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El programa del M5S (en italiano, Movimento 5 Stelle) y la Liga incluye suficientes puntos para provocar un conflicto con la Unión Europea
Italia no es Grecia. Pero no todas las diferencias son alentadoras. Su economía es diez veces mayor. Su deuda pública de 2,3 billones de euros es siete veces más grande; es la mayor de la eurozona y la cuarta mayor del mundo. Italia también es demasiado grande para caer y puede ser demasiado grande para rescatarla. La pregunta es si su nuevo Gobierno desatará una crisis y, en ese caso, qué podría ocurrir a continuación.
Por el momento, el nerviosismo en los mercados no es muy alto. El lunes, la rentabilidad sobre los bonos públicos italianos a 30 años era sólo 220 puntos básicos mayor que los niveles alemanes, con rendimientos del 3,4%. Esta cifra es muy inferior a los diferenciales récord de 467 puntos básicos y el pico de rentabilidad del 7,7% registrados en 2011. Por desgracia, la situación podría empeorar mucho.
Según el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, en ningún estado miembro de la Unión Europea, a excepción de Grecia, se erosionó tanto la sensación de "cohesión" de los ciudadanos con la UE entre 2007 y 2017 como en Italia. Este último año, su posición según este criterio se había hundido al puesto 23 de 28 miembros.
Esto no es consecuencia sólo de la crisis económica. Entre 1997, cuando se estableció la eurozona, y 2017, el producto interior bruto per cápita real de Italia creció un 3% -menos que el de Grecia-. Los italianos también sienten que se les ha abandonado para que afronten prácticamente solos su crisis migratoria.
Muchos italianos, en resumen, se sienten distanciados de la UE. También desdeñan a su clase dirigente. Esta es la causa de que un Gobierno intelectualmente incoherente de populistas de izquierdas y de derechas haya ganado el poder, los primeros con más fuerza en el Sur, y los últimos en el Norte -una división que explican las profundas divergencias económicas.
Este desorden es responsabilidad tanto de Italia como de la UE. Esta última no ha logrado alcanzar el objetivo de inflación ni generar una demanda adecuada. Esto ha dificultado lograr los necesarios ajustes postcrisis en la competitividad. La negativa de Alemania a reconocer que esto supone un problema ha empeorado mucho más las cosas. Pero los italianos tampoco entendieron la necesidad de efectuar reformas económicas e institucionales radicales para que Italia progrese, sobre todo dentro de una unión monetaria con Alemania.
Puede ser demasiado tarde. La espiral de populismo se desarrolla de este modo: votantes descontentos; promesas irresponsables; malos resultados; votantes aún más descontentos; promesas todavía más irresponsables; y peores resultados. La historia no ha terminado. Puede no haber hecho más que empezar.
El programa común del Movimiento 5 Estrellas y la Liga contiene suficientes puntos para provocar un conflicto con la UE y la eurozona: un aumento del gasto, impuestos más bajos y ataques a las normas fiscales y monetarias de la eurozona. Bruno Le Maire, el ministro de Finanzas francés, ya ha hecho sonar las alarmas. Matteo Salvini, el radical líder de la Liga, respondió enérgicamente: "No pedí los votos... para seguir por una senda de pobreza, precariedad e inmigración: ¡Los italianos primero!".
Pensar que los acreedores mandarán supondría caer en la autocomplacencia. Si el nuevo Gobierno rompiese las normas, el Banco Central Europeo no podría ayudarlo. De producirse un conflicto, la inestabilidad financiera metería en cintura a los italianos. Pero eso sólo ocurriría si los italianos no estuviesen dispuestos a recurrir a la herramienta del impago. A finales de 2017, 686.000 millones de euros de bonos públicos italianos (el 36%) estaban en manos de no residentes. Es más, en marzo de 2018, el Banco Central italiano debía a sus socios -sobre todo al Bundesbank- otros 443.000 millones de euros en el sistema "TARGET2". En la actualidad, las posiciones de deudores y acreedores dentro del Sistema Europeo de Bancos Centrales sobrepasan su escala durante la crisis de 2012.
Si Italia impagase, los daños podrían ser enormes. No obstante, incluso esto ignora un impacto económico, y también político, mayor. Italia resultará más difícil de presionar que Grecia, sobre todo porque el "Italexit" es una propuesta obviamente mucho más peligrosa que el "Grexit".
Por lo tanto, ¿qué podría ocurrir? Una posibilidad es que Giuseppe Conte, el candidato propuesto como primer ministro, lidere un Gobierno convencional. El Ejecutivo reculará ante el olor de la pólvora. Pero también es posible que persista en sus políticas, desatando el pánico en torno a la deuda y los bancos italianos. Sin el apoyo del BCE, esto podría imponer limitaciones a la transferencia de dinero de los bancos fuera del país o a su conversión en liquidez. Italia quedaría a todos los efectos fuera de la eurozona.
Esto representaría una crisis monstruosa. ¿Daría entonces marcha atrás el Gobierno? Una vez más, es probable que lo hiciese. Pero el daño causado a la confianza podría tardar años en compensarse. La economía italiana perdería su limitado ímpetu, e invertiría su tendencia. La salida de capital, personas y empresas podría ser devastadora. Teniendo todo esto en cuenta, otras elecciones podrían dar lugar a la emergencia de un Gobierno aún más radical o, en el peor de los casos, la unidad de Italia podría ponerse en entredicho.
¿Quedaría contenida la crisis en Italia? Una vez más, posiblemente. Sin embargo, una crisis grave también podría afectar a otros países. Cabe señalar que España también ha acrecentado sus deudas dentro del sistema Target 2 del BCE. La presión sobre la eurozona podría ser considerable: reformarse o morir.
En 1991, dije sobre la unión monetaria: "Los esfuerzos por unir a los estados pueden derivar, en cambio, en un enorme aumento de las fricciones entre ellos. De ser así, se cumpliría la definición clásica de tragedia: Hybris (arrogancia), Ate (locura), Némesis (destrucción)".
Muchos italianos culpan a Europa de sus apuros. Puede que resulté injusto, pero es inevitable, ya que muchas de las decisiones que les afectan ahora se toman en Europa. El intento de liberarse de la camisa de fuerza, por el que han votado ahora, parece condenado al fracaso. Pero eso no solucionará la crisis. Podría incluso empeorarla a largo plazo. Hasta que Italia no recupere la prosperidad, su política y su posición en Europa seguirán siendo frágiles. Todo puede suceder.
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