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El BCE considera que no es necesario apretar más las tuercas a la economía en su batalla contra la inflación, pero sigue comprometida en mantenerlas si es necesario
La autoridad monetaria mantiene el precio del dinero en 4,5%, su nivel más elevado desde mayo de 2001. Con su decisión, acaba con el ciclo de alzas de tipos más intenso y largo de la historia de la política monetaria común.
En Atenas se cierra el círculo. Tras diez reuniones consecutivas elevando los tipos de interés, el Banco Central Europeo (BCE) ha anunciado hoy la ansiada pausa. Lo ha hecho fuera de Fráncfort, con el Consejo de Gobierno citado en la capital griega en su ya típica cumbre alejada de su sede y con la que, una vez al año, acerca su actividad a otros países de la zona euro.
La decisión deja el precio del dinero anclado en 4,5%, una cota que el banco central entiende que," mantenida durante un período suficientemente largo, contribuirá de forma sustancial al pronto retorno de la inflación al objetivo". De esta manera, los tipos de interés permanecen en máximos de mayo de 2001, mientras que la tasa de depósito, el dinero que el BCE paga a los bancos por su dinero aparcado en Fráncfort, se mantiene en el 4%, su máximo histórico.
Pero que la institución que preside Christine Lagarde no vaya a endurecer más los tipos de interés no quiere decir que, de repente, la financiación vaya a volver a ser más barata. El BCE considera que no es necesario apretar más las tuercas a la economía en su batalla contra la inflación, pero se ha comprometido a mantener este alto nivel de tasas el tiempo que sea suficiente.
De hecho, en las últimas semanas ha ocurrido más bien lo contrario. Las rentabilidades de la deuda han mantenido su escalada al alza, con el interés del bono español a 10 años por encima de 4%, lo que endurece más todavía las condiciones de financiación. Según el consenso de expertos, no se debería esperar un recorte en los tipos de interés hasta la segunda mitad del próximo año y los inversores ajustan sus posiciones a la nueva realidad.
La lucha contra la inflación por parte del BCE ha sido una auténtica odisea propia de las mejores tragedias griegas, con la institución apostando por un crecimiento transitorio de los precios que al final terminó calando en la economía. Como reacción, al banco central le tocó remar e inició el ciclo de subidas de los tipos de interés más intenso y duradero de la historia, con 450 puntos básicos elevados a lo largo de algo más de un año en 10 reuniones consecutivas.
La inflación, en 4,3% en septiembre, sigue lejos del objetivo de 2% que se marca la autoridad monetaria, pero se ha relajado considerablemente desde las cifras de prácticamente doble dígito en las que llegó a moverse en 2022.
En Grecia, el BCE puede decir que, como Ulises, ya ve a lo lejos las costas de Ítaca después de su larga travesía, con su meta de la estabilidad de precios en el horizonte. Pese a ello, varios miembros del Consejo de Gobierno hayan advertido de que la última milla puede ser la más difícil, por lo que todavía tendrán que remar.
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