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El columnista de Financial Times relata cómo las tensiones políticas de esta época se pueden asemejar a la de los años de Hitler y Mussolini.
Hace unas semanas, estaba sentado en la oficina londinense de un parlamentario conservador que estaba desconsolado por el hecho de que Boris Johnson se convertiría en líder de su partido, y posteriormente en primer ministro. Conversamos sobre política y sobre qué libros habíamos estado leyendo.
Mencioné que acababa de terminar "Historia de un alemán", la autobiografía de Sebastian Haffner. "Aquí lo tengo", respondió el parlamentario, inclinándose hacia su repisa llena de libros. "¿No es genial?", me comentó.
Me pareció significativo que ambos hubiéramos estado leyendo sobre la década de 1930 para tratar de darle sentido a 2019. Ninguno de nosotros cree que Johnson o Donald Trump sean reencarnaciones de Hitler o de Mussolini. Pero ambos habíamos encontrado interesante la autobiografía de Haffner por otra razón más imperceptible: proporciona una visión extraordinaria de cómo se siente vivir un período de agitación política.
La autobiografía de Haffner fue escrita en 1939, justo antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial y el inicio del Holocausto. Él tenía siete años al comienzo de la Primera Guerra Mundial en 1914, y salió de Alemania al exilio en 1938. Su libro (que sólo fue descubierto por su hijo en 1999 mientras ordenaba los papeles de su padre después de su fallecimiento) proporciona un sentido contemporáneo de lo que se sentía presenciar el ascenso al poder de los nazis, y de los miedos, de las dudas y de los dilemas morales que surgen conforme emerge una nueva y perturbadora clase de política.
Entonces, como ahora, los políticos moderados constantemente tenían que hacerse la pregunta, ¿cuán grave es esto? ¿Es simplemente ofensivo o es realmente peligroso? ¿Y es la respuesta correcta sumergirse en la política o retirarse a la vida privada?
En el Reino Unido actual, el Partido Conservador se ha inclinado hacia la derecha nacionalista, y el Partido Laborista ha sido tomado por la izquierda radical. Eso ha dejado a numerosos centristas políticamente sin hogar. Haffner plasmó ese sentimiento cuando escribió: "Nosotros —ese nosotros indefinido— sin nombre, sin partido, sin argumentos y sin poder".
Las quejas de los populistas de hoy día de que un "Estado profundo" en EEUU y en el Reino Unido está frustrando la voluntad del pueblo evocan la descripción de Haffner de la extrema derecha en Alemania durante la década de 1920: "Con profundo odio acuñaron la palabra 'sistema' para referirse a la impalpable fuerza que los mantenía dentro de ciertos límites. En ese momento, al menos, se les mantuvo dentro de los límites".
Haffner, un culto y joven abogado, alimentaba un profundo desprecio intelectual por los nazis y por "su repugnante jerga, cada sílaba de la cual implicaba una violenta estupidez". Pero este desprecio resultó ser una trampa política porque, "yo estaba inclinado a no tomarlos demasiado en serio, una actitud común entre sus oponentes inexpertos, lo cual los ayudó mucho".
A cada paso, él batallaba con la pregunta de cuán mal se pondrían las cosas. Poco después de que los nazis tomaron el poder, él "claramente sintió que lo que había sucedido hasta entonces era simplemente repugnante y nada más. Pero lo que estaba por venir tenía un aspecto apocalíptico".
Conforme los acontecimientos se dirigieron en una dirección cada vez más peligrosa, Haffner y sus amigos adoptaron diferentes mecanismos de defensa psicológicos. Una fuerte tentación era simplemente dejar de prestarles atención a las noticias y "cerrar bien las ventanas y encerrarse dentro las cuatro paredes de la vida privada propia".
Otro mecanismo de defensa era consolarse con las cosas que no habían cambiado, las partes del Estado y de la vida pública que aún parecían sólidas y familiares. Así que, mirando hacia 1933, el año en que Hitler se convirtió en el canciller alemán, Haffner señaló que "el canciller podía diariamente pronunciar los abusos más viles contra los judíos". Pero, por otro lado, "el proceso de la ley no fue cambiado en lo absoluto". Las instituciones, y los controles y equilibrios de Alemania, seguían vigentes.
Entonces, ¿es un error creer que la retórica violenta de un líder autoritario importa menos que las instituciones del Estado?
Estado e instituciones
En retrospectiva, Haffner observó con pesar: "Debo admitir que me incliné a ver el imperturbable funcionamiento de la ley y, de hecho, el continuado curso normal de la vida cotidiana, como un triunfo sobre los nazis".
Pero, en 1933, mientras trabajaba en una biblioteca de derecho, las tropas de asalto irrumpieron en el edificio y comenzaron a expulsar a los lectores judíos. Para su vergüenza eterna, Haffner se vio obligado a asegurarles a los intrusos que él no era judío.
Leer ese pasaje actualmente resulta impactante. Pero, buscando cierta perspectiva en 2019, también es reconfortante, ya que parece tan remoto de lo que hoy día es imaginable.
El presidente estadounidense acaba de decirles a unas congresistas —una de raza negra, una hispana y dos musulmanas— que "regresen" a los "lugares de donde vinieron". El recién electo primer ministro del Reino Unido ha dicho que las mujeres musulmanas que usan el niqab parecen buzones de correo. Pero todavía parece inimaginable que unas tropas de asalto puedan algún día expulsar a los grupos minoritarios de los lugares públicos.
Pero, ¿cuándo hay que dar la alarma? Desde el exilio en Londres, Haffner reflexionó: "Me tomó bastante tiempo darme cuenta de que mi nerviosismo juvenil era correcto y que la enormidad de experiencia de mi padre estaba equivocada; que hay cosas que no pueden ser tratadas con un calmo escepticismo".
Mi instintiva reacción ante el ascenso de Johnson y ante la retórica de Trump sigue siendo "un calmo escepticismo". Pero, para ser sincero, yo me encuentro aproximadamente en la misma etapa de la vida que el padre de Haffner en 1933.
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