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El recuento de votos se realiza el mismo día de las elecciones, pero es imposible predecir cuándo se dará a conocer el ganador de los comicios
Cerca de 244 millones de estadounidenses están llamados hoy a las urnas para elegir al próximo presidente de Estados Unidos, aunque la decisión final dependerá únicamente de algo menos de 1,5 millones personas: los conocidos como votantes indecisos que inclinarán la balanza en los estados bisagra.
Se espera un recuento de infarto en un proceso histórico, que se saldará con la vuelta de Trump a la Casa Blanca o con la primera mujer en ocupar el Despacho Oval.
El recuento de votos se realiza el mismo día de las elecciones, pero es imposible predecir cuándo se dará a conocer el ganador de los comicios. El anuncio puede realizarse esa misma noche, a la mañana siguiente o dilatarse varios días, en función de los resultados que arroje el recuento provisional. En 2020, se necesitaron cuatro jornadas para que el colegio electoral declarase a Joe Biden vencedor de las elecciones, mientras que en 2016 Hillary Clinton asumió su derrota a la mañana siguiente; pese a que el recuento de votos todavía continuaba, las matemáticas en su contra eran irrefutables. En esta ocasión, los analistas creen que el resultado se conocerá a lo largo del día de mañana.
Hay que tener en cuenta la complejidad del sistema electoral de EE.UU. Ni se emplea el mismo sistema (urnas, máquinas de votación, correo...) ni los mismos mecanismos de recuento están unificados (licenciado a varias empresas privadas). Además del día oficial, en muchos estados los colegios electorales abren físicamente varios días antes para que los ciudadanos puedan votar con antelación, además de la posibilidad de ejercer su derecho por correo. Cuando los resultados son tan ajustados que es difícil hacer proyecciones, se impone esperar a conocer cada voto. Por otra parte, EEUU está dividido en cuatro husos horarios, por lo que los colegios en la costa oeste cierran cuatro horas más tarde que en la zona este, además de Alaska y Hawaii, en los que la diferencia es incluso mayor.
Conocidos como estados bisagra, el resultado electoral depende de Nevada, Carolina del Norte, Wisconsin, Georgia, Pensilvania, Míchigan y Arizona. Los sondeos en estos estados son tan ajustados que cada semana se han inclinado ligeramente a favor de uno u otro candidato. Kamala Harris llega a la cita electoral con una ventaja mínima en los cuatro primeros, mientras que Trump ha cedido terreno en los últimos días de campaña, salvo en Arizona, donde va en cabeza. Empate técnico en Míchigan y Pensilvania. Este último es sin duda el más importante y donde se centrará gran parte de la atención en la noche electoral, ya que es el que más electores aporta, seguido de Georgia. Ambos candidatos han centrado en estos territorios todos sus esfuerzos durante el sprint final de campaña.
El Colegio Electoral es quien declara al vencedor de los comicios y, por tanto, al próximo presidente de EE.UU. Este órgano está formado por 538 electores, que son elegidos por los ciudadanos en las urnas. Se necesita una mayoría de 270 para ganar. Cada estado tiene asignado un número de electores en función de su población. No se reparten proporcionalmente en función del resultado en las urnas, sino que el ganador en cada estado consigue todos los electores, aunque se trate de una victoria por la mínima. Por ese motivo, el peso de los votantes indecisos, pese a ser un porcentaje muy pequeño de la población (alrededor del 3%) tiene tanta importancia en las elecciones.
No. Si ambos candidatos obtienen 269 votos electorales, o si no hay suficientes electores porque los resultados se impugnan en los tribunales y la resolución judicial se retrasa, no existe la opción de repetir elecciones. En ese caso, la legislación de EEUU activaría lo que se conoce como elección contingente, donde la Cámara de Representantes elegiría al presidente y el Senado, al vicepresidente. Sin embargo, no es un voto por cada miembro de la cámara, sino por estado.
En este caso, el sistema favorecería a Donald Trump, ya que los republicanos ganan en un mayor número de estados, mientras que los demócratas tienen aseguradas las regiones más pobladas. Teóricamente, podría darse una situación en la que el presidente sea de un partido y el vicepresidente provenga del bando contrario.
Sí. Aunque el sistema norteamericano es bipartidista y se centra en los dos candidatos principales, en las papeletas figuran otros nombres de aspirantes considerados independientes, como Chase Oliver (Partido Libertario) o Jill Stein (Partido Verde). Sin embargo, en EE.UU. nunca ha ganado unos comicios un aspirante que no milite en el Partido Demócrata o en el Republicano.
60% de los estadounidenses asegura que el programa económico será decisivo a la hora de decantarse entre Harris o Trump. Pese a los numerosos avisos de analistas e inversores sobre las dramáticas consecuencias a largo plazo de las promesas del expresidente de EE.UU., que dispararían el déficit público de la economía más endeudada del mundo, los votantes se decantan por el plan del republicano. Por su parte, la vicepresidenta ha prometido intervenir los precios para controlar la inflación si es necesario. En el caso de Harris, su gran promesa electoral está ligada a la defensa de los derechos reproductivos y la garantía de proteger el derecho al aborto por ley en todo el país.
La inmigración es el tercer frente con más poder de movilizar el voto. En esta campaña, Trump ha radicalizado más su discurso, prometiendo deportaciones masivas. Con el fin de arañar votos entre los indecisos, Harris se ha visto obligada a sacrificar su agenda, que incluía la despenalización de las entradas ilegales, para apostar por una mayor seguridad en las fronteras y un acuerdo bipartidista que incluya terminar el muro que en su día comenzó a construir su rival cuando estaba en la Casa Blanca.
Una victoria de Kamala Harris sería lo mejor para Europa. Hay consenso entre analistas e inversores. Aunque ambos candidatos promueven políticas comerciales proteccionistas, en el caso de Trump son mucho más acentuadas e incluyen aranceles generalizados de hasta el 20% para todo el mundo, Europa incluida. Mientras, la vicepresidenta concentra las barreras comerciales en Asia (principalmente China) y apuesta por reforzar los lazos con Europa.
Se espera una agenda continuista si gana Harris en el escenario geopolítico, manteniendo la ayuda de EE.UU. a Ucrania. Con Trump, los países europeos tendrían que aumentar su presupuesto en el capítulo de defensa si quieren que la OTAN sobreviva (sobre todo España, que es el más rezagado con los compromisos de la Alianza).
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