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La nueva moneda electrónica se integrará dentro de las infraestructuras de pagos ya existentes, de manera que las entidades podrán ofrecer esta alternativa incluyéndola en sus aplicaciones actuales
El proyecto de euro digital impulsado por el Banco Central Europeo (BCE) contemplará en su diseño una de las principales reclamaciones esgrimidas por el sector bancario como condición necesaria para sumarse a esta iniciativa. La nueva moneda electrónica finalmente sí se integrará dentro de las infraestructuras de pagos ya existentes, según ha explicado la autoridad monetaria en la última reunión del Consejo de Pagos Minoristas (ERPB, por sus siglas en inglés), el foro sectorial organizado para agrupar toda la industria alrededor de las transacciones financieras.
Los responsables del BCE a cargo de la puesta en marcha del euro digital son conscientes de que, para hacerlo atractivo entre los intermediarios que lo tienen que llevar hasta el consumidor (los bancos), debe ser un proyecto con pocos costes y con oportunidades de negocio.
Por eso, el BCE se compromete a que el euro digital se base en los estándares ya existentes, así como en las principales aplicaciones digitales que estén en marcha actualmente en el mercado. Se trata de una de las peticiones demandadas por organizaciones como la Asociación Española de Banca, que durante la fase de consulta de la nueva moneda única electrónica reclamó que ésta pudiera ser compatible con Bizum, entre otras soluciones.
Los bancos y otros proveedores de servicios de pagos podrán integrar el euro digital "dentro de sus apps, manteniendo la relación con sus clientes como punto de acceso de confianza" para introducir la nueva moneda entre los usuarios europeos, señala el BCE en el documento en el que sintetiza la propuesta de valor de la nueva divisa.
El BCE prevé otros mecanismos para hacer atractivo el euro digital entre los bancos europeos. Uno de los principales es el modelo de negocio propuesto, que prevé una "compensación justa" para las entidades bancarias en recompensa por su papel de intermediarios de la nueva moneda.
El proyecto se basa en que el euro digital será de uso gratuito para los usuarios minoristas. Las entidades bancarias tendrán que ofrecerlo sin coste a sus clientes de esta categoría, según prevé el BCE, que, sin embargo, contempla que sí se pueda cargar con el pago de comisiones a los comercios que quieran operar con esta divisa. Se trata de un esquema similar al aplicado por otras modalidades de pago.
Este modelo de remuneración está planteado con dos objetivos. Por un lado, para compensar los costes que tendrán que asumir las entidades bancarias para poner en el mercado el euro digital; por el otro, está pensado para aportar una "necesaria seguridad a los comerciantes", recalca el BCE.
Hay otras potenciales ventajas, según anticipa la autoridad monetaria europea. El proyecto del euro digital construirá unos raíles sobre los que las entidades bancarias podrán innovar y "ofrecer nuevos servicios de valor añadido", según el BCE, ya sea proporcionando soluciones tecnológicas levantadas sobre la infraestructura del Eurosistema, o bien sacando provecho y abriendo nuevas vías de negocio a partir de los estándares aprobados en el contexto de la nueva divisa.
El del euro digital es un megaproyecto cuyo coste podría elevarse hasta los mil millones de euros, según las previsiones del propio BCE, que trabaja con la idea de que la moneda electrónica pueda estar en pleno funcionamiento (si finalmente hay consenso político para impulsarlo) en 2027.
Uno de los principales motivos que han llevado al BCE a volcarse en el desarrollo de una solución de pagos digitales continental es la reducción de la dependencia de infraestructuras de pagos no europeas. El volumen de transacciones que se llevan a cabo con soluciones de terceros países es cada vez mayor (ahora son el 51% de las operaciones, cuando en 2017 no superaban el 42%), lo que deja a la zona euro en una posición de debilidad de cara a futuro.
"La inacción no es una opción", señala el BCE, que ha constatado que las soluciones europeas han tenido dificultades para crecer en escala, algo que no ha ocurrido con alternativas tecnológicas surgidas en países como China, Brasil o India. En este contexto, la autoridad presidida por Christine Lagarde se ha propuesto encabezar una alternativa que pueda llegar a todo el Viejo Continente y que a la vez cuente con el sector bancario como aliado.
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