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Hacia 2026, Norteamérica debe profundizar la integración de las cadenas de suministro para aumentar el valor regional de la producción de la región
La victoria electoral de Donald Trump para volver a asumir la presidencia de los Estados Unidos obliga a México a contemplar los posibles retos que su agenda pueda representar para nuestra relación comercial.
Si bien ambas naciones junto con Canadá conforman el T-MEC, es necesario que los tres países de Norteamérica mantengan una agenda firme hacia la primera revisión de este tratado comercial.
De acuerdo con un análisis de México Cómo Vamos, Norteamérica tiene la oportunidad histórica de explotar el potencial de la región aprovechando su complementariedad en el comercio y en el talento del capital humano. Por esto, crear metas compartidas para el futuro es lo único que asegura una historia de éxito.
El T-MEC entró en vigor en 2020 como el sucesor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte que inició en 1994. No obstante, será en 2026 cuando se lleve a cabo la primera revisión de este nuevo acuerdo, donde los tres países miembros tendrán la oportunidad de evaluar que los objetivos y beneficios del tratado se han materializado.
Así como el tratado enfrentó cambios sistemáticos, el T-MEC y su futura revisión se darán en un contexto de cambios políticos como las elecciones presidenciales en México y Estados Unidos; tensiones en las relaciones China-EUA; conflictos armados y las consecuencias de la pandemia en las cadenas de suministro mundiales.
El T-MEC permite flexibilidad a las partes de expresar su descontento o implementar sugerencias por medio de negociaciones, pero lo anterior debe empatar las exigencias de países soberanos y el beneficio de la región.
Un ejemplo de lo anterior fueron las tensiones comerciales EUA-China que obligaron a México y Canadá a replantear su posición con la potencia asiática. En el marco del tratado, EUA estableció reglas de origen estrictas para evitar productos e inversiones de origen chino que no fueron pensadas en el mejor interés de nuestro país.
Hacia 2026, Norteamérica debe profundizar la integración de las cadenas de suministro, para hacerlas más resilientes y aumentar el valor regional de la producción de la región. Lo anterior solo es posible si hay un esfuerzo compartido de coordinar medidas que sirvan a este objetivo, ya que en caso contrario, será más complejo contener a las partes de actuar en su mejor interés, comprometiendo al resto de la región.
Un elemento crucial para asegurar una revisión exitosa en 2026 es la solución de las controversias Estado-Estado activas bajo las reglas del T-MEC.
A la fecha, el mecanismo para su resolución se ha activado en diversos sectores: lácteos, el automotriz, el energético, el de biotecnología agrícola y el de producción de paneles solares.
En cuatro de esos casos, los paneles conformados concluyeron la investigación y presentaron un Informe Final. De los casos restantes, uno ha establecido un panel y otros dos -relacionados con las políticas energéticas de México- siguen en la etapa de consultas.
Cabe recordar que el mecanismo de paneles de controversia (Capítulo 31) sirven al propósito de otorgarle a los miembros del tratado la oportunidad de manifestar su descontento y en caso de llegar a un fallo se presenta el Informe Final, hacia 2026 el cumplimiento del fallo de los paneles y el compromiso de solucionar los paneles pendientes son necesarios para evitar que las tensiones escalen a un problema mayor.
La estrecha relación entre México y Estados Unidos va más allá de ser socios comerciales principales; sugiere una convergencia socioeconómica, especialmente visible en los estados del sur de Estados Unidos y del norte de México, donde los desafíos comunes y las lecciones compartidas en áreas como la educación y la salud impulsan el progreso social.
La historia de éxito de Norteamérica es una oportunidad para revertir el rezago de la región del sur-sureste y promover mejoras en el progreso social. Lo anterior, con el propósito de crear condiciones para atraer nuevas inversiones que, a su vez, fortalezcan el mercado laboral y mejoren la calidad de vida de las personas.
Actualmente, 83% de las exportaciones de México se dirigen a Estados Unidos y 3% a Canadá, mientras que 44% del total de la IED recibida por México en el primer semestre de 2024 provino de Estados Unidos y 8% de Canadá.
En ese sentido, el Instituto Mexicano para la Competitividad sostuvo en septiembre pasado que cualquier reforma constitucional debe tomar en cuenta las consideraciones en materia de contrapesos al poder, transparencia, rendición de cuentas y competitividad, así como el potencial impacto sobre la relación con Estados Unidos y Canadá.
La pérdida de confianza institucional y certeza jurídica podría desestabilizar la inversión extranjera y el comercio exterior, con lo que se incrementarían los riesgos para la economía mexicana.
Cuatro estados de la Unión Americana concentran 80% de las exportaciones de maíz a México: Kentucky (28%) Idaho (24%), Indiana (19%) y Iowa (10%), de acuerdo con datos del Departamento de Comercio de Estados Unidos.
Un análisis de Consultores Internacionales Ansley indicó que las implicaciones para México podrían venir en dos sentidos: primero, encarecería la importación de maíz amarillo genéticamente modificado para consumo humano y generaría incertidumbre para la industria pecuaria dado que la sustitución de abasto podría derivar en una potencial restricción a las importaciones.
Por otro lado, en caso de que México pierda el panel y no se modifiquen estas políticas, se podrían eventualmente establecer represalias a las exportaciones nacionales.
Contrario a la posición de Estados Unidos frente al tema, funcionarios mexicanos sostienen que las medidas impuestas no vulneran el comercio bilateral, y que, de iniciar un panel de controversias, México defenderá sus políticas agro-biotecnológicas.
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