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Javier Milei, presidente de Argentina
ARGENTINA

Javier Milei está emocionado con la elección de Donald Trump y sus propios logros

lunes, 18 de noviembre de 2024

Javier Milei, presidente de Argentina

Foto: Bloomberg

Casi un año después de asumir el cargo, Javier Milei vive un momento de gran éxito, para sorpresa de los expertos argentinos

Bloomberg

La otra noche, en una gala de corbata negra en Mar-a-Lago, el presidente argentino, Javier Milei, no pudo contenerse. La reunión se había organizado para celebrar la elección de Donald Trump, y nadie iba a superar a Milei. Hizo todo tipo de piruetas, dio abrazos fraternales, mostró el pulgar hacia arriba —a veces una, a veces dos veces para mayor énfasis— y sonrió ampliamente mientras las cámaras disparaban los flashes.

Temprano a la mañana siguiente, cuando lo llamaron para dar un discurso, subió al escenario agitando los puños y zapateando al ritmo palpitante de YMCA de Village People.Durante 15 minutos, se deleitó con la derrota de la clase dirigente socialista progresista antes de bajar la voz un par de octavas para cerrar con su grito característico: “Viva la libertad, carajo”.

Casi un año después de asumir el cargo, Javier Milei vive un momento de gran éxito, para sorpresa de los expertos argentinos. No solo tiene un aliado en la Casa Blanca (un avance crucial para un líder cuyo país necesita desesperadamente ayuda extranjera), sino que en el frente económico ha ido acumulando victorias.

La inflación está cayendo, tal como prometió, desde un pico de casi 300%; un déficit presupuestario de larga data se ha convertido en superávit; los bonos gubernamentales, que alguna vez se consideró casi seguro que volverían a caer en default, están subiendo; y la economía, que llevaba mucho tiempo moribunda, finalmente está comenzando a recuperarse. No está mal para un outsider con una agenda tan radical que la gente especulaba abiertamente hace un año sobre cuántos meses duraría antes de tener que entregar el poder.

“En ese entonces”, dice Miguel Kiguel, economista y ex subsecretario de Hacienda de Argentina, “era soñado, era algo impensado”.

La pregunta ahora es si Milei puede aprovechar estas victorias en las dos cosas que más necesita para presentar ganancias económicas verdaderas y duraderas a su pueblo: un nuevo programa de préstamos del Fondo Monetario Internacional y una ola de inversiones en todo, desde fábricas de automóviles hasta plataformas petroleras de esquisto. Los argentinos han sido pacientes hasta ahora con Milei, aunque las encuestas recientes indican cansancio con su impulso de austeridad fiscal, y el impacto financiero que ha implicado.

En el equipo de Milei, la esperanza es que el regreso de Trump abra el camino a un acuerdo con el FMI que renovaría, y tal vez incluso ampliaría, el actual programa de US$44.000 millones. Sin él, Milei tendrá dificultades para levantar las rígidas restricciones al mercado cambiario (el peso está más estable este año, pero sigue siendo frágil) que actúan como un factor disuasorio clave para las multinacionales que estén considerando invertir en el país.

La economía podría llegar a tener “algún rebote”, dijo Eduardo Levy Yeyati, asesor económico jefe de Adcap Grupo Financiero y miembro sénior de Brookings, “pero el crecimiento real no va a suceder hasta que los inversores decidan poner dinero en Argentina y eso todavía no se está viendo”.

Milei encontró más margen para recortar el gasto del que nadie hubiera creído posible en Argentina, que ahora está en camino de registrar su primer superávit presupuestario anual desde 2008. Ha detenido las obras públicas, recortado el presupuesto de la educación superior, reducido la nómina pública y dejado que los salarios y pensiones del sector público cayeran por debajo de la inflación. Después de eliminar la mitad de los ministerios del país, Milei creó uno dedicado a reducir la burocracia, lo que, según dice, ha inspirado a Trump a crear su Departamento de Eficiencia Gubernamental, que será dirigido por Elon Musk.

Sin embargo, la misma campaña de austeridad ha hundido a Argentina en la recesión y a más de la mitad de su población en la pobreza. Y si bien han surgido señales tempranas de recuperación (la actividad económica ha vuelto a los niveles previos a las elecciones en agosto), el gasto de consumo y la producción industrial siguen siendo bajos en comparación con el año pasado.

“Milei logró, sobre todo, la paciencia de la gente”, dijo Mariel Fornoni, director de la empresa de encuestas Management and Fit, que sitúa su índice de aprobación justo por debajo del 50%. “Hoy, el sostento de su gobierno se basa fundamentalmente en la opinión pública”.

Gran parte de la popularidad de Milei se debe al éxito inicial de su campaña contra la inflación: los precios al consumidor aumentaron un 2,7% en octubre respecto de septiembre, el ritmo mensual más lento en casi tres años. Eso significa que la inflación anual de casi el 200% es algo que Milei necesita combatir con fuerza antes de que los argentinos pierdan la paciencia con sus políticas.

Y esa es la razón por la que el economista libertario convertido en presidente ha estado posponiendo algunas de sus promesas clave de campaña, a saber, la eliminación de los controles de capital y de divisas que permitirían que el peso flotara libremente, lo que podría desencadenar un nuevo choque inflacionario que podría afectar su popularidad antes de las cruciales elecciones de mitad de mandato del año próximo. En cambio, Milei ha adoptado un tipo de cambio fijo que limita la devaluación del peso a solo el 2% mensual, y ha estado hablando de desacelerarla aún más a solo el 1% mensual.

La maraña de controles ha costado a Argentina sus preciosas reservas de divisas y también ha impedido la inversión a largo plazo que el país necesita urgentemente para una recuperación económica sostenible. La política cambiaria de Milei es también el punto de fricción en las negociaciones con el FMI, que no quiere que sus recursos se vuelvan a utilizar para apuntalar el peso. “El test ácido es saber si efectivamente esto es sostenible sin controles. No lo sabemos todavía”, dijo Kiguel.

A Milei le gusta alardear de que el tiempo está de su lado, incluso cuando la mayoría de los economistas y encuestadores advierten que se le está escapando. Tras haber demostrado hasta ahora que sus detractores estaban equivocados, llega con renovada confianza en sí mismo a una cumbre del Grupo de los 20 organizada por su homólogo brasileño y archirrival Luiz Inácio Lula da Silva. Antes incluso de aterrizar en Río de Janeiro, ya estaba intentando bloquear el consenso en torno al comunicado final del grupo —actuando como saboteador para algunos, o como líder de lo que él considera un nuevo orden global que derrotará a los socialistas y sus agendas woke—.

El principal asesor económico de Milei, Luis Caputo, tal vez captó mejor el estado de ánimo eufórico que reinaba en los salones del gobierno cuando hizo una aparición en la Bolsa de Valores de Buenos Aires la semana pasada. El presidente, dijo Caputo a la pequeña multitud de economistas y empresarios reunidos en el recinto bursátil, es una de las dos o tres personas más respetadas del mundo en la actualidad. Luego se corrigió. Milei es realmente el número uno “pero me da medio vergüenza” decirlo.

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