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BANCOS

Han pasado 8 días de vértigo para la banca desde Silicon Valley Bank a Credit Suisse

viernes, 17 de marzo de 2023
Foto: A security guard inside the Silicon Valley Bank headquarters in Santa Clara, California, US, on Friday, March 10, 2023. Silicon Valley Bank became the biggest US bank failure in more than a decade, after its long-established customer base of tech startups grew worried and yanked deposits. Photographer: Philip Pacheco/Bloomberg
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España

Ambas entidades han generado caos en el sistema financiero mundial, alertando a las autoridades y a los bancos para evitar desplomes

Expansión - Madrid

Las millonarias fugas de depósitos vividas por dos entidades regionales de EE.UU. y por la suiza Credit Suisse han zarandeado las cotizaciones de todo el sector. A diferencia de lo sucedido con Lehman Brothers hace quince años, en esta ocasión las autoridades no han dejado caer a ninguna entidad.

Un banco californiano que trabajaba para multitud de 'start up' de Silicon Valley, otro neoyorquino que financiaba a grandes promotores inmobiliarios (como Donald Trump) y el suizo Credit Suisse han puesto en jaque estos días al sistema financiero mundial. Lo han hecho apenas quince años después del colapso de Lehman Brothers.

El pegamento que les une ha sido una enorme fuga de depósitos que puso en peligro su liquidez y forzó a los estadounidenses a malvender sus carteras de bonos, comprometiendo finalmente su solvencia. La consecuencia ha sido un terremoto bursátil que ha abortado una racha alcista que ha venido espoleada por las subidas de tipos de interés, que engordan la rentabilidad de buena parte de los negocios bancarios.

Precisamente el motivo de la declaración de insolvencia y de la liquidación de Silicon Valley Bank, de un tamaño parecido a Sabadell, ha sido la mala gestión del riesgo de tipos de interés.

Un fuerte aumento de depósitos durante la pandemia le llevó a cargarse con una montaña de titulizaciones hipotecarias y bonos soberanos de más de US$90.000 millones. La subida en vertical del precio del dinero provocó una abrupta caída de la valoración de esos títulos. Y eso coincidió con las primeras retiradas de depósitos de empresas tecnológicas clientes del banco, que necesitaban liquidez para afrontar recortes de plantilla y pagar facturas.

Venta de bonos
Todo se torció hasta el punto de que tuvo que vender con altísimas pérdidas toda su cartera de bonos para cubrir el agujero de depósitos. En un solo día llegó a perder casi una cuarta parte de su pasivo, que estaba en su inmensa mayoría concentrado en empresas de Silicon Valley. Con otra particularidad adicional: 89% de los saldos de las cuentas eran superiores a los US$250.000. Por tanto, ese dinero no estaba garantizado por el fondo de garantía estadounidense. Se trata de la segunda mayor quiebra de una entidad financiera en el país.

El efecto contagio se extendió a otro banco con alta concentración de clientes en un mismo sector, que cayó dos días después. Se trata de Signature Bank, una entidad de Nueva York muy expuesta al sector inmobiliario que también prestaba servicio a prestigiosos bufetes de abogados.

Este banco ayudó a financiar el campo de golf de Donald Trump en Florida. Signature Bank vivía en buena parte de prestar dinero a firmas inmobiliarias para la compra de edificios de viviendas de alquiler controlado, destinadas a inquilinos de bajos ingresos, a los que luego presionaba para que abandonaran sus casas y poder subir los alquileres abruptamente.

En su nómina de clientes también había muchas firmas de criptodivisas. Cuando llego el colapso, el propio banco tenía en balance activos digitales por US$16.520 millones , cuyo valor se había depreciado mucho en los últimos tiempos. También forzado por una súbita caída de liquidez.

El jueves, un consorcio de bancos de Wall Street decidió inyectar US$30.000 millones para salvar un tercer banco, First Republic, con sede en San Francisco y con el 70% de depósitos de más de US$250.000.

A consecuencia de todo este vendaval de insolvencias, Bank of America ha captado en una semana más de US$15.000 millones en depósitos.

En solo ocho días, la Reserva Federal ha concedido créditos de emergencia por US$300.000 millones. Casi la mitad, US$140.000 millones, fueron a Silicon Valley Bank y Signature Bank. Se desconoce la identidad del resto.

A diferencia del error cometido con Lehman Brothers, esta vez las autoridades no han dejado caer a nadie, aunque los accionistas y bonistas han perdido toda su inversión. Joe Biden acordó el domingo pasado dos medidas excepcionales como cortafuegos. La primera, una barra libre de liquidez par evitar ventas forzosas de carteras de bonos ante una sobrevenida fuga de depósitos. Y la segunda, salvaguardar el dinero de los clientes de entidades intervenidas con saldos superiores a US$250.000.

Esta segunda bula no ha gustado nada a los supervisores europeos, porque les parece que crea un precedente peligroso.

Los episodios vividos en Estados Unidos tienen mucho que ver con la relajación regulatoria acordada durante el mandato de Donald Trump, que levantó mucho la mano con los bancos regionales.

Los bancos americanos no sistémicos y con balances inferiores a US$250.000 millones están exentos de cumplir requerimientos mínimos de liquidez y capital gracias a la derogación de la Ley Dodd-Frank acordada en 2018. Esa desrregulación es la que ha impedido que saltaran muchas alarmas preventivas.

La normativa europea (también en Reino Unido) es mucho más estricta. Y los bancos europeos han multiplicado por tres su capital desde la crisis de 2008. Eso significa que tienen dinero de sobra para cubrir una necesidad sobrevenida de vender sus carteras de bonos soberanos.

Los bancos europeos han reaccionado a las quiebras en Estados Unidos con fuertes caídas de las cotizaciones. Pero no por miedo a salidas reales de dinero, sino a un cambio de expectativas. Según los analistas, ha cundido el sentimiento de que puede haber una pausa en el ritmo de subida de tipos y, por tanto, beneficios menores para todo el sector.

Credit Suisse
Lo de Credit Suisse es harina de otro costal. Se trata de un banco zombie desde hace más de un año, azotado por continuas dudas sobre su solvencia, por una imprudente gestión del riesgo en banca de inversión y que arrastra pérdidas milmillonarias y problemas de gobernanza. También se una entidad muy acuciada por una creciente fuga de depósitos. La entidad suiza vio salir el año pasado de su balance US$173.472 millones, el 40% de todo su pasivo.

Esta misma semana, Credit Suisse ha superado esta hemorragia gracias a un préstamo de emergencia concedido esta por el Banco Nacional de Suiza por un importe de US$54.060 millones. El BCE asegura que la exposición de la banca europea a Credit Suisse es mínima.

Sin embargo, la situación de Credit Suisse todavía no está bajo control. Los clientes de banca privada y grandes patrimonios, su principal segmento de negocio, tienen la piel muy fina y la sensación es que con esta actuación solo se ha evitado el desastre.

Fuentes del mercado sostienen que es necesario una reestructuración fuerte del grupo, más allá de la anunciada escisión de CSFB, su banco de inversión estadounidense. Se especula con la venta de su división de banca minorista. De momento, su principal competidor, UBS, se ha puesto de perfil.

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