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La meta del Gobierno era que 341.000 personas se convirtieran en residentes permanentes
Después de Rusia, Canadá es el segundo país más grande del mundo en territorio. Sin embargo, en esta parte del globo sólo habita el 0.48% de la población mundial. Visto de otra manera, si los residentes canadienses fueran distribuidos de manera equitativa a lo largo y ancho de la nación, a cada persona le corresponderían cuatro kilómetros cuadrados. Más allá de estos datos, que bien podrían reforzar la percepción común de que Canadá necesita ser poblado, está la realidad demográfica, que requiere un mayor análisis.
El promedio de edad en esta parte del mundo es cercano a los 41 años. Según datos de Statistics Canada, por primera vez la población por dejado de los 14 años es menor a la de los mayores de 65 años, que es la edad de retiro en este país. Este último segmento representa el 17% de la población, y las proyecciones oficiales indican que en el 2036 llegará a explicar el 25% de los residentes de esta nación, lo que quiere decir que en la presente década 9 millones de personas se jubilarán.
A esto se suma la baja tasa del crecimiento poblacional vía nacimientos. Por cada 9 personas que murieron en el primer trimestre del año, nacieron 10, por lo que el aumento real de la población, de manera natural, fue tan solo de 13,494 habitantes, en comparación con el mismo periodo del 2019. Por esta razón, la migración es la fuente primaria de capital humano en este país, y es responsable del 80% de su crecimiento poblacional.
Un estudio publicado por el Royal Bank de Canadá (RBC) advierte que la economía canadiense podría descarrilarse por cuenta de la menor llegada de inmigrantes. Para este año la meta del gobierno era que 341.000 personas se convirtieran en residentes permanentes, sin embargo, el RBC considera que en el más optimista de los escenarios esta meta se cumpliría en un 70%, es decir, 100 mil personas dejarían de llegar este año frente a lo proyectado.
El impacto de las restricciones para prestar los servicios migratorios en buena parte del mundo podría ser mayor en el mediano plazo, pues el procesamiento y la aprobación de una solicitud de residencia permanente puede tomar entre uno y dos años, en tiempos normales, lo que significa que Canadá podría sentir el efecto real del Covid-19 en la migración después del 2020.
“Sin la migración de los últimos 15 años, Canadá habría envejecido en una trayectoria similar a la del Japón de los noventa. En cambio, Canadá es uno de los países más jóvenes del G7 ". Asegura Andrew Agopsowicz, Economista senior de RBC y autor del estudio. Por esta razón, sugiere duplicar los programas encaminados a los inmigrantes que ya están aquí temporalmente, como estudiantes trabajadores temporales.
Si bien Canadá es un país abierto a la migración y protege los derechos de los migrantes, la afectación en materia de desempleo ha golpeado un poco más a quienes vienen de afuera, lo que podría generar que algunas personas decidan retornar a sus países, o que quienes aún no han llegado posterguen sus planes hasta que el panorama laboral se aclare. Según el departamento de estadística de este país, de marzo a abril, 17% de los migrantes nuevos perdieron su puesto, en comparación con el 13,5% de los trabajadores nacidos en Canadá o inmigrantes que han estado por más de 10 años.
Algunos sectores temen que el descenso de la migración genere un déficit de empleados en segmentos claves, como el cuidado de adultos mayores. "Por años hemos luchado para encontrar trabajadores y retener el talento en este sector, y solo lo manteníamos a flote contratando inmigrantes de manera continua”, señaló recientemente el Director de Investigación de Políticas de Salud en el Instituto Nacional sobre el Envejecimiento de Ryerson University, Samir Sinha.
Pero la menor migración por cuenta de la pandemia nos solo afecta a países que, como Canadá, dependen de la llegada de nuevos talentos para aumentar su mercado laboral, también tiene un impacto en las economías donde las familias dependen de lo que les envían sus familiares residentes en el exterior. Un ejemplo de esto es lo ocurrido en Colombia en abril y mayo, cuando las remesas cayeron 38.5 y 27.7% respectivamente, según cifras del Banco de la Republica, afectando una parte importante del gasto de los hogares que dependen de sus familiares residentes en países como España y Estados Unidos.
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