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Una de las primeras órdenes ejecutivas del recién posesionado mandatario fue la cancelación de la construcción del Oleoducto Keystone XL
El contraste entre los países del antiguo Nafta, hoy conocido como el Usmeca, ha sido la constante desde el momento en que Joe Biden fue elegido presidente de los Estados Unidos. Mientras el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, fue el primer líder de gobierno en reconocer su victoria y felicitar al demócrata, el presidente de México, Manuel López Obrador, fue quizá el último, y tardó más de un mes en hacerlo. Ahora, dos de las 17 órdenes ejecutivas firmadas por Biden en su primer día, impactan el triángulo Nafta en formas muy disímiles.
Mientras la suspensión de la construcción del muro en la frontera entre Estados Unidos y México es recibida como el retorno de las buenas maneras a la relación, la cancelación de la construcción del Oleoducto Keystone XL, motivó la primera comunicación de Ottawa manifestando su decepción por una orden de Biden.
“Si bien acogemos con beneplácito el compromiso del Presidente de luchar contra el cambio climático, estamos decepcionados, pero reconocemos la decisión del Presidente de cumplir su promesa de campaña electoral sobre Keystone XL”, señaló el primer ministro Trudeau.
La construcción del Oleoducto Keystone XL permitiría transportar 800.000 barriles de petróleo en un recorrido de 2.735 kilómetros, desde la provincia de Alberta, en Canadá, hasta la costa del Golfo de Texas, pasando por Montana, Dakota del Sur, Nebraska, Kansas y Oklahoma, en los Estados Unidos.
Mientras el tono del gobierno federal fue conciliador, y deja entrever la fluidez y la cordialidad que tendrán las relaciones con el presidente número 46 de los Estados Unidos, el premier de Alberta, Jason Kenney, fue más fuerte en sus declaraciones. “Es un insulto dirigido al aliado y socio comercial más importante de Estados Unidos en el primer día de una nueva administración”, señaló el mandatario regional.
Si bien la suspensión de la construcción del oleoducto tendrá un impacto importante para Canadá, especialmente para la provincia de Alberta, golpeada fuertemente por la desaceleración en el sector petrolero, lo cierto es que la medida de Biden era altamente predecible.
Desde 2008, cuando se propuso por primera vez su construcción, el Keystone XL generó oposición en buena parte de la opinión, al punto que la administración Obama lo rechazó, sin embargo, la obra fue revivida por Donald Trump.
Este cambio de narrativa y acciones por parte de Washington constituye un contraste adicional. Canadá, país que tras la decisión de Trump de abandonar el Acuerdo de París había tomado buena parte del liderazgo contra el cambio climático dentro del G7, ahora tendrá el retorno de un aliado importante para cumplir su meta de cero emisiones en el 2050. Sin embargo, esta misma visión deja hoy en el limbo el principal proyecto del sector de gas y petróleo, que aporta 10% de la economía del país.
Por ahora la empresa encargada del proyecto, TC Energy, que se había comprometido a invertir US$1.700 millones en sistemas de energía solar y eólica, complementarios al oleoducto, anunció que en las próximas horas comenzará el desmonte de la obra, y la salida de los cerca de mil trabajadores que venían desarrollándola.
Sin duda, la llegada de Biden traerá un mejor tono al triángulo Canadá, Estados Unidos y México, pero los retos serán iguales o mayores a los enfrentados en los cuatro años de Trump. Temas como los impuestos a las grandes tecnológicas, en su mayoría empresas estadounidenses, y el impacto del plan ‘Buy American’ en empresas canadienses y mexicanas, estarán en la agenda de un bloque que, como si fuera poco, tendrá que organizar la copa del mundo en el 2026.
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