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Para Robinson hay que dejar a un lado la discusión sobre la tierra y apostarle a la educación.
Corrupción, clientelismo y debilidad institucional son palabras que se repiten en el diagnóstico que realiza James Robinson, profesor de la Universidad de Harvard y coautor con Daron Acemoğlu del best seller ‘Por qué fracasan los países’, sobre Colombia.
El profesor, de paso por el país para participar del Seminario Internacional de Ciencias Sociales y Estudios Políticos "Todo el mundo lo hace: Entendiendo la honestidad y la transgresión desde las normas sociales", organizado por Corpovisionarios, la Cámara de Comercio de Bogotá y la Universidad Nacional, habló con LR sobre la visión que tienen sobre una nación que suele frecuentar gracias a las charlas que dicta en la Universidad de los ANdes.
¿Es cierta la idea de que todos los colombianos son corruptos?
No creo. No es verdad que todos los colombianos sean corruptos. La corrupción es parte de un contexto social y político más grande. No creo que la corrupción sea algo como una enfermedad que exista por sí sola. Déjeme le doy un ejemplo, cuando el presidente Santos fue a recibir el Nobel de Paz, ¿quién estaba en la audiencia? El presidente Samper. Todo el mundo conoce en Colombia cuán corrupto fue el presidente Samper. ¿Qué hizo para contribuir al Nobel de Paz?
Él creó la institución que permitió a los grupos paramilitares funcionar, cuando fue el presidente tomó millones de dólares del Cartel de Cali para comprar votos en su elección. ¿Dónde está la responsabilidad? No hay responsabilidad en Colombia. Por supuesto que va a haber corrupción cuando hay una violación de las prácticas apropiadas. Eso es un ejemplo increíble de cómo en Colombia no hay responsabilidad de los actos. Hacen lo que quieren y se salen con la suya.
Eso es parte de un problema más grande de cómo funcionan las instituciones políticas. No me centro mucho en que hay que combatir la corrupción, porque es una consecuencia del mal funcionamiento de las instituciones. La corrupción es parte de un problema más grande de responsabilidad por parte las instituciones políticas.
¿Por qué ha defendido la idea de que la discusión en Colombia no se debe centrar en una reforma agraria sino en la educación?
Los colombianos han intentado hacer una reforma agraria, dependiendo de cómo se mire, desde 1960 o quizás 1920 o, incluso, antes de eso. Y nunca han tenido éxito. Probablemente la tierra esté más desigualmente distribuida ahora que en 1961. ¿Por qué lo van a hacer ahora cuando fracasaron antes cada vez que lo intentaron?
La gente dice que hay que solucionar el problema agrario. Mi punto es que en una sociedad como la colombiana, con instituciones débiles, hay un conflicto por todo. Robo tu carro, tu robas mi tierra, yo robo tu novia. El Estado no resuelve disputas. Entonces la gente toma las leyes por su propia mano. El problema es que en Colombia no hay instituciones que resuelvan conflictos, ya sea por tierras o cualquier otra cosa.
Entonces, los colombianos no pueden solucionar el problema de la distribución de tierras, eso es obvio, pero hay otros países que tampoco lo hicieron. Inglaterra no lo hizo. Pero ellos siguieron adelante. ¿Entonces por qué Colombia no puede seguir adelante y parar de pelear alrededor de esto?
Y hay algo más. Si tú tienes una parcela de tierra, yo no la tengo. Si yo tengo una parcela de tierra, tú no vas a poder tenerla. Pero tú puedes tener educación y yo también. Entonces hay algo muy diferente en la educación como un activo: es mucho menos conflictiva. No peleamos por educación. Hay muchas razones y argumentos que no sé si tengan sentido, pero nadie me escucha a mí.
¿Colombia, entonces, tendría que ignorar ese problema rural y centrarse en discusiones como la educación?
Es un problema real porque el Estado está menos presente en áreas rurales, entonces las disputas no se resuelven, escalan, se vuelven violentas. La tierra es de suma cero, si yo la tengo, tú no la tienes, entonces eso crea conflicto. La verdadera cuestión es tener un Estado que sea responsable, que pueda resolver los conflictos de una forma natural. Eso está faltando.
En sus análisis usted ha remarcado la debilidad del Estado, ¿los acuerdos de paz que se firmaron en La Habana corrigen eso o no apuntan hacia allá?
No veo un plan para cambiar cómo funcionan las cosas en Colombia. No veo un plan político en ese sentido. No creo que los acuerdos de paz que están en la fila hagan eso, no proveen algo para que cambie el estado de las cosas.
¿El sistema fiscal como está en Colombia ayuda a mantener la debilidad institucional?
Hay una terrible evasión fiscal. El sistema fiscal es un problema. La gente no quiere pagar impuestos. Cuando llegó alguien que quería recolectar impuestos como Juan Ricardo Ortega, tuvo que dejar el país y está exiliado en Estados Unidos. Eso muestra algo de la actitud de los colombianos sobre sus impuestos. Y no era la gente pobre la que lo estaba amenazando. Creo que no hay una voluntad política para hacer algo, no hay voluntad política para recolectar impuestos.
Cada vez que vengo a Colombia se está hablando de una reforma tributaria. No sé qué haya en estas reformas, pero miren los activos de los ministros. Son ridículamente bajos. Esos no son sus activos reales. ¿Cómo pueden tener a alguien hablando de una reforma fiscal cuando simultáneamente mienten sobre sus activos al público? Eso no es serio.
¿Hay incentivos para tener un estado moderno?
No. No creo que la gente poderosa en Colombia tenga algún interés en cambiar el sistema. Ellos saben cómo manipular y beneficiarse del sistema.¿Qué incentivo van a tener para cambiar? El cambio viene de afuera. No veo ningún proyecto para modernizar el Estado colombiano.
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