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Durante años al interior de las empresas se ha vinculado la productividad con las horas de trabajo, lo que ha generado una falsa sensación de gran desempeño al trabajar jornadas extensas
A principios del siglo pasado, con la Revolución Industrial, medir la productividad por hora laborada era una norma porque se trataba de actividades repetitivas: entre más horas trabajabas, mayor producción tenías. “Ahora seguimos con la misma idea”, opina Ana Estrada, directora general de Brújula Interior. La diferencia con el contexto actual, es que muchos trabajos han evolucionado y ya no se miden por horas.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), cerca de 14.8 millones de personas ocupadas en nuestro país labora más de 48 horas por semana, más del límite legal. Esta cifra representa el 26% de toda la fuerza de trabajo de México.
“La métrica funcionó por muchos años, pero para trabajos específicos. Y hay que tomar en cuenta algo, si hoy nos regresaran a la Revolución Industrial con la mentalidad y el contexto social en el que vivimos, ya no seríamos igual de productivos”, señala Ana Estrada.
Durante la pandemia, y a pesar de la reducción de horas de trabajo, al interior de los países de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), México se mantuvo como la economía donde más horas se trabaja al año.
Desde el punto de vista de Arístides Ramírez, director general de Ariva Consultores, el vínculo entre horas extra de trabajo y productividad tiene que ver con un paradigma que “está muy arraigado en la cultura de trabajo”: el esfuerzo es igual a productividad.
“Estamos acostumbrados a que, si tenemos mucho esfuerzo, nos sentimos productivos. Esto ha contribuido en que las personas en la búsqueda de productividad y sentir que su participación es valiosa para la organización, no se detienen en multiplicar el esfuerzo. El tener mucho trabajo está sobrevaluado y se ha normalizado como un aspecto de orgullo. Decir que estamos ahogados de trabajo parece una expresión de orgullo”, apunta el especialista.
De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), tener jornadas inferiores a las 48 horas por semana, como lo establecen los convenios del organismo internacional, contribuye a una mayor productividad y a la protección de la salud física y mental de la fuerza laboral.
En ese sentido, Ana Estrada indica que cuando las horas extra de trabajo son frecuentes se genera una afectación en el desempeño de las personas. “Se afecta la capacidad de pensamiento, de aprendizaje y toda la productividad de todos los colaboradores que están en esta situación”.
En ello coincide Arístides Ramírez. Para el especialista, el hecho de trabajar horas extra de manera continua implica una pérdida de capacidades de concentración, enfoque clave para la toma de decisiones. “Al exceder nuestra capacidad de trabajo, sucede algo similar que cuando estamos estresados, nuestro comportamiento se altera”, explica.
Sin embargo, el desgaste puede ser aún mayor tomando en cuenta que entre los países miembros de la OCDE, México es la economía con la tasa más baja de horas extra de trabajo pagadas. Esto significa que a menudo el esfuerzo adicional que realiza la fuerza laboral no es recompensado de manera monetaria.
A pesar de que en México se trabajan muchas horas, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) ha reportado que la productividad laboral está en sus niveles más bajos de la última década, este indicador es resultado del Producto Interno Bruto (PIB), las horas trabajadas y el personal ocupado.
Los desafíos para cambiar la mentalidad
Las largas jornadas de trabajo como una normalidad en la dinámica laboral es el reflejo de “un problema en la empresa”, opina Ana Estrada. Es decir, cuando las personas laboran horas extra con frecuencia es probable que tengan un mal liderazgo y una mala gestión en la operación.
“El negocio bien gestionado necesita de tres ingredientes. El primero son líderes que tengan claro de qué se trata el negocio, qué van a producir, cuánto se tiene que vender o ganar. El segundo ingrediente es que esos líderes sepan atraer al talento correcto; el tercer punto, es que la cultura organizacional sea favorable. Cada uno de estos tres ingredientes son los que disparan el éxito sostenido de una empresa y tienen una relación estrecha con las horas extra”, expone la especialista.
En ese tenor, Arístides Ramírez opina que al interior de las organizaciones suele detectarse una mala administración del modelo esfuerzo-recompensa, al valorar más el desempeño de las personas por lo que hacen, en lugar de hacerlo por lo que consiguen.
“Estamos normalizando una cultura donde trabajas con muchas distracciones, una mala planificación del trabajo y una mala definición de indicadores, y esto lo que genera es en un caldo de cultivo para que las personas tengan que invertir muchas horas en la oficina, pero para obtener resultados pobres”, explica el especialista.
En ese sentido, Arístides Ramírez considera que uno de los desafíos al interior de las organizaciones es evaluar el desempeño con base a resultados y no al tiempo invertido. Esa transición hacia una nueva cultura de trabajo, agrega, tendrá éxito con un cambio de liderazgo.
“Van de la mano del liderazgo, en México muchas personas que ostentan una posición de líder no cuentan con una capacitación en habilidades gerenciales. Eso se refleja en buena medida en la forma en la que se califica el desempeño”, concluye.
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