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También se anunció la creación del llamado Green Climate Fund (GCF), instrumento de financiación para ayudar a los países.
El instrumento central de financiación de la cumbre se erige como palanca de aquellos países que se enfrentan a elevados costes para poder culminar la transición a energías limpias.
La Cumbre del clima en Madrid ya roza su ecuador, a poco más de una semana de cerrar el evento de Naciones Unidas (COP25). Pero aunque la meta de aumentar la ambición de los compromisos alcanzados en el Acuerdo de París es la misma, sigue tan lejos como antes.
Los últimos cinco días de actividades e intensas negociaciones no han bastado para limar disensos. "Hemos encontrado ciertas resistencias en temas de calado más político, como es la ambición", reconoció ayer Valvanera Ulargui, directora de la Oficina de Cambio Climático de España. El frente de países reticentes está formado, por un lado, por economías como China, India, o Arabia Saudí, que aunque no hacen una negación expresa a aumentar la ambición, exponen sus posiciones de modo que en la práctica lo hace irrealizable. Una oposición que sí ejerce sin disimulo Estados Unidos, cuyo presidente, Donald Trump, inició en noviembre el procedimiento formal para salirse del Acuerdo del clima de París.
En un plano diferente se sitúan los países en vías de desarrollo, cuyos planes de industrialización chocan con el elevado coste de una transición hacia energías limpias que no pueden afrontar. Algunos de estos países consideran injusto tener que cumplir ahora los objetivos del Protocolo de París, cuando las economías más avanzadas, que también son las que más emisiones de carbono producen, han estado contaminando durante décadas. Esa fue una de las razones para la creación del llamado Green Climate Fund (GCF), el instrumento central de financiación de la cumbre (forma parte de la ONU), actualmente dotado con 20.000 millones de dólares (18.000 millones de euros) para ayudar a estos países en la carrera por el clima. Las contribuciones provienen de países y ciudades, siendo la Unión Europea, Estados Unidos y Japón sus mayores contribuyentes.
"Si desde la etapa preindustrial las economías que se han desarrollado más son las que han emitido más gases de efecto invernadero a la atmósfera, ahora pedirles a las economías en vías de desarrollo que no utilicen fósiles para crecer lleva unos esfuerzos económicos importantes", explica Javier Manzanares, director ejecutivo del GCF, en conversación con EXPANSIÓN, que esta semana aprovecha la COP25 para mantener reuniones bilaterales con países en desarrollo.
"Se trata de que el fondo apoye a esas economías a que pasen del brown to green, para que puedan crecer consistentes con un desarrollo que respeta el medio ambiente", señala.
Curiosamente, no es un condicionante que los países cumplan con los objetivos de París para optar al fondo. "Lo que hacemos es intentar ayudarles para que los puedan cumplir". Los proyectos, sin techo de financiación y apoyados a partir de préstamos, inversión en capital, o donaciones, sí deben ser sostenibles y estar alineados con los firmado en París.
Por el momento el GCF no ha llegado a su objetivo de capitalización de 100.000 millones de dólares. En parte, por la falta de demanda. Pese a las contribuciones por 10.200 millones de dólares anunciadas en una primera fase (9.230 millones de euros), en 2014; y los 9.800 millones (8.866 millones de euros) anunciados hace un mes para una segunda fase; el fondo sólo ha aprobado proyectos por cerca de un cuarto (5.600 millones de dólares). En total, 124 proyectos repartidos entre Asia (52 proyectos), África (49) y Latinoamérica (23). Que los países latinoamericanos hayan demandado la mitad de proyectos que en otros continentes no se debe, cree Manzanares, a un menor compromiso con la lucha contra el cambio climático, sino a una menor costumbre a trabajar con fondos internacionales. Eso, y que España sólo tiene una entidad acreditada, Cofides, de las 95 que hay, mientras que otros países, como Francia, tienen tres o cuatro. "El hecho de que España tenga solo una entidad desde luego no favorece la intervención de los países iberoamericanos", reconoce, y hace un llamamiento a los bancos españoles para que se sumen al GCF como entidades acreditadas.
Manzanares augura que la apuesta por una mayor ambición en los compromisos del Acuerdo de París que los países tendrán que hacer en 2020, sí "ha impulsado mucho el interés de los países en desarrollo por trabajar con el Fondo Verde".
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