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Salga lo que salga de las urnas, el primer desafío que el próximo gobierno va a tener encima de la mesa es reactivar el crecimiento
Estas generales suponen, a grandes rasgos, la elección entre dos modelos económicos: uno que tratará de reimpulsar la economía por medio del gasto público, aunque eso pueda redundar en subidas de impuestos, y otro que apuesta por rebajas tributarias que obligarán a ajustar los Presupuestos para reducir el déficit. El primer gran reto en la próxima legislatura será revertir las malas cifras de empleo y recuperar la confianza de los inversores.
En las elecciones de abril ya se apreciaban notables síntomas de desaceleración, aunque los brotes verdes del PIB del primer trimestre -que luego el INE desmontó al revisar los datos a la baja- podían hacer que los candidatos trataran de agarrarse a este clavo ardiente para evitar hablar de las reformas necesarias para dar un nuevo impulso a la actividad o del ajuste presupuestario necesario para evitar el desvío del déficit del que alerta Bruselas. Sin embargo, ahora la situación es muy distinta, ya que ningún partido niega el cada vez mayor deterioro de la economía española, aunque eso no significa que hayan enmendado sus programas para adaptarse a esta situación, sino que en algunos casos esgrimen que las medidas que eran posibles en épocas de bonanza, gracias al aumento de los ingresos, son ahora necesarias para reactivar el PIB.
De hecho, PSOE, Podemos y Más País señalan que es precisamente en los momentos de enfriamiento cuando hay que activar la palanca del gasto público (algo que recuerda al Plan E), aunque eso implique subidas de impuestos que pueden quitar fuelle al PIB por otras vías; mientras que Ciudadanos reclama la vía de las reformas y bajadas de impuestos moderadas que den aire a la economía sin comprometer los objetivos de déficit; y, por último, PP y Vox reivindican una ambiciosa rebaja de impuestos y una mayor flexibilidad a las empresas para estimular el círculo virtuoso del consumo, la inversión y el empleo. Unas recetas económicas muy dispares que, en algunos casos, pueden hacer que el tiro salga por la culata, al suponer una sobrecarga fiscal o incrementar la incertidumbre regulatoria.
Salga lo que salga de las urnas, el primer desafío que el próximo gobierno va a tener encima de la mesa es reactivar el crecimiento económico, ya que el PIB se ha frenado del entorno del 0,8% trimestral en los años anteriores hasta el 0,4% en los últimos meses. Y, además, lo hace con un patrón de crecimiento muy diferente al de épocas pasadas, ya que si antes una gran parte de la mejora económica se debía al sector exterior y a la inversión, ahora el gran soporte de la actividad es el consumo privado.
Sin embargo, el problema es que este mayor consumo deriva de un creciente volumen de gasto público que ha llegado a los ciudadanos a través de la revalorización de las pensiones o de la contratación pública, lo que ha generado un agujero en las cuentas públicas que habrá que corregir. De hecho, Bruselas calcula que la deuda pública cerrará el próximo año con más de US$26.000 millones por encima de lo previsto por el Ejecutivo y con más de US$ 53.000 millones más que lo autorizado por las Cámaras.
Mercado laboral
Uno de los aspectos donde más se ha notado la desaceleración es en el mercado laboral, que muestra una fuerte pérdida de dinamismo. Por ejemplo, la última Encuesta de Población Activa (EPA) señala que entre julio y septiembre apenas se generaron 69.400 puestos de trabajo, una cifra que contrasta con los 183.900 empleos del año pasado o los más de 200.000 en cada uno de los dos ejercicios anteriores. Y, lo que es más preocupante, la mitad de este empleo es ya público, lo que significa que las empresas privadas han registrado su peor dato de contratación en los últimos siete años, creando apenas una quinta parte de los puestos de trabajo que en la media de los seis años anteriores, mientras que la reducción del desempleo es apenas una décima parte que la del año pasado. Además, a esto hay que sumar que los nuevos contratos fijos caen a un ritmo del 4,8% entre enero y octubre, mientras que el número de trabajadores afectados por regulaciones de empleo se disparó un 25% en los ocho primeros meses del año. Y las previsiones no son nada halagües, ya que Bruselas recortó este jueves los pronosticos de creación de empleo del Gobierno en 220.000 puestos de trabajo hasta 2020.
Esto se debe, en gran medida, a la falta de confianza entre los empresarios, muy lastrada por el duro escenario internacional (incluida la guerra comercial), aunque también por la incertidumbre regulatoria en torno a materias tan sensibles como el salario mínimo, las cotizaciones sociales o la reforma laboral. Así, el Indicador de Confianza Empresarial cae a un ritmo del 2,9% en el cuarto trimestre del año, la peor cifra desde 2012, y el 15,5% de los directivos espera un recorte de plantillas en los próximos tres meses, por sólo un 9,9% que prevé que el mercado laboral siga creciendo. Hay que tener en cuenta que el número de empresas en concurso de acreedores se disparó un 33,1% en el tercer trimestre del año con respecto al año pasado, de acuerdo con los datos de Axesor. Esta desconfianza, además, se refleja en un fuerte desplome de las inversiones. En concreto, la inversión extranjera se ha desplomado un 81,9% en el segundo trimestre con respecto al ejercicio anterior.
Asimismo, también la Confianza del Consumidor se desploma hasta los 73,3 puntos en octubre, marcando el mínimo desde 2014, 29 enteros menos que hace sólo cuatro meses, lo que representa la peor racha desde 2008. Y la cifra de los que prevén que en los próximos seis meses sea todavía más difícil encontrar empleo (el 52,6% de los encuestados) triplica con creces el número de quienes esperan una mejora (16,4%). Esto, además, se ha notado en el consumo de bienes duraderos (muebles, coches, electrodomésticos), que cae a un ritmo del 3,9%, después de llegar a crecer a una velocidad del 10,3% el pasado ejercicio. En particular, la matriculación de vehículos, se hunde un 11,4% anual en el tercer trimestre, según la Asociación Nacional de Fabricantes de Automóviles y Camiones (Anfac). Y esto es clave, ya que los ciudadanos tienden a reducir la compra de este tipo de productos que se pueden aplazar cuando perciben que las perspectivas para los próximos meses no son buenas.
Por sectores
Con todo, las compras de productos de consumo lograron apuntalar los datos del PIB al registrarse una cifra que los analistas calificaron de sorprendente. No obstante, la mayoría de los sectores apuntan a la baja, como es el caso de las exportaciones, el turismo o la construcción. En primer lugar, la contribución del sector exterior al crecimiento económico se ha frenado en seco en el tercer trimestre del año ya que, si entre abril y junio aportó un punto al PIB, ahora su contribución se reduce a 0,2 enteros. Gran parte de ello ha tenido que ver con las exportaciones (se frenan al 1,1% en el conjunto del año), aunque sobre todo con los turistas internacionales, cuyo número se ha reducido un 0,7% en el tercer trimestre. Por último, la construcción retrocede a un ritmo del 0,7% interanual en el tercer trimestre, cuando el año pasado superaba el 7%.
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