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El ministro de Asuntos Exteriores de España habló sobre la situación política global y también sobre asuntos internos relacionados a migración
*Colaboración especial*
En el marco del inicio de la legislatura europea, el ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación de España, José Manuel Albares Bueno, habló sobre los retos del país en la Unión Europea; el conflicto en Ucrania y en Palestina, y sobre la situación política de Venezuela.
Claramente tenemos que hacer una apuesta por la paz en Ucrania, una paz justa, una paz dentro de la carta de Naciones Unidas que respete su soberanía y su integridad territorial, la paz tiene que volver a Europa.
Y eso se extiende también a esa idea de paz a Oriente Medio, donde tenemos que conseguir la paz en Gaza y para todo Oriente Medio. Tenemos nuestro continente vecino, África, y necesitamos que África esté en el centro de la política exterior de la nueva Comisión, en todas sus dimensiones, en la de los movimientos migratorios, pero también en la cooperación, el desarrollo, el desarrollo de un tejido empresarial productivo.
Desde luego, España no va a cejar para que América Latina esté, donde está, donde la hemos dejado en nuestra presidencia, en el centro de esa agenda, porque con América Latina los europeos compartimos valores, hay una comunidad de valores. Creemos en la paz, creemos en el multilateralismo, creemos en la democracia y en los derechos humanos; esa cumbre Europa, Celac, ha reforzado todavía más esa centralidad.
Y, finalmente, la Unión Europea es una potencia normativa, es una potencia de valores. El mundo mira a Europa cuando hablamos de derechos humanos o de democracia. Y en este momento en el que, en todo el globo, la extrema derecha está planteando un asalto a la democracia y un asalto también a los organismos internacionales como las Naciones Unidas, la voz de Europa se tiene que oír con fuerza en defensa de la democracia y en contra de los valores de la extrema derecha.
Con el paso del tiempo, hay que recordar una evidencia. Esta es la guerra de un solo hombre, esta es la guerra de Vladimir Putin y no está dando signos Rusia de querer aminorar esta guerra. Pero hemos visto muy recientemente la incursión ucraniana en Kursk, que se está consolidando, cómo Ucrania, con gran coraje, con gran dignidad, está defendiendo su libertad, su soberanía, a sus civiles indefensos, su integridad territorial. Desde luego, España y el resto de los países de Europa vamos a apoyarla tanto tiempo como sea necesario. Y un día llegará la paz. Yo no tengo la menor duda.
Los ucranianos verán un país libre, democrático y en paz. Y lo importante es que todos apoyemos a Ucrania ese día también para que sea una paz justa. Una guerra de agresión injusta, no puede terminar con una paz injusta, debe terminar con una paz justa que respete la integridad territorial, los deseos de los ucranianos y su soberanía.
Esta guerra tiene mucho que ver con la Unión Europea y los valores europeos. Lo que Rusia no podía perdonar a Ucrania es que soñara con, un día, ser uno de nosotros:, un país integrado en la Unión Europea y democrático.
Durante nuestra presidencia, durante la presidencia española, se tomó la decisión histórica de abrir negociaciones para la adhesión de Ucrania a la Unión Europea y ese día se abrió un camino irreversible, un camino en el que España ha creído, cree y apoya. Pero, evidentemente, la adhesión a Europa es una adhesión basada en méritos, como lo fue para España en su momento. En unas ocasiones toma más tiempo y en otras menos.
Por supuesto, un país en guerra, como es Ucrania, tiene ante sí unos desafíos que son absolutamente extraordinarios y va a necesitar nuestra ayuda. En estos momentos es una ayuda diplomática, política, humanitaria, en material militar para su defensa. Un día será una ayuda para la reconstrucción. El horizonte final de cumplir todos los criterios necesarios para la adhesión a la Unión Europea, puede estar más o menos lejos, pero lo importante es la voluntad política. Todos los ucranianos saben hoy que su futuro está con la familia europea.
Desde el primer momento, nosotros hemos sido conscientes de que esta es una nueva explosión de violencia en una larga cadena que dura ya décadas y que, si no hacemos algo, seguirá durando décadas. Nosotros condenamos muy claramente el ataque terrorista de una organización terrorista, como es Hamás el 7 de octubre. Y por eso dimos también ese paso del reconocimiento; constatamos que no tenemos que resignarnos a que la guerra sea la forma de relacionarse entre israelíes y palestinos o entre pueblos de Oriente Medio.
El pueblo palestino tiene derecho a la esperanza, igual que el pueblo de Israel tiene derecho a la seguridad y para que eso ocurra, es necesario hacer realidad la solución de dos Estados, un Estado palestino y un Estado de Israel que conviven pacíficamente, que garantizan su seguridad y la prosperidad. Con ese reconocimiento hemos hecho justicia. El pueblo palestino no tiene por qué estar condenado a ser eternamente un pueblo de refugiados.
Con ese reconocimiento hemos hecho avanzar la idea de la paz, porque protegemos lo que sabemos que es la solución, que es la solución de dos Estados, paz y seguridad para los dos, para israelíes y palestinos, porque queremos que ese reconocimiento que tienen que hacerse entre ellos, venga también con la normalización de relaciones de todos los Estados árabes.
Y, al final, ese reconocimiento también ha sido por pura humanidad. 40.000 civiles palestinos muertos en Gaza y la cifra sigue subiendo. Un nivel de violencia cada vez más inquietante en Cisjordania. Por eso hemos impuesto sanciones bilaterales a los colonos israelíes violentos- y una posibilidad de desbordamiento, que intentamos frenar, de la violencia a una escalada regional, con la situación en Líbano y, las tensiones con Irán. Por todo ello, por la justicia, por la paz y por una pura humanidad, tomamos esa decisión y todo lo que hemos hecho, yo creo que ayuda a avanzar en esos tres frentes, si se me permite la palabra.
Nosotros nos sentimos muy cómodos con una nueva administración laborista que comparte nuestra visión de la sociedad, de la economía, de Europa también, porque es un gobierno mucho más cercano a Europa. Es cierto que el entramado de relaciones humanas y de intereses de todo tipo, culturales, económicos, turísticos, entre España y el Reino Unido, hacen que, independientemente de cualquier gobierno, la relación sea muy estrecha.
Estamos hablando de que el Reino Unido es uno de los grandes inversores en España y viceversa. La mayor comunidad de británicos en la Unión Europea está en España y hay una colonia enorme de españoles allí en el Reino Unido, lo mismo que los flujos turísticos. Y después tenemos Gibraltar, para el que estamos trabajando y estamos comprometidos ambas partes, para alcanzar un acuerdo que permita la prosperidad y la convivencia compartida. Evidentemente, el hecho de que ese gobierno sea un gobierno laborista que comparta todo eso, hace que haya una mayor sintonía en nuestra relación bilateral y también en la visión de muchas zonas del mundo. En Ucrania ya la teníamos con el anterior gobierno, pero ahora en Oriente Medio vemos cómo hay una sintonía mayor. Eso sólo puede redundar en beneficio de nuestros dos países, de los españoles y de los británicos y también de la relación entre el Reino Unido y Europa.
Lo primero es que los europeos tenemos de una vez que comprender que lo que se está ventilando en Estados Unidos es la elección del presidente de los Estados Unidos y que, por lo tanto, somos nosotros los que tenemos que tomar nuestro destino en nuestras propias manos. Por eso, durante nuestra presidencia empujamos tanto la idea de una autonomía estratégica abierta. Europa tiene que decidir qué quiere ser, cómo quiere ser y dónde debe de oírse su voz.
Pero, al mismo tiempo, soy muy consciente, como ministro de Asuntos Exteriores de España, que uno, Estados Unidos, es una superpotencia y dos, es el aliado natural de la Unión Europea. Por lo tanto, no es anodino lo que allí ocurra. Serán los ciudadanos norteamericanos, de manera soberana, los que decidirán democráticamente quién es su presidente.
Desde luego, el Gobierno de España, y yo creo que a nivel europeo puedo hablar en nombre de la Unión Europea, en ese sentido, estamos muy cómodos con una administración como la administración Demócrata actual, una administración que cree en la lucha contra el cambio climático, que cree en el multilateralismo, que trabaja junto a nosotros, sea en la crisis del COVID o sea en la agresión rusa a Ucrania. Ese es el tipo de administración y de gobierno que a nosotros nos gustaría ver en los Estados Unidos los próximos cuatro años.
Preocuparme no, primero, porque no depende de mí, depende de los ciudadanos norteamericanos, pero sí soy muy consciente que si nos estamos planteando la importancia de uno u otro liderazgo, quiere decir que los europeos tenemos todavía un camino que hacer para no depender de nadie, para ser nosotros mismos los que tomemos nuestras decisiones, decisiones geoestratégicas, decisiones de tipo industrial, decisiones sobre asuntos que atañen muy directamente a la vida de nuestros ciudadanos, medicinas, alimentos, flujos energéticos.
Y después, soy muy consciente de que, probablemente, dependiendo de quién esté al frente de los Estados Unidos, los europeos no podamos tener la misma relación. Nos sentimos muy cómodos desde el Gobierno de España con la administración Demócrata y lo que nosotros deseamos es que sea esa visión del mundo y de los Estados Unidos, un país que es una superpotencia y el aliado natural europeo, quien siga al frente.
Venezuela es un país latinoamericano y, como todos los países latinoamericanos, es un país fundamental para España y para la Comunidad Iberoamericana, porque es un país hermano. Las relaciones fraternales con todos los países de América Latina, incluida Venezuela, son muy distintas a las demás. Nosotros hemos tenido una posición muy clara. Yo fui el primer ministro de Asuntos Exteriores europeo y uno de los primeros del mundo en exigir la presentación de las actas.
Hemos liderado la posición común europea, que también tiene unos parámetros muy claros. No vamos a reconocer una victoria, una supuesta victoria que no puede confirmarse. Si uno quiere ser una democracia, tiene que presentar las actas y permitir a la oposición que analice de dónde salen esos resultados. La integridad física, los derechos políticos, la libertad de manifestación y de expresión de todos los venezolanos, muy especialmente de los líderes políticos, y muy especialmente de Edmundo González y María Corina Machado, es una línea roja absolutamente fundamental para nosotros, y deben de estar garantizados en todo momento.
Y, finalmente, queremos un diálogo, como lo quiere también la oposición. Queremos un diálogo, una negociación entre el Gobierno y la oposición, y eso lo vamos a promover desde España, lo vamos a promover a 27 con el Alto Representante y lo vamos a promover hablando con los países vecinos de Venezuela, que en la región quieren colaborar a ello…, Colombia, Brasil, México, Chile, hay muchos de ellos.
Yo creo que estamos en un momento excelente y hay dos cosas que lo marcan muy claramente. Ha sido bajo presidencia española que hemos hecho irreversible una relación permanente y con contenido entre la Unión Europea y América Latina. El hecho de institucionalizar las cumbres de la Unión Europea y que no haya que esperar a la próxima presidencia española de la Unión Europea dentro de más de 15 años, y que se haya dotado con unos fondos importantísimos del programa Global Gateway de la Comisión Europea, demuestran que, gracias a España, la Unión Europea y América Latina están más unidas que nunca.
Y lo otro, hace muy pocas semanas, teníamos la noticia de que, de manera unánime, por consenso, todos los países de la comunidad iberoamericana han decidido que la próxima cumbre, en 2026, y habrá reuniones ministeriales a partir de diciembre de este mismo año, recaiga en España, lo cual es un signo de confianza. Yo creo que esa voluntad que yo he expresado en todo momento de hablar con todos los países de América Latina, porque todos los países de América Latina, independientemente de su tamaño, del nivel de nuestras empresas en esos países, son igualmente importantes para España, porque todos son países hermanos. Yo creo que eso está dando frutos muy sólidos.
Estamos haciendo y podemos hacer mucho más. El español es uno de nuestros grandes activos. Yo siempre digo que hay una forma de ser y estar en el mundo iberoamericano y en español, por lo que no tenemos que olvidarnos que un idioma sirve para que todos nos entendamos, para que usted y yo estemos de acuerdo en que esto se llama corbata, pero también sirve para transmitir valores, para transmitir una visión del mundo.
Por eso, una palabra no significa exactamente lo mismo en un idioma que en otro. Y hay una forma de ser y estar en español en el mundo. Y eso lo hacemos, por supuesto, con los países conjuntamente de América Latina. Estamos hablando de que hay 20 países en el mundo que tienen el español como lengua oficial, que es una lengua global. Muy pocos idiomas en el mundo son lenguas globales. 500 millones de personas, el segundo idioma detrás del chino mandarín en el mundo, lo tienen como su lengua materna. Es el tercer idioma más utilizado en Internet.
Y tenemos en estos momentos dos vectores: estamos firmando acuerdos con todos los países de América Latina en español en todo lo que toca a las nuevas tecnologías, la inteligencia artificial, las ciencias, los medios de comunicación y los nuevos canales y plataformas de los medios de comunicación, para que el español siga siendo un idioma en la tecnología y tecnológico. Y, en segundo lugar, el español es un idioma global, porque se habla a ambas orillas del Atlántico, porque hay países como Guinea Ecuatorial, en África, o la Unión Africana, donde está presente como idioma oficial, un idioma que crea comunidad, que crea esa comunidad de valores y, por lo tanto, lo tenemos que fomentar en las relaciones internacionales. Ya está en Naciones Unidas, ya está en la Unión Africana, como decía, es oficial en muchos países. Lo estamos llevando a muchas otras instituciones y queremos que sea oficial en muchas otras instituciones internacionales y que sea un idioma de la diplomacia, de las relaciones internacionales y, sobre todo, de la paz.
Yo diría que nuestra política exterior está marcada por dos grandes pilares, uno es el ser constructivos y el otro es la coherencia. Nosotros hacemos una política exterior en la que trabajamos con nuestros socios, nuestros amigos, nuestros aliados en el mundo para hacer frente a los grandes desafíos mundiales, sea la pandemia del Covid-19, la agresión rusa a Ucrania, la lucha contra el cambio climático, la canalización de los flujos migratorios irregulares y, por eso, en este periodo, que yo soy ministro de Asuntos Exteriores, por ejemplo, por coger el periodo que mejor conozco, hemos acogido una cumbre de la Otan en Madrid de donde surgió el concepto estratégico que la va a guiar los próximos diez años y que incluye la vecindad sur en un momento especialmente complejo para la seguridad europea, con la agresión rusa a Ucrania. Hemos hecho una presidencia de la Unión Europea que ha desbloqueado infinidad de dosieres, el pacto de migración, por ejemplo, o el inicio de negociaciones para la adhesión de Ucrania.
El año que viene vamos a recoger la primera cumbre de financiación internacional en Sevilla de las Naciones Unidas en diez años, y al siguiente, en el 26, tendremos la Cumbre Iberoamericana. Eso demuestra cómo nos ven. Somos un país que en estos momentos su voz se oye desde la Casa Blanca hasta el Palacio Presidencial, en Pekín. Y eso no es tan fácil. Y además de constructivos y de trabajar con nuestros socios, amigos y aliados, es una política exterior coherente, en el que nosotros hablamos el mismo lenguaje y hacemos las cosas por los mismos principios, en defensa del derecho internacional, del derecho internacional humanitario, de los civiles que están desprotegidos, tomamos las mismas decisiones en Ucrania o en Gaza. Para nosotros no hay ninguna diferencia. Que los niños indefensos bajo las bombas sean blancos, rubios y con ojos azules, o que tengan la piel oscura, el pelo y los ojos oscuros.
No hay ninguna diferencia. Y yo personalmente, cuando tengo que pensar en los momentos que yo creo que han sido más importantes de mi trayectoria, hasta ahora como ministro de Asuntos Exteriores, veo claramente tres; uno a las pocas semanas de ser ministro de Asuntos Exteriores, la evacuación de Afganistán, a la que han seguido muchas otras. España es un país que nunca va a abandonar ni a sus ciudadanos en un país ante el peligro ni tampoco a aquellos que, como nuestros colaboradores afganos, o las mujeres y las niñas afganas, están en peligro.
El segundo momento fue la noche y los días que siguieron las 72 horas siguientes a ese 24 de febrero de 2022, cuando en torno a las 04.30 de la mañana recibí la llamada que me decían que los tanques rusos acababan de penetrar en territorio ucraniano. Y junto a nuestros socios europeos, tuvimos que tomar decisiones impensables, el día antes. Entre ellas, a las muy pocas horas, comenzar a entregar armas para poder defender a esos civiles indefensos ucranianos. Y, finalmente, el 28 de mayo, el reconocimiento del Estado de Palestina, que era un clamor en la sociedad española, pero, como decía antes, también una forma de dirigirse a la justicia y a la paz que necesita Oriente Medio y todos los pueblos de Oriente Medio, incluido el palestino y el de Israel.
Me siento orgulloso de todos los momentos. El momento de Afganistán fue un momento muy definitorio, porque yo acababa de llegar al ministerio, estábamos en mitad del mes de agosto y lo que ocurrió era impensable. Nunca España había hecho una evacuación a ese nivel y en unas condiciones tan complicadas, y hubo que hacer toda una coordinación interministerial. Esa evacuación ha seguido muchas otras, en Níger, en Sudán, en Israel, en Gaza, en Ucrania. Y, desde luego, todo lo que toca a la paz. El hecho de demostrar que tanto en Ucrania como en Gaza hay una diplomacia, hay una alternativa a los conflictos y hay una forma humana de mirar las relaciones entre pueblos y entre países, distinta al enfrentamiento.
En el tema migratorio tenemos que decirle la verdad a los españoles y a todos nuestros ciudadanos, y no hay que hacer demagogia y por supuesto no hay que mentirles. Uno, la migración es un fenómeno global. Todos los países europeos y todos los países del mundo nos enfrentamos a los mismos desafíos. La mayor parte de los movimientos migratorios en el mundo son movimientos regulares. La emigración irregular es un porcentaje pequeño de ellos al que hay que enfrentarse. Hay que enfrentarse con valentía, como lo hace el Gobierno de España.
Hay que enfrentarse con un diálogo político al más alto nivel, como hacemos con nuestros socios, Marruecos, Mauritania, Senegal, con muchos otros. Yo siempre digo que África está tan lejos en nuestras mentes que no nos damos cuenta muchas veces de lo cerca que está, y de que son nuestros vecinos, nuestros vecinos africanos.
En segundo lugar, con cooperación al desarrollo: hemos triplicado los programas de cooperación al desarrollo con el Sahel y el África Occidental, que es, por primera vez en el Plan Director de la cooperación, una región prioritaria para ofrecer oportunidades en formación y en trabajo a todos esos jóvenes africanos.
En tercer lugar, como hacemos, cooperando policialmente con ellos para ser implacables con las mafias que trafican con seres humanos, porque no nos vamos a resignar nunca a que el Mediterráneo y el Atlántico sean cementerios de miles y miles de personas que legítimamente buscan mejorar su vida, pero escogen el camino equivocado. Ahí es donde entra la emigración circular. Todos los estudios demuestran que el mejor desincentivo a la emigración irregular es que haya cauces legales de migración.
Nadie va a ponerse en manos de mafias arriesgar su vida. No olvidemos que la ruta canaria, la ruta del Atlántico, es la más peligrosa para llegar a Europa y dejarse miles y miles de euros cuando hay una posibilidad de venir, trabajar legalmente y regresar a tu país donde vas a aplicar todo el conocimiento. Y para todas esas ideas que la extrema derecha y el Partido Popular de manera muy demagógica, que ya le ha copiado completamente el libreto, quieren expandir para dividir a nuestra sociedad. Hay que decirles la verdad a los españoles. La frontera más desigual del planeta es la que existe entre la Unión Europea y África. Se coja el criterio que se coja, PIB, renta per cápita, salud materno infantil, educación, pirámide de población. Mientras eso sea así, tendremos que gestionar este fenómeno. Los problemas coyunturales tienen solución. Los problemas estructurales se gestionan. Mientras la desigualdad sea esa, este es un problema estructural que hay que gestionar con decisión, con firmeza y con humanidad, como hace este gobierno, y quien diga que tiene una solución mágica para resolverlo, digámoslo claramente, miente, y Vox y el Partido Popular mienten a los españoles en tema migratorio.
Me duele como español, mucho más que como ministro de Asuntos Exteriores. Yo desearía tener una oposición con la que poder dialogar desde el inicio de la legislatura. He ofrecido pactos al Partido Popular en múltiples asuntos en Ucrania, en el reconocimiento del Estado palestino, para llegar a un acuerdo en relación a Gibraltar y para conseguir que nuestras lenguas cooficiales pasen a ser lenguas europeas.
Ni siquiera me han dicho que no, simplemente ha habido un silencio absoluto desde el otro lado. Y me duele cuando veo que la oposición, el Partido Popular, un partido que ha estado en otras ocasiones en el Gobierno y que debería tener sentido de Estado, carece de él, pero no solamente que carezca de sentido de Estado, carece de sentido europeo. Cuando tenemos posiciones comunes, se quedan fuera. El Partido Popular, en estos momentos, está fuera de la posición común de la Unión Europea sobre Venezuela. El Partido Popular se quedó fuera de lo que es un clamor en la sociedad española, que es el reconocimiento del Estado palestino. El Partido Popular en estos momentos se enfrenta e insulta prácticamente a diario a uno de nuestros vecinos con el que compartimos una frontera terrestre, como es Marruecos, con el que tenemos una extraordinaria cooperación incluida en materia migratoria.
Y, sinceramente, eso demuestra que el Partido Popular y el Sr. Feijóo están absolutamente incapacitados para gobernar. Si uno no tiene claro lo que la sociedad española aspira en relación al reconocimiento de Palestina o que uno debe de tener las mejores relaciones con sus vecinos, con quien tiene frontera terrestre, o que uno debe mantener el liderazgo y la posición común con respecto a Venezuela y a la Unión Europea, uno no puede gobernar este país.
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