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Con una elección crucial, el país se enfrenta ahora no sólo a un explosivo recuento de muertes por covid, sino también al terrorismo
Fue una escena escalofriante que recuerda una época que los peruanos pensaban que había quedado atrás: 16 personas, incluidos niños, masacradas en un pueblo de la selva por parte de loa que las autoridades dijeron que era una facción de la guerrilla maoísta Sendero Luminoso.
Con una elección crucial presidencial el domingo, el país se enfrenta ahora no sólo a un explosivo recuento de muertes por covid, una economía destruida y una política turbulenta —como en gran parte de la región—, sino también a la sombra del terrorismo.
Y aunque no está claro quiénes fueron los autores, en una campaña construida sobre el miedo al adversario, los asesinatos refuerzan el mensaje de ley y orden de Keiko Fujimori, que acusa a Pedro Castillo de tener vínculos con la izquierda violenta, una acusación que él niega fervientemente.
“El fujimorismo derrotó al terrorismo”, dijo recientemente, refiriéndose al movimiento iniciado por su padre. “Creo que lo que tiene que hacer (Castillo) es mirarse en un espejo, porque es él y su grupo a quienes señalan de estar cercanos y vinculados al terrorismo”.
La carrera es tan reñida que muchos predicen que el recuento de votos durará más allá del domingo.
Los aliados de Fujimori han advertido reiteradamente de un resurgimiento de grupos como Sendero Luminoso al que se enfrentó su padre cuando era presidente en los años 90.
Fujimori pronuncia un discurso durante un mitin en Lima el 10 de mayo.
De hecho, el legado de su padre, Alberto, se cierne sobre esta elección en parte porque la sensación de crisis es similar a la de entonces. Muchos peruanos le atribuyen el mérito de salvar al país del caos, derrotar a la guerrilla y controlar la hiperinflación, aunque también lideró la corrupción masiva y luego fue encarcelado por los asesinatos perpetrados por escuadrones de la muerte.
Todavía está en la cárcel. Su hija, de 46 años, ha sido encarcelada tres veces desde 2018 y hace campaña mientras está en libertad bajo fianza. No ha sido declarada culpable de nada, aunque hay investigaciones en curso por lavado de dinero y por liderar una organización criminal.
Su hermano, su esposo y varios de sus colaboradores más cercanos también están siendo investigados, y algunos miembros de la familia aún huyen de la justicia por presuntos delitos cometidos durante la presidencia de su padre. En un país donde, desde 1985, todos los líderes electos menos uno han sido destituidos, encarcelados o investigados por la justicia, muchos ven a Fujimori como parte del problema.
A pesar de la frecuente agitación política, la economía peruana ha tenido uno de los mejores desempeños de la región en los últimos años. La campaña ha sacudido a los mercados, con ventas masivas de acciones, bonos y divisas peruanas cada vez que Castillo ganaba terreno ante el temor de que pudiera cambiar el modelo económico.
Esta es la tercera vez que Fujimori se presenta a la presidencia —estuvo cerca de ganar en 2016— y el gran apoyo del que gozaba su familia se ha erosionado. Menos de uno de cada siete peruanos la apoyó en la primera vuelta electoral, pero logró llegar a la segunda ronda.
Y ahora, hay tal preocupación sobre las inclinaciones izquierdistas de Castillo entre muchos en Lima y la comunidad empresarial que su apoyo ha crecido.
“Desde la perspectiva de los mercados, lo más emocionante de ella es el hecho de que simplemente no es Castillo”, dijo Paul Molander, estratega para América Latina de NatWest Markets Plc.
Por otro lado, muchos la culpan del creciente caos político. Utilizó la posición influyente de su partido en el Congreso para respaldar los intentos de destitución de dos presidentes, lo que contribuyó a la ingobernabilidad del país.
La nación de 32 millones de habitantes ha sufrido una de las tasas de mortalidad más altas del mundo a causa del covid-19 y su peor recesión económica desde la década de 1980. Fujimori ha prometido préstamos subvencionados para los agricultores y las pequeñas empresas, y también ha prometido “mano dura” para combatir la delincuencia.
Fujimori era una adolescente, la mayor de cuatro hermanos, cuando la campaña terrorista de Sendero Luminoso estaba en su apogeo, los coches bomba dejaban la capital sin electricidad y los escuadrones de la muerte llevaban a cabo masacres y ejecuciones extrajudiciales en las regiones pobres.
Con el país en llamas, su padre, un ingeniero de origen japonés hasta entonces poco conocido, se presentó a las elecciones en 1990 prometiendo una línea dura. Derrotó al escritor ganador del premio Nobel Mario Vargas Llosa para llegar a la presidencia.
Tres décadas después, Keiko se presenta con una plataforma similar aunque, hasta hace dos semanas, la mayoría de los peruanos pensaban que Sendero Luminoso era historia. Ya sea que lo que acaba de ocurrir es una señal de su resurgimiento o no, vuelve a despertar el miedo a la anarquía que una vez sembró.
Aparte del enfoque en el orden, muchos consideran que Keiko comparte la tendencia al autoritarismo de su padre.
Su equipo de campaña no respondió a una solicitud de una entrevista. Ambos candidatos se han comprometido a dejar el cargo en 2026 y respetar las instituciones de la nación y la separación de poderes, incluidos el poder judicial y el banco central.
Ella estaba terminando su educación privada de élite en 1992 cuando su padre disolvió el Congreso y comenzó a gobernar como autócrata. Ese mismo año, una unidad de inteligencia policial localizó y capturó a Abimael Guzmán, el fundador, líder y principal ideólogo de Sendero Luminoso.
Keiko se fue a estudiar a la Universidad de Boston, pero regresó a Perú en 1994 para convertirse en primera dama en funciones tras el divorcio de sus padres.
“Comenzó su vida adulta como una figura pública”, dijo Fernán Altuve, un amigo que fue legislador por el partido de su padre. “La vida pública es lo único que ha conocido”.
Keiko conoció a su marido, Mark Villanella, un empresario estadounidense de Nueva Jersey, mientras estudiaba un MBA en la Universidad de Columbia en Nueva York. Tras regresar a Perú, fue elegida congresista en 2006 con más votos que ningún otro candidato, aprovechando la popularidad de la que aún gozaba su padre entre algunos sectores.
Villanella ha desempeñado un papel claramente público en su carrera. Cuando fue encarcelada por acusaciones de corrupción, él hizo una huelga de hambre y recurrió a las redes sociales para pedir su regreso junto a sus dos hijos adolescentes, insistiendo en que estaba siendo incriminada injustamente.
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