la presentación- se traducirá en el fortalecimiento de sus áreas de innovación y desarrollo de productos, junto con la creación de un área de marketing y análisis. A esto se suma la reducción de su portafolio de marcas: se eliminaron 82 de las 304 que operan.
El objetivo tras todo esto es potenciarse en mercados clave: Inglaterra, Canadá, Suecia, Chile, México, Brasil, Japón, China y Estados Unidos.
"En China esperan que sea el mercado que crezca más, y en Estados Unidos es el mercado donde esperan invertir", dice una fuente que prefiere mantener reserva, y que añade que la viña "viene con menores volúmenes y ventas en Inglaterra. Ya está notando el efecto inicial del Brexit, pero confía en los lazos que ha generado con los distribuidores".
En EEUU completó la fusión de sus filiales Fetzer y Excelsior, pasando ahora a expandirse con "nuevas innovaciones y mayores gastos de marketing". Por esta operación ahorró otros US$ 5 millones.
También se refirió a la vendimia en Chile: creció 36% hasta 1.290 millones de litros. Con ello, vuelve a los niveles de 2015, tras dos cosechas de bajo volumen.
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