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Goldman Sachs calificó el cobre como "el nuevo petróleo", ya que puede ser la materia prima clave para una futura economía sin emisiones contaminantes.
Como consecuencia del esperado aumento de la demanda de ese metal para el cableado de coches eléctricos, paneles solares o baterías de hidrógeno, Goldman Sachs concluía que "el cobre está en un camino inexorable hacia los US$15.000 por tonelada".
Pero la situación actual es bien distinta. El precio ronda los US$7.000, al haber caído rápidamente desde los US$10.000 que llegó a rebasar en mayo.
El motivo de esta corrección es que, pese a sus buenas perspectivas de futuro, el cobre sigue siendo todavía un barómetro de los ciclos, al depender sobre todo de los grandes consumidores industriales. De hecho, en el mercado se le conoce como Doctor Copper por su capacidad para anticipar la salud de la economía global. Los propios analistas de Goldman, en una nota de este mes de julio que se lee más como un acto de contrición, admiten que el desplome de valor del metal "refleja el pesimismo sobre las expectativas de crecimiento".
El impacto de la guerra en Ucrania en el suministro energético, que podría afectar sobre todo a los clientes industriales europeos, y el mantenimiento de diversas restricciones contra el Covid en China, explican el miedo que hay entre los inversores a una recesión que dañaría el consumo de cobre en sectores como la metalurgia o el automóvil.
Este potencial efecto en la demanda ha hecho olvidar los riesgos para el suministro que podría provocar el conflicto desatado por Rusia en el este de Europa. De manera directa, este país produce un millón de cobre refinado cada año, lo que supone alrededor del 4% de la oferta global. El principal destino de ese material es China, flujo de unas 400.000 toneladas anuales que las sanciones no parecen haber afectado. Holanda es el segundo importador, pero buena parte del cobre que va a este país es cargado en Rotterdam para su envío también hacia Asia.
Según los analistas, una potencial recuperación en China será más importante para el repunte del precio del cobre que la resolución del conflicto en Europa.
Pero superados estos factores coyunturales, el gran factor a medio y largo plazo volverá a ser el incremento de la demanda desde nuevos sectores. En un informe, Standard & Poor's estima que el consumo de cobre se va a duplicar desde los 25 millones de toneladas actuales hasta unos 50 millones de toneladas en el año 2035, pasando a US$53 millones en 2050.
"El cobre, como metal de la electrificación, es esencial para los planes de transición energética", argumentan los economistas de S&P. "Tecnologías críticas para ese proceso como vehículos eléctricos, infraestructuras de carga, paneles solares fotovoltaicos, aerogeneradores y baterías requieren mucho más cobre que las alternativas basadas en combustibles fósiles. El rápido desarrollo global de estas tecnologías, sobre todo de las flotas de coches eléctricos, generará un enorme aumento de la demanda de cobre, que además seguirá siendo crítico para otros sectores de la economía".
El problema, si se confirma ese salto en las compras del metal, llegará por el lado de la oferta. S&P calcula que puede haber un déficit de producción de 9,9 millones de toneladas anuales en 2035, cálculo basado en un mantenimiento de las actuales tendencias en capacidad de explotación de las minas y en reciclaje de material.
"En el siglo XXI, la escasez de cobre puede emerger como una desestabilizante amenaza para la seguridad internacional. El déficit generará una enorme presión en las cadenas de suministro y puede recordar a la lucha por obtener petróleo del siglo XX, aunque con una mayor concentración de la producción".
Países productores
El 90% de la extracción del mineral corresponde a cinco países: Chile, Perú, China, República Democrática del Congo y Estados Unidos. Por empresas, la chilena estatal Codelco y las multinacionales BHP, FreeportMcMoran y Glencore son las más activas.
Dentro del sector, España también está tratando de volver a ser un actor destacado en el panorama internacional, con la producción en las minas andaluzas que ya los romanos explotaron. Los principales yacimientos en producción son Minas de Aguas Teñidas (Matsa), que acaba de comprar Sandfire Resources; Riotinto, que está controlado por Atalaya Mining (en la que participa Trafigura); y Las Cruces, de First Quantum Minerals.
Los protagonistas del sector
Una gran fuente de ingresos para Chile: la empresa estatal chilena Codelco es el mayor productor de cobre del mundo, al extraer 1,72 millones de toneladas de este metal en el año 2021, lo que le permitió facturar 7.394 millones de dólares. El nuevo presidente de la República de Chile, Gabriel Boris, situó el pasado mes de marzo al frente de la corporación a Máximo Pacheco.
Escisión para depender más de los metales: entre las compañías mineras privadas, la que más peso tiene en el sector del cobre es el gigante australiano BHP Billiton, al producir 1,7 millones de toneladas anuales, cerca de las cifras de Codelco. El pasado mes de junio, el grupo escindió su negocio de producción de petróleo para fusionarlo con Woodside, pasando a depender más del negocio de los metales.
Apuesta de 1.600 millones por las minas españolas: el elevado precio del cobre ha permitido la recuperación de diversas minas españolas. Ejemplo del nuevo potencial fue la compra del yacimiento Matsa, en Huelva, por la compañía australiana Sanfire Resources, que pagó el pasado año 1.600 millones a Trafigura y Mubadala. Otros depósitos en explotación en la misma zona son Riotinto y Las Cruces.
La salida del cobre desde Huelva hacia el mundo: otro gigante internacional del cobre es Freeport McMoran, con una producción similar a la de Codelco y BHP. Además, la compañía estadounidense es propietaria de la fundición de Atlantic Copper en el puerto de Huelva, que permite refinar un millón de toneladas anuales del mineral extraído en España y otros países para su venta a los clientes del grupo.
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