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El IPC armonizado se disparó en octubre hasta el 10,6%, siete décimas más que en septiembre, propulsado una vez más por la energía
El incendio inflacionista se extiende por Europa, calcinando la actividad económica y empujando al Viejo Continente hacia la recesión, sin que de momento el volantazo en la política monetaria del BCE, que desde julio ha subido varias veces los tipos de interés hasta situarlos en el 2%, haya logrado enfriar la espiral de los precios.
El IPC armonizado se disparó en octubre hasta el 10,6%, siete décimas más que en septiembre, propulsado una vez más por la energía, que se encareció un 41,5%, y por los alimentos frescos, que subieron un 15,5%, según el dato revisado publicado ayer por Eurostat.
Aunque es una décima menos de lo anticipado a finales de octubre por la oficina estadística comunitaria, sigue siendo la tasa más alta en la historia del proyecto comunitario, y un magro consuelo ante un escenario que enfila de forma aparentemente inexorable hacia el abismo de la contracción. De hecho, aunque la UE logró en conjunto esquivar ese escenario en el tercer trimestre, con un anémico crecimiento del 0,2% fruto sobre todo del inesperado repunte del 0,3% del PIB alemán, ocho países europeos cerraron en contracción, con caídas de hasta el 1,7% en Letonia, del 1,4% en Eslovenia y del 0,4% en Hungría y Chequia. Es el fantasma de la estanflación llamando a la puerta del continente, si es que no ha traspasado ya el umbral.
La inflación en Europa multiplica por dos veces y media los niveles de octubre del año pasado, cuando subía a tasas del 4,1%, con 11 de los 19 países de la moneda única por encima del doble dígito, porcentaje que supera con creces el 20% en el caso de los países bálticos. De las tres mayores economías del euro, dos rebasan con holgura el 10%: Italia y Alemania, cuyo IPC armonizado cerró octubre en el 12,6% y el 11,6%, respectivamente.
El dato de inflación de octubre corrobora la magnitud del desafío al que se enfrenta Europa, que tiene por delante uno de los inviernos más gélidos de los últimos años en el ámbito económico. Y representa un pesado lastre para su competitividad internacional, máxime si se tiene en cuenta que el diferencial de precios con su principal destino exportador, EE.UU., al que van a parar más del 18% de las ventas europeas al exterior, roza los tres puntos después de que los precios al otro lado del Atlántico se moderasen hasta el 7,7% en octubre. Eso sí, la Fed ha llevado allí el precio oficial del dinero hasta el 3,75%-4% .
Y aún mayor es la brecha con China, país al que la UE exporta alrededor de un 10,5% del total, cuyo IPC creció un 2,1% el mes pasado. El diferencial solo es ligeramente favorable con Reino Unido, destino del 14,4% de las exportaciones comunitarias, cuya inflación es del 11,1%, 0,5 puntos superior.
El reto mayúsculo de embridar los precios para evitar un mayor descarrilamiento de la economía se produce en un contexto en el que cada vez son más las voces que alertan del riesgo que el desacople entre la política monetaria y las presupuestarias entraña para Europa, con países como Alemania anunciando macroprogramas de ayuda de 200.000 millones para combatir los efectos de la crisis energética y de precios. "No podemos tener la política monetaria para contener la inflación y la presupuestaria soportando la inflación, porque es un gasto de recursos completamente ineficiente", advirtió en una reciente entrevista con Expansión el vicepresidente del Banco Europeo de Inversiones (BEI) Ricardo Mourinho Félix.
España, diferencial a favor
Toda moneda tiene dos caras y en el reverso positivo (o menos negativo) se encuentra España, que ha pasado de ser uno de los farolillos rojos de la zona euro a erigirse en el segundo país menos inflacionista del bloque con un IPC del 7,3%, solo por detrás de Francia, cuya inflación creció a tasas del 7,1%.
Se han vuelto las tornas y ahora el diferencial de precios es favorable para España en 3,3 puntos, gracias a medidas como la llamada excepción ibérica para topar el precio del gas, que han logrado contener el tsunami inflacionista. Los expertos consideran que esa brecha a favor de España debería ayudar a que las exportaciones, que entre enero y septiembre marcaron un nuevo récord tras crecer un 24,7% -aunque las importaciones lo hicieron aún con más fuerza, un 39,8%-), tengan aún más peso en la economía nacional.
Para ello, sin embargo, "es necesario incrementar la productividad de las empresas, una de las más bajas de Europa", advirtió recientemente el Consejo General de Economistas. Según las estadísticas más recientes de Eurostat, la productividad por hora trabajada en el segundo trimestre se situó en los 97,5 puntos en España, muy por debajo de los 104 que marca el promedio de la UE; los 110,6 de Alemania, los 100,5 puntos de Francia, e incluso los 99,8 de Italia.
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